Unos 70 autobuses eléctricos van a comenzar a patrullar las calles de Londres. La electrificación es desde hace años el objetivo de las autoridades municipales británicas, que buscan alternativas más limpias a los míticos autobuses rojos de dos plantas. Estos planes, anunciados por el alcalde de la capital, Sadiq Khan, suponen la mayor flota de autobuses eléctricos que hay en Europa hoy en día, aunque no supondrán, de momento, la desaparición de sus antecesores. Los autobuses eléctricos funcionan con baterías de fosfato de hierro que permiten el transporte durante todo el día con una sola carga. Además de eliminar el óxido nitroso tóxico, los nuevos autobuses 100% eléctricos proporcionarán a los pasajeros nuevas funcionalidades, como puertos de carga USB.

Los autobuses eléctricos serán impulsados por tres empresas diferentes. BYD y ADL (British Alexander Dennis Limited), entregarán, entre los dos, 37 unidades. El pedido de mayor envergadura es el realizado a la empresa Optare, que entregará 31 unidades. El modelo elegido es el Metrodecker EV que tiene una longitud de 10,5 metros y, gracias a sus dos pisos, cuenta con una capacidad de más de 90 pasajeros. Cuenta con un paquete de baterías de tipo LiFePO (fosfato de hierro-litio) con una capacidad energética de 200 kWh. Su autonomía por carga está entre los 170 y los 230 kilómetros, dependiendo del ciclo de trabajo y de la configuración energética del autobús. Para la recarga utiliza corriente trifásica mediante un cargador a bordo de 40 kW de potencia. El tiempo de recarga estimado es de seis horas.

A partir del verano de 2019 los nuevos autobuses eléctricos cubrirán, en exclusiva, dos de las líneas más emblemáticas de la ciudad: la ruta 43 entre Friern Barnet y London Bridge y la ruta 134 entre North Finchley y Tottenham Court Road.

Con cerca de 5.000 millones de viajes, el autobús es el medio de transporte más popular en el Reino Unido. Aun así, asociaciones ciudadanas británicas se quejan de que los políticos no se toman los autobuses más en serio y achacan el problema a que quienes establecen la política de transporte no los usan. Fuera de Londres, la base de usuarios es abrumadoramente de clase trabajadora y, por definición, pobre. La Encuesta Nacional de Viajes muestra que, en Londres, los ricos usan el autobús tanto como los más pobres, pero no así en el resto del país.

El 4 de julio de 1829 se ponía en marcha el primer servicio de bus de Londres, que cubría la ruta entre Paddington y Bank. Se trataba de un carro tirado por tres caballos que contaba con capacidad para una veintena de personas, y era conocido como ómnibus debido a que era un servicio público que admitía a cualquier persona que pagara la tarifa, que era de un chelín. La idea del transporte público fue “importada” de París, ciudad que desde hace años ya contaba con su propia red de buses.

Hoy en día damos por hecho que los autobuses de Londres son rojos, pero lo cierto es que hasta 1907 las distintas compañías privadas que operaban el servicio eran libres de pintar los autobuses en el color que prefirieran. Fue la compañía London General Omnibus la que decidió pintarlos en un llamativo rojo para diferenciarse de sus rivales. Una estrategia que le ayudó a transformarse en el mayor operador. Poco después, y a petición de la policía metropolitana, también se introdujeron los números en los buses para indicar las diferentes rutas que seguían.

La red local de autobuses de Londres es una de las más grandes y extensas del mundo. En la actualidad cuenta con cerca de 7.000 autobuses, que operan en un total de 673 rutas, con 52 servicios nocturnos. Existen algo más de 19.000 paradas y cada día es utilizado por casi 5 millones de personas, produciéndose 1.800 millones de servicios anuales.