«Scientists are responsible for truth, knowledge, wisdom, and understanding».

(Stephen Fretwell, 1975)

Estudiar ecología actualmente no es solo lidiar con muchos conceptos donde a los biólogos se nos comienza a enredar el cometa de las ideas acerca de cómo la naturaleza se relaciona. Tampoco es una serie de eslóganes preservacionistas del ambiente que sirvan de sustento para un justo o exagerado reclamo de la valida conservación de nuestros ecosistemas. La ecología del siglo XXI es filosofía y matemática pura que intenta reorganizar teorías e hipótesis que expliquen el millonario universo de la biodiversidad y esto en parte se debe a un hombre: papá MacArthur, como muchos le dicen con admiración y afecto.

Muy cierto que el abuelo de la ecología sea el naturalista alemán Ernst Haeckel, acuñador de la noción a partir de dos palabras de origen griego: oikos (casa) y logos (vocablo de significación múltiple: palabra, razón, discurso, medida, pero también estudio), de modo que ecología significa literalmente estudio de la casa, es decir nuestro ámbito local, nuestra región e incluso el planeta. Acompañado de su fabuloso libro ilustrado Kuntsformen der Nature, el cual muy seguro estaba inspirado en el Art Noveau de esos años finales del Ochocientos e inicios del Novecientos. En ese siglo XIX los naturalistas se dedicaban casi exclusivamente, y con merecida razón, a entender qué era cada especie, cómo se reproducían y funcionaban. E incluso esto llevó a la teoría de la evolución orgánica por selección natural a manos del inglés Charles Darwin.

Sin embargo, fue a inicios de 1910 cuando los primeros ecólogos comenzaron a indagar en profundidad acerca del cómo se relacionaban esas especies entre ellas y su medio ambiente. Actualmente es un mantra decir que el padre actual de esta disciplina es George Evelyn Hutchinson (1903-1991), ya que este otro británico, ganador de la Medalla Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, es el autor de la mayoría de los teoremas y ecuaciones que rigen las interacciones entre los seres vivos.

Fue un alumno del Dr. G. E. Hutchinson en la Universidad de Yale quien estaría destinado a brillar tanto como su mentor, un joven nacido en abril de 1930 en Canadá y criado al sur de Vermont. Bastante delgado, de altura media, tímido en su forma tan pausada de hablar, pero de buen aspecto como lo describían sus colegas, llamado Robert Helmer MacArthur. Bob, como le decían, no podía tener maestros más inspiradores: su madre bacterióloga, su progenitor genetista catedrático de la Universidad de Toronto, y un excelente profesor de matemática de nombre Allan Paine en su bachillerato. Aunque también debieron ser las praderas y bosques de su niñez en Canadá y el pueblo de Marlboro en los Estados Unidos que inspirarían su amor por la naturaleza e intentar responder las leyes que la gobernaban.

En el año 1953 Bob obtuvo su Maestría en Matemática con los honores más altos en la Universidad Brown, luego persiguió el doctorado en Biología de Yale. Su tesis doctoral de 1958 fue algo realmente innovador, Bob estudio cinco especies de aves llamadas en ingles Warblers, currucas o reinitas (Dendroica spp.). Su pregunta, y la cuestión que tenía a la ecología de comunidades girando, era: ¿qué factores controlan la abundancia de especies y evita que se exterminen al competir entre ellas?

La forma de abordar el dilema fue muy simple, aunque trascendente; y esto se suma al otro paradigma de la ecología: los nichos; es decir el rol que juega cada especie en su comunidad. Y allí no es redundante otra pregunta: ¿cómo cinco especies diferentes de reinitas comparten el mismo nicho?

La respuesta la obtuvo siguiendo el comportamiento de cada especie de reinitas sobre los pinares norteamericanos. De forma análoga a como Darwin con los pinzones en las Islas Galápagos determinó que la selección natural daba origen a nuevas especies, MacArthur notó que cada reinita no competía por los recursos de las coníferas. Diferentes especies, aunque con nichos similares podían coexistir en sitios distintos incluso del mismo pino. Bob fue más allá al matematizar esta relación de coexistencia. En la década de 1920, científicos europeos habían derivado ecuaciones para la competencia y la «lucha por la existencia» como le decía el famoso ecólogo ruso Georgi Gause. Las fórmulas de MacArthur demostraron posteriormente con el modelo de la Vara Partida, que la compartición de recursos es posible y no siempre ocurría la Exclusión Competitiva.

Mientras Bob estudiaba se casó con Elizabeth Bayles Whittemore, con quien tuvo una hembra y tres varones. De su vida familiar sabemos dedicaba gran parte del día en casa, únicamente cuando se desocupaba retomaba sus investigaciones. Al graduarse de Yale fue a trabajar como profesor asistente en la Universidad de Pensilvania donde llego hasta el escalafón más alto en 1965. Por su artículo sobre las reinitas, MacArthur recibió el Premio Mercer de la Sociedad Ecológica de América. Bob decía que no todo era matemático, estaba también la búsqueda del arte y más aún encontrar patrones que se repiten de manera de buscarles su explicación.

En un viaje que realizo en barco, y siempre observando aves, noto el patrón de abundancia de las mismas entre el continente y las islas. Esta quizás obvia distribución para los demás, pero no para él, lo llevo a escribir junto al entomólogo Edward O. Wilson el libro The Theory of Island Biogeography en 1967, texto de enorme influencia en la ciencia ecológica. Dos años más tarde fue electo miembro de la Academia Nacional de Ciencias.

De la Universidad de Pensilvania pasó a la más renombrada Princeton en 1971, allí se enteró tenía cáncer renal terminal, sabiendo le quedaba menos de un año se dedicó a escribir su segundo texto Geographical Ecology. Trabajo incluso desde la cama para completar el libro donde lo ayudó su primer coautor muriendo el primer día de noviembre de 1972 en Nueva Jersey a los 42 años. Aparte de su familia, dejó un legado trascendental para los estudios biológicos, escribió aparte unos 51 artículos científicos, dejo también colegas amigos discípulos quienes siguieron las investigaciones con famosos apellidos como: Levin, Rozensweigh, Fretwell, Pianka, May, Lack, Connell, y por supuesto su tutor Hutchinson.

Robert MacArthur tuvo detractores, incluso algunos lo llamaron charlatán. No obstante, él mismo encontraba errores en su trabajo para enmendarlos haciendo más preciso sus aportes antes de que fueran publicados. El positivo balance final es que su nombre en la historia de las ciencias siempre aparecerá tanto en la ecología de los años por venir como incluso los vínculos con la evolución y la geografía.

Referencias

Fretwell, S. 1975. The impact of Robert MacArthur in Ecology. Ann. Rev. Ecol. Syst. 6:1-13.
MacArthur, R. H. 1958. Population ecology of some warblers of northeastern coniferous forests. Ecology 39:599- 619.
Toomey, D. 2013. A Search for Patterns: The Life of Robert MacArthur. Potash Hill, 9:2-7.
Wilson, E. & G.E. Hutchinson. 1989. Robert Helmer MacArthur. A biographical memoir. Proc. Nat. Acad. Sci. 11pp