¿Quién no ha cantado alguna vez una nana a un niño para ayudarle a dormir?

La música tiene un efecto terapéutico en nosotros. Es capaz de producir sustancias químicas en el cerebro que nos hacen sentir bien, relajados e incluso, felices.

A lo largo de la historia todas las culturas y civilizaciones han utilizado la música de manera explícita o implícita como vehículo de expresión y con fines curativos.

Los filósofos griegos consideraban que la música tenía la capacidad de restablecer la armonía espiritual.

En la primera mitad del siglo XVIII, el rey Felipe V solicitaba todas las noches la presencia de Farinelli, el castrati, para que le cantara melodías emotivas que le ayudaban a calmar sus crisis de ansiedad. Esta relación terapéutica duró nueve años.

Se podría decir que la vida es música ya que todo nuestro cuerpo está sujeto a sus ritmos vitales. El latido del corazón, el compás de la respiración e incluso cómo fluye la sangre por venas y arterias, son fenómenos fisiológicos llenos de ritmo.

Para entender cómo puede ayudarnos una canción a descansar mejor, hay que considerar su capacidad para generar en nosotros bienestar y relajación.

Y es que las distintas melodías pueden estimular nuestro funcionamiento físico, cognitivo, emocional y social.

Cómo nos ayuda la música a dormir

Tiene un efecto fisiológico sobre nosotros que explica en gran medida por qué resulta tan apta para ayudarnos a descansar.

Las ondas cerebrales son más lentas y uniformes al escuchar música. Hay bastantes estudios que han mostrado que las personas que escuchan melodías relajantes al menos 30 minutos antes de ir a dormir, descansan mejor.

Este tipo de música, especialmente la clásica, se caracteriza porque sigue un ritmo de 60 unidades de tiempo o latidos por minuto. De este modo, entramos en un estado de conciencia en el que predominan las ondas alfa y, en algunos casos, incluso las ondas theta.

Para entendernos, las ondas alfa son las que tienen lugar en nuestro cerebro cuando estamos calmados y en armonía. Y las ondas theta se producen en periodos de máxima creatividad, meditación y durante el sueño.

Además, el ritmo de 60 beats por minuto sincroniza nuestro ritmo cardiaco, reduciéndolo y disminuyendo así la tensión tanto física como psíquica. Otro factor que nos ayuda a dormir. Es como si los latidos de nuestro propio corazón no llevaran a la «zona de descanso».

Por ello, no es casual que podamos encontrar con facilidad CDs o listas de reproducción con melodías para dormir. Se trata de canciones que llevan este ritmo.

¿Te gustaría probarlo? Busca canciones a un ritmo lento de entre 60 a 80 bits por minuto. Suelen ser baladas o música clásica.

El servicio de streaming musical Spotify llevó a cabo una curiosa encuesta para identificar las listas de reproducción más escuchadas para dormir.

Descubrió que el cantante británico Ed Sheeran, es el más solicitado a la hora de conseguir conciliar el sueño.

Menos estrés y aumento de las endorfinas

Los niveles de cortisol en sangre aumentan cuando vamos a ser sometidos a una intervención quirúrgica. También otras hormonas como la prolactina o la hormona del crecimiento.

Todas ellas son las conocidas como hormonas del estrés. Este es el motivo por el que en muchos quirófanos se opera con música ambiental.

De hecho, numerosos estudios han mostrado que la música tiene un potente efecto anti estrés. Incluso se ha visto que puede sustituir a ciertos fármacos que se suministran antes de una operación, para relajar al paciente.

Lo mismo ocurre con las endorfinas, unos péptidos opioides que funcionan como neurotransmisores del cerebro. Al escuchar música aumentan y con ello un efecto de alegría y alivio para el dolor y el estrés.

En resumen, la música adecuada tiene la capacidad de regular los niveles de determinadas sustancias en nuestro cuerpo y es excelente para reducir la tensión y el estrés. El efecto positivo que esto tiene sobre el sueño es innegable.

«No puedo escuchar música demasiado a menudo, me hace desear decir cosas amables, estúpidas, y dar palmaditas en la cabeza a la gente».

(Lenin)

¿Existe el efecto Mozart?

Probablemente habrás oído hablar de ello. La idea básica defiende que los niños, bebés incluidos, que escuchan música de Mozart son más inteligentes.

El término efecto Mozart fue acuñado en 1991 por el investigador y psicólogo francés Alfred A. Tomatis. El médico utilizaba la música de Mozart para tratar algunos trastornos, como la depresión, con cierto éxito.

Su popularidad comenzó con un estudio publicado en la revista Nature en 1993. En él se sugería que escuchar a Mozart aumentaba de manera temporal el coeficiente intelectual.

El actor Gerard Depardieu ha comentado que la música de Mozart fue la responsable de que su hijo dejara de tartamudear.

A partir de ahí esta idea se extendió, a pesar de que los propios autores del estudio dejaron claro que no había ninguna evidencia científica que apoyara esta tesis.

Se trataba de un estudio muy sesgado, en el que se experimentó tan sólo con un grupo de 36 estudiantes. Todos ellos escucharon también una única sonata de Mozart: Sonata para dos Pianos en Re Mayor.

