En su autobiografía, Charles Darwin (1809-1882) comenta que uno de los momentos de su vida en que se sintió particularmente orgulloso, fue cuando leyendo el trabajo Illustrations of British Entomology, del entomólogo inglés James Francis Stephens (1792-1852), vio escrito su nombre asociado a algunos escarabajos que había colectado cuando joven.

Desde sus tiempos de adolescente, Darwin recolectaba insectos, principalmente coleópteros. Con paciencia y dedicación, los identificaba, los montaba sobre láminas de corcho. Eventualmente los guardaba en cajas destinadas a tal fin. Aunque aficionado al vino, el tabaco y la música durante sus días universitarios, su pasatiempo favorito continuaba siendo, sin lugar a dudas, recolectar escarabajos. Tanto, que su amigo Albert Way (1805-1874) dibujó una caricatura, hoy ampliamente reconocida, en la que vemos a Darwin montado sobre su 'hobby'.

Pero no eran solo los insectos los que ocuparían su tiempo. Darwin llegó a estar interesado en diversos grupos de organismos, pero hubo uno en particular con el cual estuvo muy compenetrado: las palomas. La cría de animales de pedigrí, especialmente palomas de fantasía, era la pasión de muchos en la Inglaterra victoriana. La historiadora de ciencias Janet Browne nos dice:

«Darwin loved his pigeons (...) he spent hours reading self-help manuals and books by breeders to make sure he was doing the right thing and visiting shows and exhibitions to see what was available».

En “El Origen de las Especies* Darwin presenta todas las evidencias que tenía a su disposición para establecer, sin permitir dudas, la evolución por selección natural. La visión que presenta es amplia e incluye incluso información relevante sobre la reproducción y mejoramiento de variedades tales como repollo, vacas, conejos y ovejas, productos de la domesticación. Darwin, para explicar su punto de vista, nos presenta la analogía entre la selección artificial, hecha por los humanos, y la natural. Esta analogía es esencial para entender El Origen...:

«Believing that it is always best to study some special group, I have, after deliberation, taken up domestic pigeons».

Es así como Darwin introduce en El Origen... una larga sección sobre la cría de palomas de fantasía, su ejemplo más completo de la analogía que es la selección artificial. Es su manera de presentar uno de los tres componentes esenciales del cambio evolutivo, lo que hoy llamamos microevolución. En esencia, los cambios que ocurren en las poblaciones como respuesta a variaciones de presión selectiva.

Sin embargo, si hacemos una búsqueda en internet sobre aves y Darwin encontraremos más de un millón de referencias (en inglés, muchas más), la mayoría sobre los pinzones de Galápagos, apenas alguna sobre palomas.

Previo a su viaje alrededor del mundo, Darwin había aprendido a preservar aves en la Universidad de Edimburgo. Sin embargo, sus conocimientos sobre taxonomía del grupo eran limitados. Durante la exploración al archipiélago de las Galápagos, aunque colectó diversos animales, Darwin estaba más concentrado en estudiar detalladamente la geología de las islas. Para ese momento, pensaba que las especies se originaban en «centros de creación», rechazando ciertas ideas asociadas con «la transmutación de las especies» que era como se comenzaba a conocer entonces lo que hoy denominaríamos Evolución.

Siguiendo los puntos de vista de su mentor John Stevens Henslow (1796-1861), Darwin estaba interesado en la distribución geográfica de las especies, especialmente en la conexión posible entre animales de islas oceánicas y de la región continental más cercana. En la Isla de San Cristóbal notó la presencia de un sinsonte similar a otro que recientemente había visto en las costas de Chile. Luego de encontrar otro parecido en la isla Floreana, decidió tomar nota detallada de los lugares donde sus sinsontes habían sido recolectados. Notó luego que los ejemplares de sinsonte recolectados en Floreana «variaban» de los de Isabela, y ambas de las de Santiago y San Cristóbal. Esta singularidad, junto a algunas historias que escuchó acerca de la diferencia entre las tortugas Galápagos Gigantes que habitaban en cada isla, lo hizo dudar de la «estabilidad» de las especies.

De regreso en Inglaterra, le presentó a la Sociedad Zoológica de Londres un lote de mamíferos y aves, entre estas había varios pinzones. Las aves fueron asignadas al ornitólogo John Gould (1804-1881) para identificación. En la siguiente reunión de la sociedad, Gould reportó que las aves que Darwin pensó eran Ictéridos (Blackbirds), cascanueces (Grosbeaks) y Pinzones (Finches), eran todas:

«...a series of ground Finches which are so peculiar [that they form] an entirely new group, containing 12 species».

