Uno de los tópicos que cubro en varias de las clases que dicto (Introducción a la salud de las plantas, Entomología General, Control Biológico) es sobre el origen, la razón y la lógica del uso de nombres científicos de los organismos de todo tipo.

Es cierto que en nuestra vida cotidiana reconocemos a numerosas especies gracias a sus nombres comunes. El problema es que estos pueden fácilmente cambiar de un lugar a otro. Muy por el contrario, el nombre científico tiene como propósito establecer un único nombre para ser utilizado en todo el mundo, en cualquier lengua, para referirse a un único taxón. Se evitan así ambigüedades y las poco claras circunscripciones de los nombres comunes.

Me explico. Con toda seguridad muchos de ustedes conocen al llantén mediano, una hierba de origen europeo, hoy distribuida en muchas regiones del mundo. Esta planta, con propiedades emolientes, laxantes, diuréticas, expectorantes y hasta cicatrizantes, es conocida también como alpiste borde, morro llitón o plantago. En Estados Unidos, donde vivo, algunos lo llaman hoary plantain, otros simplemente plantain. Pero este nombre, al traducirlo al castellano sería «plátano». Pero el plátano en Venezuela es diferente al cambur o al guineo, mientras que el plátano en México es lo que en Norteamérica y Europa llaman banana … ¡Estos últimos en una familia botánica totalmente diferente a la del llantén! Sin duda algo confuso.

Antes de 1753, algunos científicos buscaban una manera lógica de nombrar cada organismo que se descubría utilizando un lenguaje de uso común entre investigadores. El latín era esa lengua y los primeros nombres científicos, sin embargo, podían ser tanto a mas confusos que los comunes. Es así como la planta que antes mencionamos llegó a llamarse Plantago foliis ovato-lanceolatus pubescentibus, spica cylindrica, scapo tereti o lo que es lo mismo «plantago de hojas ovaladas-lanceoladas, con punta cilíndrica y escapo cónico». Un polinómico que era, más que un nombre, una corta descripción, no tan fácil de recordar.

Aunque fue el botánico sueco Caspar Bauhin (1560-1624) quien inició el camino hacia un sistema simple para describir organismos usando solo dos palabras, fue el también sueco y botánico Carl von Linné (1707-1778) quien estableció el sistema binomial de nomenclatura. Linné usaría un «nombre trivial» (o epíteto específico) acompañando a uno genérico, primero en plantas, en su obra Species Plantarum (1753). Posteriormente lo aplicaría también a animales en la décima edición de su Systema naturae per regna tria naturae, secundum clases, ordines, genera, species, cum characteribus, differentis, synonymis, locis (1758). El sistema propuesto por Linné introducía una genial idea: el nombre científico identificaba a cada especie con una «etiqueta» única, no necesariamente descriptiva, pero clara y precisa. Los nombres científicos son constantes y cada uno se refiere solo a un organismo en particular. Estos nombres se componen de dos palabras. La primera, el género, siempre comienza con letra mayúscula; la segunda, el epíteto específico, escrito todo en minúsculas. Ambas, juntas, componen el nombre del organismo. Botánicos y zoólogos se apegaron al sistema y hoy es de uso obligado entre biólogos de las diversas ramas de la ciencia.

Linné era un naturalista y botánico sumamente reconocido en todo el mundo. Su influencia se notaría entre numerosos investigadores en diversas ramas de la ciencia. Es así como el también naturalista, pero entomólogo venezolano Pablo Anduze contaba entre los momentos más importantes de su vida, aquel en que visitó por vez primera la casa del sabio sueco.

Este sentimiento también es compartido por mi amigo, el ecólogo venezolano Rafael Herrera Fernández, quien vivió en Upsala entre 1981 y 1982:

«La casa donde vivió por más de 50 años Lineo, se encuentra en un lugar hoy en día muy cerca del centro de Uppsala y es un museo que incluye un precioso jardín donde aún conservan las tablillas que usaba Lineo para marcar en su huerto las distintas familias botánicas. Una peculiaridad de la fachada de la casa es que siendo una casa bastante grande tiene varias ventanas reales y otras tantas que están solamente pintadas a semejanza de las otras. La explicación de esto es que en el siglo XVIII el vidrio era muy caro y los propietarios de las casa iban haciendo ventanas reales a medida de que su economía se lo permitiera; mientras tanto indicaban como sería las ventanas futuras, pintándolas».

