Salí a caminar un rato. Me llevé la basura para botarla, controlé la temperatura del apartamento antes de salir y en el piso superior, donde el sol golpea todo el día, había 29 grados. No pongo el aire acondicionado, abro simplemente las ventanas que dan a los balcones y hago circular el aire. Pero afuera hace más calor que adentro y es mejor esperar hasta que el sol se ponga antes de hacerlo. Llegué a la salida, después de bajar la escala vacía y sin ruidos hasta el primer piso. Doblé a la izquierda y nuevamente a la izquierda, siguiendo el parque. Boté la basura. Los periódicos donde se deja el papel, los desechos orgánicos en otro contenedor y el resto indiferenciado en otro más y seguí caminando hacia el oeste, bordeando el parque.

El sol brillaba horizontalmente, casi de frente y era inmenso, una ilusión óptica, pensé, como tantas otras. En el parque jugaban varios grupos de niños y algunos adultos hablaban entre ellos, sentados en los bancos. Otros paseaban con sus perros y yo caminaba, observando a los niños en sus juegos. Llegué al fondo de la calle, que termina en una avenida paralela a la de mi casa. Había poco tráfico, me miré alrededor y volví sobre mis pasos, escuchando siempre a los niños en sus juegos y carreras, mientras le daba la espalda al sol y noté que mi sombra se alargaba lentamente. Ya no soy niño, ya no juego corriendo por los parques.

Observé que había espacio libre para dejar los coches y pensé que muchos habrían aprovechado este fin de semana de fiesta para dejar la ciudad. Decidí volver a casa y esperar que el sol se ponga completamente para abrir las ventanas para sentir el aire y volví a pensar en el tiempo como variable dependiente y que al caminar más rápido el tiempo pasa más lento y que además, estando al nivel del mar, donde la gravedad aumenta, también se hace más lento que en las alturas de las montañas.

El tiempo de la física moderna se contrapone al tiempo existencial, donde pretendemos que sea uno solo, compartido, que se mueve unidireccionalmente del pasado hacia el futuro y donde el presente, el ahora absoluto, sea temporalmente el mismo para todos, cuando en realidad existen infinitos presentes y el tiempo es parte de un continuo espacial, que implica velocidad y masa. Y este, el tiempo, a la velocidad de la luz o en una gravedad absoluta, se contrae y detiene. Quizás sea esta la mejor metáfora de la muerte.

Pero para mí, en este momento, sumergido en la linealidad ilusoria de lo cotidiano, son las 20:20 de un viernes de junio con un sol que enrojece y pienso si existe un plano de convergencia, donde la noción del tiempo en la vida cotidiana y el tiempo como variable en la física moderna se cruzan. Y mi conclusión es que son tiempos de dimensiones paralelas y que sólo se unen en la muerte, que no es más que la negación total de tiempo existencial. Y la luz lejana de la primera estrella que percibo al horizonte es un mensaje de un pasado lejano, que se funde en mi presente y en mi futuro, porque al verla nuevamente es el futuro mismo que se vuelve pasado y a las 20:25 del mismo día viernes observo la misma estrella desde un presente que físicamente no existe.