A estos se agregarían unos reyezuelos (Wrens), cercanos a los pinzones. Igualmente, los sinsontes que había previamente separado Darwin no eran «variedades» de la misma especie, sino especies diferentes. En esencia, Gould encontró más especies de las esperadas, exclusivas de las islas, aunque relacionadas con algunas en el continente. Darwin entendió que si cada especie de pinzón, reyezuelo y sinsonte se limitaba a islas particulares, se podría entonces explicar el número de especies en las islas. Contactó a sus compañeros de viaje para revisar cuatro pinzones recolectados por su ayudante Syms Covington (1816-1861), 21 recolectados por el capitán Robert FitzRoy (1805-1865), y ocho por el mayordomo de FitzRoy, Harry Fuller.

Las localidades de recolecta de estas aves estaba etiquetada por isla, con detalles meticulosos. Con ellas, Darwin intentó reconstruir los lugares donde había recolectado sus ejemplares. Las conclusiones a las cuales llegó una vez analizó esa información, respaldaban su nueva idea sobre la transmutación de las especies, la Evolución por la selección natural. Pasaría años investigando, sin embargo, antes de formular su teoría. Una carta que le enviaría Alfred Russel Wallace (1823-1913) motivaría a Darwin a publicar su obra y formular en conjunto tan revolucionaria idea sobre la Evolución. Wallace había llegado a la misma conclusión de Darwin, observando y discutiendo con Richard Spruce (1817-1893) sobre la selección natural durante su estadía en la Amazonía brasileña y venezolana, corroborando luego detalles durante sus exploraciones en las islas del archipiélago malayo, estudiando otras especies de animales, incluyendo aves y escarabajos.

Una ilustre familia

El 29 de diciembre de 1818, la joven María de los Dolores Espaillat Velilla se casó con José María de Rojas Ramos en Santiago de los Caballeros, la segunda ciudad de importancia en la colonia española de Santo Domingo, hoy República Dominicana. Ambos habían nacido en la misma ciudad en 1797 y 1793 respectivamente.

Luego de una docena de años de descontento y conspiraciones, el político y escritor José Núñez de Cáceres y Albor (1772-1846) declara a la colonia de Santo Domingo independiente de España y funda la efímera Haití Española. Esta república durará apenas dos meses al ser tomada y reunificada con Haití por Jean-Pierre Boyer (1776-1850).

Tan convulsiva atmósfera en la isla obligará a la pareja a emigrar a Venezuela llevando a sus pequeños hijos Teófilo Emilio (1820-1855) y Sofía Elisa (1821-1907). En Caracas nacería el resto de los hijos entre quienes estarán Arístides Belisario (1826-1894), José María (1828-1907), Marco Aurelio (1831-1866) y Carlos Eduardo (1834-1919). Ellos se convertirán en personajes relevantes de la historia científica y política de la nación suramericana. Varios hermanos y hermanas menores complementarán la numerosa familia.

El padre de los Rojas Espaillat, José María, era economista, pero una vez en Caracas se dedicó a la venta e impresión de libros. A su muerte, Arístides y Marco Aurelio, se encargan de la editorial, enfocándola hacia la publicación de estudios científicos.

De los hermanos, Arístides es, sin duda, el mejor conocido; naturalista, médico, historiador y periodista. José María, jurisprudente y abogado, se dedicará al estudio de la historia y eventualmente ejercerá funciones diplomáticas representando a Venezuela en Francia, España, Holanda e Inglaterra. La Santa Sede le otorgará el título nobiliario de Marqués de Rojas. Otro hermano, Marco Aurelio, también médico y naturalista, publicará varios trabajos científicos y describirá varias especies de coleópteros. Interesado en la investigación y en la descripción de insectos, será reconocido como el primer entomólogo nacido en tierras venezolanas. Carlos Eduardo Rojas Espaillat, de alguna manera sigue los pasos de Arístides y Marco Aurelio. Durante su juventud parece haber tenido una mayor afinidad con este último. Juntos recolectaban aves e insectos que enviaban a museos e investigadores de otros países.

Desafortunadamente, Carlos Eduardo es un personaje bastante elusivo y de él conocemos muy poco. Aparentemente nació en 1834, aunque algunos autores dicen que fue en 1830. Recientemente hemos encontrado que en marzo de 1830 habría nacido otro hermano, Epaminondas, quien fallecería siendo un niño.