Gracias a Linné, (o Carolus Linnaeus, o Caroli Linnaei) el sistema binomial se convirtió en base de la Taxonomía, la ciencia que estudia la clasificación de los organismos según sean sus semejanzas y diferencias. Gracias a ese sistema de nomenclatura, el afamado naturalista y botánico es hoy reconocido como el padre de la Taxonomía. Curiosamente, es también considerado uno de los padres de la ecología moderna y promotor del control biológico. En 1752 llegó a escribir:

«Cada plaga tiene su enemigo natural, deberíamos capturar a estos y usarlos para desinfestar los cultivos».

Mucho le debemos a este ingenioso naturalista, pero creo necesario mencionar el papel también relevante que ha desempeñado uno de sus discípulos, aun siendo su trabajo poco conocido, es uno de los científicos más extraordinarios de la historiografía de las ciencias naturales venezolanas: Pehr Löfling (1729-1756).

Pehr Löfling, hijo del contador Erik Löfling y Barbara Strandman, nace en el poblado de Valbo, en la provincia Gästrikland en Suecia. Su educación básica la recibe de tutores privados y a los 16 años ingresa en la Universidad de Uppsala. Sus padres lo instan a estudiar teología, pero él cambia a medicina a los dos años de comenzar sus estudios. Este cambio fue motivado por Linné, quien fuera su maestro de botánica, quien se impresionó por las aptitudes hacia las ciencias naturales del joven Löfling. Eventualmente le propondría que fuera su ayudante, a cambio de apoyo y soporte financiero para que continuara estudiando bajo su tutela. Lofling convertiría luego en tutor del hijo de Linné. Rafael continúa explicándome:

«Pehr … tenía dificultad para mantenerse en Uppsala donde estudiaba. Lineo le tenía especial cariño y lo trataba como a un hijo más. Llegó a considerarse uno de los "apóstoles" como eran conocidos los estudiantes de Lineo que iban a sitios remotos en expediciones para colectar plantas».

El interés y conocimiento sobre plantas demostrado por Löfling lo llevarán a dictar clases de botánica y a trabajar en el Jardín Botánico de Uppsala. En 1749 presenta su tesis Gemnis Arburum en la que detalla sus investigaciones sobre los retoños de los árboles. Ya en 1750, Linné enferma mientras preparaba su Philosophia Botanica y es Löfling quien se encarga de escribirla bajo la guía de su tutor. Para 1751, el joven entra a la Academia de Ciencias de Suecia.

Durante esos años, Suecia era uno de los países líderes del desarrollo y la actividad científica mundial. Esto motivaría una intensa relación internacional, en la cual Linné se ubicaba de manera privilegiada. Luego que propusiera el establecimiento de Jardines Botánicos, es invitado a España por órdenes de Fernando VI (1713-1759). Apropiadamente escoge a Löfling para representarlo. El viaje sería financiado por la embajada de España en Estocolmo y la Compañía Sueca de las Indias Orientales quienes, gracias a sus relaciones comerciales internacionales, tenían experiencia trasladando discípulos de Linné a otras regiones del mundo. Stig Ryden (1908-1965) nos comenta:

«Los barcos que conducían mercancías suecas a España eran fletados a menudo por las autoridades españolas para algún viaje a la América Hispana durante los meses de diciembre a febrero, en que las naves no podían regresar al país de origen a causa de hielos invernales que impedían el acceso a los puertos».

La Academia de Ciencias de Suecia financiaría los instrumentos científicos de Löfling, quien viajaría, en primera instancia hasta Oporto, Portugal.

«Las velas se desplegaron el 16 de mayo de 1751, y nuestro Löfling no sospechaba que enviaba sus adioses a Suecia por última vez. Dos meses de navegación por el frío océano le separaron más de lo que hubiera querido de su amada flora hasta que el navío tocó puerto y le desembarcó en las playas portuguesas».

