Los tepuyes son formaciones rocosas que datan de millones de años, desde antes de la aparición de la vida en la tierra y empezaron a formarse cuando Pangea se dividió en Laurasia y Gondwana, al cual pertenecen.

Cuando los ríos que pasaban por la superficie arenosa y sin vida de Gondwana empezaron a drenar, dejaron al descubierto zonas arenosas que tenían mayor densidad por la compresión que sufrieron al estar en el fondo de dichos ríos.

Estas zonas de arenisca comprimida resistieron la erosión del agua y del viento, que fue poco a poco quitando material de la superficie terrestre, dejándolos erguidos mientras todo el paisaje a su alrededor disminuía sobre el horizonte.

Estas zonas son las que conocemos como tepuyes y cuando algunas formas de vida intentaron colonizarlos se dieron cuenta que las condiciones eran muy diferentes a lo que encontraban a sus alrededores.

Como son superficies casi planas en su totalidad no hay muchos espacios para protegerse de la radiación solar que es muy fuerte, tampoco hay muchos nutrientes que se puedan absorber a través de las raíces ya que es arenisca comprimida y muy densa.

Las pocas formas de vida que pudieron encontrar la manera de adaptarse a estas condiciones extremas permanecieron atrapadas en sus cimas, separadas de los demás tepuyes por miles de años convirtiendo a estos espacios en «islas en el tiempo» como refiere Charles Brewer-Carias y de ahí fueron evolucionando y poco a poco ocurrió una diferenciación de las especies de animales y plantas que sólo se pueden encontrar en esas áreas. Esto es conocido como endemismo.

Personalmente me ha llamado mucho la atención cómo las diferentes especies de plantas y animales que se encuentran en los tepuyes han logrado adaptarse a estas condiciones. Por ejemplo, para protegerse de las altas dosis de radiación hay especies vegetales que han desarrollado una película protectora en sus hojas que al ojo humano dan un efecto iridiscente, en algunos casos dan un color azul y poco común a algunos helechos.

Pero una de las adaptaciones más interesantes es la que han logrado algunas plantas tratando de resolver el déficit de nitrógeno que usualmente es absorbido a través de la raíces para poder realizar la fotosíntesis necesaria para su supervivencia, pero que aquí es casi imposible obtenerlo de esa forma por la escasez del mismo y la competencia con otras plantas.

Así que tuvieron que evolucionar para poder obtener el nitrógeno que se encontraba en movimiento en forma de insectos y es aquí donde aparecen las plantas carnívoras.

Pero ¿cómo desarrollar trampas para poder atraer y atrapar a los astutos invertebrados?

Primero hay que atraerlos y para eso tenemos que analizar qué buscan los insectos, generalmente buscan el néctar de las flores y son atraídos por olores dulces y colores llamativos.

Las Heliamphora son plantas carnívoras que logran atraer a los insectos hacia su trampa que es en forma de jarra llena de líquido (que en este caso no es digestivo como el de otras Nephentes).

Cuando los insectos vienen engañados con la promesa de una recompensa dulce se posan en el borde de la «jarra» y se resbalan hacia el interior porque en el borde y las paredes internas de la misma hay unos «pelos» apuntando hacia abajo que dificultan el escape.

Una vez que lo insectos caen en el líquido y no pueden volver a subir, mueren ahogados y ahí unos nematodos que viven en el agua que contiene la jarra empiezan a consumirlos, y los desechos que producen estos nematodos es el alimento que usa la planta para sobrevivir.

Otra planta que ofrece una falsa recompensa de néctar es la Drosera. Ella tiene unas gotas de mucílago distribuidas por sus hojas que emiten un olor dulce, pero esta no es su única cualidad. Cuando los insectos, atraídos por el color rojo y el olor de las gotas, se posan para reclamar su premio son sorprendidos por el hecho de que las gotas son pegajosas y quedan atrapados luchando inútilmente mientras lentamente la hoja se va cerrando sobre sí misma y usado ese mismo líquido para, poco a poco, digerirlos.

Un dato curioso es que el proceso para que las hojas se cierren sólo es activado por la presencia de compuestos nitrogenados, como lo demostró Charles Darwin en un experimento que inició en 1875 en el cual colocaba diferentes sustancias sobre las Droseras viendo que no se activaban con la presencia de agua o rocas, pero sí con leche y orina.

La Utricularia por otro lado no ofrece ninguna recompensa ni hace algún esfuerzo para atraer a sus presas, al contrario, sumerge sus raíces en agua y espera. Como su nombre lo indica, «utrícula» es un pequeño saco o cavidad, sus raíces están repletas de unas pequeñas vejigas que están en succión negativa (como cuando apretamos el dedal de goma de un gotero) con la “puerta” cerrada y listas para succionar.

En la puerta se encuentran una serie de pelos que son los gatillos de esa trampa, activados por alguna pequeña criatura que pase cerca y los roce, se abre la compuerta y se cierra en menos de una milésima de segundo, succionando agua junto a la criatura que pasaba desapercibida. Luego los jugos digestivos de la planta digieren al ser vivo y vuelve a quedar vacía para un próximo encuentro.

Otra planta carnívora pasiva es la Brocchinia, familia de las bromelias, que tiene en su interior agua (algunas utricularias sumergen sus raíces en ella) y sirven de hogar a diferentes ranas, caracoles y larvas de insectos que expulsan sus desechos dentro de ella y la planta los usa como alimento.

Las plantas carnívoras siempre nos han llamado la atención e inspiran cuentos y películas ficticias como La tiendita del horror de 1986 en la que una planta carnívora era alimentada por su dueño con gotas de sangre al principio y luego con personas enteras mientras crecía.

Pero la realidad es que estas plantas se alimentan a una menor escala, especialmente en la cima de estas «islas en el tiempo» conocidas como tepuyes, ya que ahí no se encuentran presas más grandes para atrapar.

Pero hay otras especies de plantas carnívoras tipo jarra en el mundo como las que se encuentran en Nueva Guinea, Madagascar, Australia y se han registrado casos de pequeños mamíferos que han quedado atrapados en estas “jarras” que han inspirado este tipo de historias de terror.

La verdad es que pudo haber sido un accidente, pero aun falta mucho por descubrir, ¿no lo creen?