Al igual que sus hermanos, Carlos Eduardo se educó en el Colegio Independencia para luego, igual que Arístides y Marco Aurelio, estudiar Medicina en la Universidad Central de Venezuela. Se dedicó profesionalmente a la cirugía, pero compartía, como sus hermanos, un gran interés por las Ciencias Naturales y eventualmente también dispondrá parte de su tiempo como editor. Juntos, los jóvenes Carlos Eduardo y Marco Aurelio se dedican a recolectar ejemplares de la fauna en Caracas, el Ávila y sus alrededores.

Durante visita que realizara el entomólogo francés Auguste Sallé (1820-1896) a Venezuela entre 1846 y 1848 para recolectar insectos y algunas aves, se haría acompañar por Marco Aurelio y Carlos Eduardo. A ambos les inculca mayor interés sobre los escarabajos. Sallé le tomaría particular afecto al primero, guiándolo en el mundo de la investigación entomológica.

Desde jóvenes, ambos hermanos, con regularidad recolectaban y preparaban aves. Igualmente, recolectaban y montaban insectos. Además de ingresar algunos a sus colecciones personales, muchos eran enviados a investigadores y museos de Inglaterra, Francia y Alemania. Eduardo Röhl (1891 – 1959), refiriéndose a Marco Aurelio y Carlos Eduardo, dice:

«… Enviaron ejemplares [de aves] a Adolphe Boucard, de París, y a diferentes museos. El Museo de München cita ejemplares de estos colectores».

Carlos Eduardo no parece haber salido del país para continuar estudios, como sí lo hicieron sus hermanos. Sin embargo, debe haber hecho visitas cortas a otros lugares del orbe. Sabemos que en 1866, viajó a Republica Dominicana con la intención de liquidar, en unión a familiares en la nación caribeña, el patrimonio que había dejado, luego de su fallecimiento, el hermano de su padre y prócer de la independencia de la República Dominicana, Benigno Filomeno de Rojas (1821 – 1865).

En 1867 ocho personas, incluyendo su hermano Arístides y guiados por el naturalista, botánico y zoólogo venezolano-alemán Adolf Ernst (1832 – 1899), fundan la Sociedad de Ciencias Físicas y Naturales de Caracas. Explica Ernst:

«El 18 de marzo del año pasado [1867] se reunieron en la casa del que suscribe 8 amigos de las ciencias naturales con el objeto de formar un pequeño círculo para comunicarse recíprocamente sus observaciones y estudios sobre la Historia Natural del país».

Carlos Eduardo no estuvo presente en esta reunión fundacional, pero participaría activamente desde el comienzo de las actividades de la Sociedad. Entre esta fecha y hasta 1878, fue parte del grupo dirigente de la misma como se puede apreciar en las actas de dicha asociación. De igual manera, junto a Arístides, apoyó a Ernst en la creación y dirección del Boletín Científico del grupo, denominado Vargasia, en honor al Ilustre José María Vargas (1786 – 1854).

Carlos Eduardo continuaría recolectando aves para enviar a museos y ornitólogos de otras latitudes, posiblemente haría lo mismo con insectos, pero tendría especial interés en conservar escarabajos y algunas mariposas para su colección personal. Durante la sesión décimo séptima de la Sociedad, realizada el 20 de Enero de 1868, presenta ante sus compañeros unas Observaciones Entomológicas sobre insectos de los alrededores de Caracas y hace comparaciones con estudios de científicos de otros países. Estas observaciones fueron posteriormente publicadas bajo el mismo nombre en el número 1-3 de Vargasia, aparecido el mismo año.

«Entre las pocas especies raras de coleópteros recojidas [sic] en el año que ha terminado, citaré en primer lugar el lindo buprés descubierto y clasificado en 1854 por mi difunto hermano el Dr. Marco A. Rojas, y dedicado al sabio Dr. José María Vargas, la Hyperanta vargasii [sic]. (...). Se creía hasta ahora que este insecto vivía sobre una mimosa, y no se habían [sic] cojido [sic] sino cuatro ejemplares. Mi estimado amigo el señor Ernst ha descubierto que el árbol de su predilección es el vulgarmente conocido con el nombre de Canilla de Venado (Catosoma floribunda, Benth, familia de la Polygaleas).

»Este árbol existe en abundancia en los cerros del calvario y en otros lugares, florece en el mes de Noviembre. (...). La Hyperantha tiene en las elictras [sic] un aceite que es preciso hacer evaporar por medio de los rayos del sol, pues de otro modo se rancia y hace perder al insecto su lindo color amarillo-naranja».

