Una situación que todos conocemos: en el coche, un día cualquiera, una pareja se dispone a salir de paseo. El hombre, por automatismo, baja la temperatura interna y la mujer reacciona subiéndola e inician la discusión más o menos directa y al «hace frio» sigue la respuesta es: «hace calor» en un diálogo que no permite consenso. Algo que hemos vivido personalmente tantas veces y que ahora está demostrado científicamente: las mujeres buscan una temperatura que es 3 centígrados más alta de la temperatura preferida por los hombres. Un ejemplo de otra de las tantas incompatibilidades entre los dos sexos. Algunos datos muestran que 4 de cada 10 mujeres alza la temperatura de casa sin advertir al marido.

La búsqueda de una temperatura precisa es una predisposición fisiológica determinada por el metabolismo y hormonas. El estrógeno, hormona femenina, adensa la sangre, dificultando su flujo en los capilares, haciendo que la temperatura de la piel sea más baja en las mujeres que en los hombres, sobre todo en el periodo de ovulación, donde la concentración de estrógeno aumenta, considerablemente. En el metabolismo inciden tantos aspectos, como otras hormonas, masa muscular, etc. El flujo sanguíneo además es más alto en los hombres y esto también influencia la percepción del calor.

La conclusión es simple: los hombres sudan y las mujeres tienen frío. Un conflicto que tenemos que reconocer y afrontar. Los vestidos tienen también su importancia, los hombres usan pantalones y camisas apretadas, sin mencionar la corbata y las mujeres prefieren vestidos más sueltos, exponiendo una parte mayor de su cuerpo. Por otro lado, si pensamos en la vida moderna, la temperatura de los ambientes internos está cada vez más controlada y la pregunta es: ¿cuáles son los criterios?

La respuesta es simple. En la mayoría de los casos, deciden los hombres y esto hace que las mujeres tiemblen de frío en las oficinas y centros comerciales. Las discusiones sobre estos temas son ya parte de conflictos laborales y muchas han catalogados las «políticas de administración del ambiente de trabajo» como sexista y al parecer la única solución es separar a los hombres de las mujeres. Pero estas medidas son difíciles de implementar y crearían problemas de productividad y comunicación.

Algunos investigadores especializados en ergonomía, la ciencia que estudia las condiciones de trabajo, están tratando de determinar la temperatura ideal para los «humanos» y por el momento se piensa que esta estaría alrededor de los 22 grados Celsius. Muchas mujeres insisten en que la temperatura ideal es de 24 grados y los hombres prefieren ambientes con una temperatura media de 20 grados.

Por otro lado, tenemos que pensar también a los problemas ambientales a nivel general y esto nos lleva a reducir el consumo de energía, presentando otro conflicto entre la temperatura ideal y la temperatura sostenible para el ambiente. Hay que agregar que si las fuentes de energía eléctrica son los paneles solares o el viento, nos podríamos permitir una mayor flexibilidad, subiendo la temperatura en invierno y bajándola durante el verano.

Otra dimensión interesante es pensar al individuo separadamente e hipotetizar microclimas personalizados, usando nuestros atuendos personales para mantener la temperatura que consideramos como óptima -para nosotros mismos y sin pensar en los demás- con un termostato y fuentes de calor o frio incorporadas a las ropas, que refleje nuestras preferencias y caprichos. Esto no es futurismo, sino una realidad que presenta nuevos exigencias a la industria de la moda.

En fin, podríamos dejar que la tecnología resuelva estos conflictos de género de un modo elegante. Pero el problema persistiría en situaciones, donde desvestirse es parte esencial del juego.