Últimamente se está estilando hacer los, de sobra conocidos, Instagram Stories. Hasta yo he caído en la trampa. Son divertidos. Puedes dejar constancia, durante veinticuatro horas de lo que has hecho, dónde lo has hecho y con quién. Pasado ese tiempo de cortesía se esfuman y aquí no ha pasado nada. Pero estamos en la red, no lo olviden, y siempre queda rastro. Lo de las veinticuatro horas es un cebo para que subamos de todo, hasta determinadas imprudencias. Pero de eso hablaré después.

El caso es que esa opción de Instagram te permite hacer fotos, vídeos -música incluida-, usar accesorios como el hocico de un perro para las instantáneas o añadir gift, entre muchas otras cosas. ¿Quién resistiría la tentación? Además, también es divertido cotillear en los historiales de otros, es como ver fragmentos de series. Una forma de pasar el rato, vamos. Pero, he de reconocer que, en los últimos días, ha ido perdiendo gracia la cosa. Antes de nada me gustaría explicar que esto que voy a comentar no es un juicio ni una crítica hacia nadie, solo una observación que me tiene algo confundida.

El año pasado murieron mil doscientas personas en accidentes de tráfico en nuestro país. Un cifra terrible. Una cifra que debería volvernos más conscientes en la carretera. Por nosotros, por nuestras familias y por los demás conductores con los que compartimos vías. Gente con sueños, aspiraciones y familiares que les esperaban en casa. Por eso cuando me encuentro algún historial en Instagram donde van mostrando la carretera por la que conducen -en ocasiones por la autopista y a velocidades extremas- se me encoge el alma. Y sí, sé que habrá quien diga que lo graba el copiloto, pero no, sabemos que en ocasiones no es así.

O los famosos y virales vídeos donde van conduciendo a la par que coreografían la canción que suena de fondo, apartando la vista de la carretera. ¿Qué nos ocurre? Albert Einstein ya anunció:

«Temo el día en el que la tecnología superará la interacción humana. El mundo tendrá una generación de idiotas».

¿En eso nos hemos convertido? Y, por favor, quédense con el detalle de que hablo en primera persona del plural, por lo que me incluyo. Dense por aludidos pero no por ofendidos. A veces no nos damos cuenta de que algo que en un momento resulta gracioso puede costarnos la vida o puede costarle la vida a otra persona. ¿Podrías cargar con ese peso en tu consciencia? Yo desde luego no. Creo que deberíamos empezar a rebelarnos contra esas aplicaciones que nos tiene abducidos. Que sí, que están muy bien, siempre que se usen con cabeza, con cuidado y con precaución. Que el mundo es maravilloso y es lícito querer compartirlo con los demás, pero si mueres en uno de esos vídeos en los que vas a ciento veinte kilómetros por hora en la autopista mientras te grabas para Instagram, de nada valdrá y solo compartirás tu muerte. Piénsenlo.

Demostrémosle a Einstein que por una vez se equivocaba. Que no somos una generación de idiotas, aunque a veces lo parezcamos.