Allí menciona su disposición de retomar sus investigaciones entomológicas:

«Aquí termino estas pequeñas observaciones primer trabajo que tengo el honor de dirijir [sic] a esta Sociedad.- Al empezar de nuevo el estudio de la Entomología, abandonado hace años por causa de mi profesión médica, debo manifestaros que tendré por objeto principal en mis estudios, dar mi débil contingente a la Sociedad y tratar de aclimatar en nuestro país el gusto por las ciencias naturales, en la sección de entomología...».

Hemos encontrado indicios que para 1873 preparaba un estudio sistemático sobre escarabajos, continuación de los trabajos emprendidos por su hermano Marco Aurelio. Tales manuscritos, si los hubo, deben haberse perdido:

«… Hai [sic] muchísimos insectos de los alrededores de Carácas [sic], que pueden mui [sic] bien competir en belleza y escasez con los nombrados anteriormente; pero temo hacer demasiado largo este trabajo y me prometo nombrarlos todos cuando haga la ‘Fauna entomológica de Carácas [sic]’».

Entre 1871 y 1872, James Muddie Spence (1836-1878) visita Venezuela por asuntos relacionados con minería principalmente. Sin embargo, durante su estadía se dedica a realizar excursiones a varias localidades del país, tales como El Ávila y San Esteban, reportando sus actividades y diversos incidentes en libro de dos volúmenes titulado The Land of Bolivar..., Spence logra formar una colección de aves de más de 300 ejemplares. Buena parte provenía de un gran lote debidamente preparado que le compró a Carlos Eduardo. Entre estas, consiguió dos especies nuevas, las cuales se ilustran en la obra y fueron descritas por los ornitólogos y naturalistas ingleses Philip Lutley Sclater (1829-1913) and Osbert Salvin (1835-1898) en 1873.

Como miembro de la Sociedad de Ciencias participaría activamente en los eventos del Centenario del nacimiento del Libertador Simón Bolívar (1783 – 1830) realizado en 1883. Entre las exhibiciones a su cargo estuvo la presentación de un elegante mueble de madera labrada conteniendo 16 gavetas entomológicas. En ellas se mostraba la gran variedad de coleópteros venezolanos (la mayoría de Caracas y alrededores) y algunas mariposas. Francisco Fernández Yépez, en su Historia de la Entomología Venezolana nos revela:

«… a juzgar por las citas de las actas de las reuniones de la Sociedad de Ciencias Físicas y Naturales de Caracas, [Carlos Eduardo Rojas] tomó parte activa en sus reuniones y se interesó como coleccionista principalmente de Coleoptera. Debe corresponder a él "una colección de coleópteros y mariposas" exhibida con motivo del centenario del nacimiento de El Libertador en 1883. Un mueble con gavetas y coleópteros de su colección permanecía todavía en Caracas en posesión [de sus descendientes]...».

Años más tarde, entre 1887 y 1888, el aracnólogo francés Eugene Louis Simon (1848-1924) visitará Venezuela. Varios naturalistas y aficionados residentes le acompañan a recolectar no solo arañas, sino insectos y aves. Al Ávila y los alrededores de Caracas sale en compañía de Adolf Ernst (1832-1899), Henry Rudloft, embajador de Francia en Venezuela, aunque su más asiduo acompañante será Carlos Eduardo, a quien alabó como diligente entomólogo.

El ornitólogo y taxidermista francés Adolphe Boucard (1839-1905), experto en colibríes, lo tenía en alta estima. En 1895, le dedicará la especie de colibrí ermitaño Glaucis rojasi conocido en su momento como el ermitaño de Rojas, hoy sinonimizado como otra especie. Boucard explica:

«It was sent to me by my friend Doctor Carlos Rojas, an enthusiastic naturalist, who collected the specimen sent to me, in Caracas. I have much pleasure in dedicating this species to him».

Carlos Eduardo mantuvo su interés en las ciencias naturales durante su larga y fructífera vida. En referencia a la entomología, consideraba a esta rama de la ciencia, no solo útil, sino filosófica. Fruto de su inspiración podemos leer sobre su visión particular de la conexión entre el hombre y los insectos:

«… siempre me he admirado de encontrar en la metamorfosis de los insectos una imagen perfecta de las transformaciones de nuestra naturaleza! La vida del hombre, su muerte y su despertar me parecen haber sido representadas admirablemente en la vida, el sueño letárgico y el nacimiento de la mariposa.(...). He aquí mi pensamiento en pocas palabras:

‘Como la larva rastrera, el hombre vive en la tierra.
Como la ninfa inmóvil, el hombre duerme en su tumba.
Como el amante de las flores, insecto con alas de oro y azul, el hombre renace á la vida por la gloria y la inmortalidad’».

El 16 de julio de 1919, fallecerá en Caracas este interesante y entusiasta aficionado a aves y escarabajos.