Luego de permanecer un par de semanas en Oporto, viaja a Setúbal y de allí a Lisboa, donde conoce al matemático y astrónomo francés Louis Goudin (1704-1760) quien acababa de regresar de Suramérica. Juntos viajan hasta Madrid donde el sueco permanecerá desde 1751 hasta octubre de 1753. Durante su estadía herborizaría cada tarde y mantendría un buen ritmo de trabajo, realizando descripciones cada mañana del material recolectado. Poco tiempo le dedicaría a la zoología, sin embargo realiza varias decenas de descripciones de invertebrados, algunos reptiles y una docena de peces.

En 1753 es invitado a viajar al nuevo mundo, dirigiéndose de Madrid a Cádiz, en preparación para tal travesía. Desde Cádiz le escribe a un amigo:

«Mi viaje ha comenzado ya, pues me encuentro desde hace un mes aquí, en la región de Cádiz, desde el 2 de noviembre. Dejé Madrid contento [...]. Vivo ahora en el Puerto de Santa María con mis dos médicos y también con dos cosmógrafos reales [...] Mi deseo sería poder acabar las informaciones sobre las plantas y los peces españoles, (...) en las que trabajo diariamente».

Linné le gira instrucciones sobre qué y cómo colectar y las condiciones para el envío del material desde las regiones americanas para el Gabinete Real Sueco. Linné le comunica que no debe, de ninguna manera, descuidar la virtualmente desconocida zoología americana, le recomienda observar en detalle insectos y otros invertebrados. Le indica maneras de preservar el material a recolectar:

«1. Todos los animales cuadrúpedos, los más grandes se desuellan y sus pieles se rellenan de paja, algodón u otro material, mezclado con rapé, salitre o polvo de bálsamo oloroso … se secan… que no tengan acceso ni la polilla ni otros insectos.
[...]
5. Los insectos se colocan todos sobre alfileres y los más grandes, con caparazones, pueden meterse luego en cajas con rapé u otro polvo.
[...]
7. Las mariposas entre libros y con alfileres.
8. Los gusanos siempre en ‘Spiritu vini.’
[...]».

Una de las últimas demandas de Linné a su discípulo una vez llegara a su destino en el nuevo mundo era investigar la posibilidad de cultivar en Europa el árbol de la quina o Cinchona, de cuya corteza se extraía la quinina, tan útil en el control de la malaria. Igualmente le pide explorar si el insecto ‘Cochineal’ (Dactylopius coccus, escama de la cual se extrae el Carmín) tenía alas.

La expedición, dirigida por José de Iturriaga y Aguirre (1699-1767), tenía un propósito doblemente relevante. El primero, establecer con claridad los límites entre los territorios americanos de España y Portugal. Ambas monarquías tenían serios desacuerdos en este respecto. Derivada del tratado firmado por ambos reinos en Madrid, en enero de 1750, se denominaría la Expedición de Límites, y fijaría la frontera entre las posesiones respectivas en América. La delimitación clara de las fronteras de ambas colonias, intentaba también impedir la penetración de los holandeses hacia el Orinoco y al mismo tiempo permitiría explorar la existencia se sembradíos naturales de diversas especias, principalmente la canela.

A mediados del siglo XVIII, la flora y la fauna suramericana eran casi desconocidas. Existían pocos o ningún estudio metódico. En el caso de la hoy Venezuela, eran inexistentes. Realizar los primeros estudios detallados de flora y fauna de esta región, sería también misión de la expedición.

Löfling sería nombrado jefe científico de la expedición y contaría con el apoyo de dos ayudantes, Benito Paltor (s. XVIII) y Antonio Condal (s. XVIII). Dos dibujantes, Bruno Salvador Carmona (1737-1801) y Juan de Dios Castel (s. XVIII), también estarían bajo su supervisión. Esta sería la segunda expedición netamente científica enviada al nuevo mundo. Luego de una travesía de 55 días, algo más larga de lo habitual, tocarían tierra en Cumaná el 11 de abril de 1754. Desde aquí viajaría el científico y sus ayudantes hasta la Nueva Barcelona, las misiones de Píritu, San Miguel y San Francisco. En esta etapa del viaje contaría también con el apoyo del misionero franciscano, originario de Bujalance, localidad de la provincia de Córdoba, Andalucía, España, Fray Antonio Caulín (17019-1802).

