Negar la tecnología parece hoy en día ir en contra corriente: ¿quién no tiene un smartphone o una tablet? Aunque eso sí, si no se renueva periódicamente, se va a quedar rápidamente obsoleto.

Cada día los dispositivos son más rápidos, con una cámara de una mayor precisión y una memoria de una capacidad impensable apenas hace unos años, pero: ¿realmente necesitamos tanto?

Algunos investigadores han señalado que, realmente, a diario apenas usamos cuatro aplicaciones en nuestro smartphone, a pesar de poner tener docenas de ellos instalados a la vez.

La memoria de la computadora excede con mucho nuestras pretensiones por mucho que guardemos en su disco duro, entonces ¿para qué tanto?

De hecho, en los últimos años, por parte de determinados colectivos han empezado a señalar la necesidad de «limitar» el acceso de la tecnología a los menores de una determinada edad, argumentando que eso puede afectar a su creatividad y su desarrollo; aunque todavía no se trata más que de opiniones, ya que más que limitar habría que educar, de forma que fuese una herramienta que ayude al menor en su desempeño académico.

Si bien la tecnología que se puede encontrar en cualquier hogar ha avanzado mucho, lo ha hecho mucho más aquella que se encarga del procesamiento de grandes datos, lo que ha dado lugar a grandes avances que hasta hace unos años era impensable, sobre todo ante casos tan graves como la enfermedad de Alzheimer, que durante muchos años ha sido difícil de diagnosticar en sus primeras etapas, limitando así la eficacia de la intervención.

A este respecto se han hecho grandes avances, como los llevado a cabo por el Departamento de Psicología, junto con el Departamento de Ciencias de la Computación de Universidad de Swansea (Inglaterra) y el Departamento de Ciencia Cognitiva de la Universidad de Malta (Malta) cuyos resultados han sido publicados en el 2016 en la revista científica Journal of Alzheimer's Disease.

En el estudio participaron veintitrés adultos, once de ellos con edades comprendidas entre los 18 a 30 años (grupo de jóvenes); el resto mayor de 65 años (grupo de ancianos).

A todos ellos se les administraron una serie de pruebas psicológicas a través de una tablet, empleando la programación de MILO.

Se evaluó tanto la destreza en las pruebas registrada por el propio programa, como la experiencia subjetiva del usuario a través de un grupo de discusión posterior a la prueba.

Los resultados indican sobre la facilidad de uso por parte de los jóvenes frente a los mayores, incluso algunos mayores tuvieron dificultades físicas a la hora de responder con el Ipad, debido a problemas articulares como la artritis.

Igualmente se observó en los jóvenes un efecto lúdico en las pruebas, considerándolo como una especie de juego y no tanto una prueba psicológica.

Los autores esperan mejorar el diseño de las pruebas con las ideas obtenidas tanto en el grupo de jóvenes como de adultos, para diseñar e implementar pruebas neuropsicológicas válidas para la tercera edad superando las limitaciones físicas de estos.

En la medida que este desarrollo funcione, cada uno podrá autoadministrarse las tareas asignadas por el especialista para mantener en la medida de sus posibilidades las habilidades y capacidades intactas o por lo menos evitar la pérdida producida por la enfermedad de Alzheimer.

Por tanto, la tecnología bien usada puede proteger la salud de las personas; por ello es importante educar, en el caso de los menores, a saber sacar el mayor provecho de la misma.