De hecho, en 2010 otro grupo de investigadores de la Facultad de Psicología de la Universidad de Viena, desmontó la teoría sobre el efecto Mozart.

En lugar de hablar de los efectos de una determinada melodía, o de un compositor en este caso, los expertos invitan a considerar la influencia positiva de diferentes tipos de música.

Más allá de Amadeus

En el mundo millones de personas tienen problemas para dormir. A muchas les cuesta conciliar el sueño, se despiertan a menudo durante la noche o experimentan un descanso poco restaurador.

La Universidad de Aarhus y la Academia Real de Música, ambas en Dinamarca, llevaron a cabo en 2015 un trabajo, que mostró el efecto de la música para combatir el insomnio.

Publicado por el Instituto Cochrane, uno de los centros de investigación más rigurosos y prestigiosos del mundo, el estudio llegó a la conclusión de que escuchar de 25 a 60 minutos de música antes de ir a dormir, mejoraba mucho algunos cuadros de insomnio.

La investigación incluyó seis estudios con un total de 314 participantes y examinó el efecto de escuchar música grabada a diario en un periodo de entre tres a treinta y cinco días.

Además, se vio que una de las condiciones para que funcionara era elegir música con un ritmo relativamente lento.

Los autores del estudio aseguran que posteriores investigaciones aclararán cómo la música afecta al sueño de manera más precisa.

De momento, la principal ventaja de usar música para combatir el insomnio es que es un método sencillo, sin efectos secundarios y muy placentero.

Un enfoque completamente diferente

A lo largo del día se van sucediendo diferentes tipos de ondas en nuestro cerebro. Cada una de ellas es el resultado de los impulsos eléctricos de nuestras neuronas.

Así, en función de nuestra actividad unas estarán más activas que otras. Sabemos que las ondas cerebrales están muy relacionadas con las emociones, la actividad y los procesos mentales. De este modo, al escuchar música nuestro cerebro se activa en distintos niveles. Sin embargo, incluso escuchando la misma melodía, cada uno de nosotros realiza evocaciones de vivencias, recuerdos e imágenes completamente diferentes.

La doctora Victoria Williamson es una experta en psicología de la Universidad de Sheffield (Inglaterra), que estudia la capacidad de la música para generar bienestar en diversos ámbitos de nuestra vida.

Ha participado en diversos estudios relacionados con la capacidad de la música para mejorar la calidad del sueño. Sus investigaciones han demostrado que escuchar música «autoseleccionada» es una manera de preparar a nuestro cerebro para el descanso.

Es decir, elegir la música que nos apetece escuchar es más efectivo para ayudarnos a dormir que acudir a ciertas melodías a priori relajantes.

«La música es la vida emocional de la mayoría de la gente».

(Leonard Cohen)

Se trata de un enfoque novedoso que asegura que las personas acudimos a la música para descansar por razones distintas. Nuestros estados de ánimo o lo que ocurre en nuestro organismo en cada momento, determina lo que necesitamos escuchar.

Y en ese punto, los gustos están ligados a toda nuestra experiencia vital y a las percepciones y sentimientos subjetivos de cada uno.

Por eso, la doctora asegura que el mejor consejo que se pueda dar a la hora de elegir música para dormir es confiaren nuestras propias elecciones. Un enfoque instintivo es un primer paso para acertar.

Canción de cuna de ocho horas

El compositor británico Max Richter es el autor de una pieza musical lanzada en 2015 y, cuyo objetivo es «alimentar el cerebro dormido».

Sleep es el nombre de este concierto de ocho horas de duración, en el que Ritcher trabajó junto al neurocientífico David Eagleman, para tratar de dar una respuesta al efecto de la música en el subconsciente durante el sueño.

Aunque se puede escuchar en CD o a través de plataformas digitales y descargas, fue concebida para ser interpretada en directo por la noche y frente a un público acostado.

Y así es como está «nana de ocho horas», inspirada en las noches de insomnio de su autor, recorrió el mundo. En España el concierto tuvo lugar en el verano de 2017 y comenzó a las once de la noche. A las siete en punto de la mañana concluía, completando una noche de sueño.

Quienes han asistido a este concierto, probablemente uno de los más largos de la historia de la música, aseguran que el descanso fue irregular pero la experiencia mereció la pena.

Agradecimientos

  • Jespersen KV, Koenig J, Jennum P, Vuust P. Music for insomnia in adults. Cochrane Database of Systematic Reviews. 2015 Aug 13;(8):CD010459. doi: 10.1002/14651858.CD010459.pub2.

  • Victoria Williamson. How listening to music could help you beat insomnia. University of Sheffield. 18 October 2016.

  • Frances H. Rauscher and Sean C. Hinton. The Mozart Effect: Music Listening is Not Music Instruction. Journal Educational Psychologist. Volume 41, 2006 – Issue 4. Pages 233-238 | Published online: 08 Jun 2010.

  • Jenny Hole, Martin Hirsch, Elizabeth Ball, Catherine Meads. Music as an aid for postoperative recovery in adults: a systematic review and meta-analysis. The Lancet, 2015.

  • Richard Pipes. The Unknown Lenin: From the Secret Archive (Annals of Communism). New Haven and London: Yale University Press. 1999.