Aunque recolectando plantas principalmente, también dedicaría tiempo a la fauna. Realiza uno de los primeros escritos conocidos de la región sobre insectos plaga que afectan a los cultivos de maíz y arroz y hacen más difícil la existencia en las tierras de Guayana. Escribe una nota sobre dos especies de piojos (Phthiraptera: Mallophaga) que afectan a diversas aves. Describe peces y otros vertebrados que encuentran en su travesía. Estudia y describe el efecto dañino que causan al hombre las niguas (Tunga penetrans). Esta nota fue preparada con la intención de ser publicada en el boletín de la Academia de Ciencias de Suecia. Estos insectos parecen haberlo afectado y molestado, ya que Don Eugenio Fernández de Alvarado (1715-1780), segundo jefe de la expedición le escribe en una de sus misivas, luego de enterarse que el científico había tenido un fuerte ataque de fiebre:

«Si yo fuese Vmd. me pondría a salvo de las niguas viniéndome a Suay o a Caroni; de este punto estaba Vmd. A tiempo p.a con las noticias del D.n Joseph tomar el mejor partido, quedándose en un sitio capaz de socorrerle con lo necesario».

A comienzos de 1755, el grueso de la expedición se marcha a la región de Guayana por mar y el Orinoco, mientras que Löfling se encamina a la región por tierra. Parte el 23 de abril para arribar en mayo. Durante el trayecto es afectado por fiebres intermitentes. Ya a finales del año anterior había escrito a varios de sus conocidos sobre los problemas de salud que lo aquejaban:

«Caí enfermo con un cólico y dolores en todo el cuerpo que duró hasta el 18 Octubre aproximadamente, casi como en Barcelona a principio de este año [...]. Dolores en todo el cuerpo y en la espina dorsal».

Su organismo se debilitó sobremanera luego de septiembre de 1755. A mediados de este mes padece de calenturas. Igual sucede a fines del mes, luego de haber dedicado algunos días para recolectar en vía hacia el Caroní. A mediados de octubre escribe:

«... podía ya levantarme (...) el dolor duraba aún algo en las espaldas».

A principios de 1756 es trasladado a la misión de Santa Eulalia de Morecure, en San Antonio del Caroní, donde fallecería a sus apenas 27 años de edad. In Articulo Mortis se convierte al catolicismo. Su cuerpo es enterrado bajo la sombra de un naranjo.

Sus manuscritos y estudios son enviados al Jardín Botánico de Madrid. Linné logra obtener copias de los mismos, lo cual le permite publicar el Iter Hispanicum en 1758 con la autoría póstuma de su discípulo. Este trabajo contiene los manuscritos Plantae Hispanicae y Plantae Americanae, además de correspondencias y dibujos originales del fallecido naturalista.

En esta publicación, Linné incluye una nota biográfica sobre su discípulo, enfatizando que:

«Nunca ha perdido tanto la botánica por una muerte y nunca el mundo de la ciencia echará tanto de menos a alguien por una desgracia. No lo digo por alabar, porque es cierto que jamás un botánico tan profundo y atento había puesto sus pies en tierra extranjera ni tampoco ha habido viajero que haya tenido la ocasión de hacer los grandes descubrimientos que pudo hacer Löfling. Había llegado ya al país más maravilloso que alumbra el sol, país hasta entonces no observado por ojos atentos (...) nunca olvidaré a Löfling».

La sección del Iter Hispanicum dedicada al territorio venezolano sería publicado también en 1957 con un prólogo de Stig Ryden, quien llegó a afirmar que

«… como discípulo de su famoso compatriota Carl von Linné, representa Löfling el desarrollo moderno dentro de la investigación de las ciencias naturales, especialmente dentro de la botánica».

No existe duda de que para el Nuevo Mundo, las ciencias naturales y Venezuela, en particular, la muerte del mejor y más amado de los discípulos de Linné constituyó una gran pérdida. Los trabajos y descubrimientos de Pehr Löfling, el primer investigador científico en visitar tierras venezolanas, inspirarían a quien se convertiría en el verdadero descubridor de Suramérica, Alejandro de Humboldt.