Hay momentos clave que definen una trayectoria, un final o un inesperado renacer. El 31 de diciembre de 2018 supuso, técnica y económicamente, el fin de la minería del carbón en España. El final de una época, de un modelo económico e industrial de desarrollo fuertemente dependiente de los hidrocarburos para avanzar hacia un futuro incierto aún, pero basado en una mayor calidad ambiental y eficiencia energética. El canto de cisne a una forma de vida común en Alemania, León, Asturias o Polonia. Incluso el adiós definitivo a una de las bases de la actual UE: el comercio del carbón.

Paradójicamente, el inicio del 2019 a través de la mediática operación de rescate del pequeño Julen en un pozo abierto en Totalán (Málaga) llevó a la máxima relevancia informativa a nivel nacional e internacional la labor callada de una parte de los trabajadores de esa industria en desuso y el orgullo de toda la familia minera: la Brigada Central de Salvamento Minero de Asturias, con sede en el Pozo Fondón (Sama de Langreo). Tras una angustiosa operación de rescate casi contrarreloj, todo son parabienes e interés por la labor de este cuerpo de trabajadores altamente cualificados y especializados en rescates de trabajadores, enseres, y operaciones de extinción de incendios en la mina.

Su labor viene desarrollándose ininterrumpidamente desde 1912 cuando la empresa Duro Felguera, establecida en La Felguera (concejo de Langreo, Asturias) junto con otras empresas explotadoras constituye una Brigada de Salvamento Común que desembocará en la Asociación de Salvamento de las Minas que gestiona la Brigada y hoy en día está participada tanto por la administración regional del Principado de Asturias, Hulleras del Norte S.A. (HUNOSA), y otras empresas explotadoras siendo HUNOSA la que aporta el personal y las instalaciones al ser la que tiene explotaciones vigentes a día de hoy.

Postulados al Premio Princesa de Asturias, con propuestas para su futuro – el sindicato mayoritario minero SOMA-FITAG- UGT ha desvelado la opción de desarrollar un Centro Nacional de Entrenamiento en Rescates en base a su labor- la Brigada vive un momento de máximo reconocimiento. Ya premiados en 1972 con la medalla al Mérito en el Trabajo, y colaborando desde 2004 con el servicio de Emergencias del Principado de Asturias parece que su labor no desaparece con la minería. ¿O sí? ¿Son esas propuestas realistas?

Nadie mejor para explicarlo que un ex jefe de este cuerpo de trabajadores de élite, Jesús Ángel Sierra, ingeniero técnico de minas que dirigió este equipo de 1994 a 1999. Según él mismo afirma, la base de sus trabajadores se forma a través de su desempeño y desarrollo profesional en la mina. A posteriori y en base a su cualificación tras años de experiencia esos mismos trabajadores pueden postularse a entrar en este equipo de élite tras superar unas pruebas específicas. Sólo en cuanto al equipo necesario para intervenir hablamos de una media de 24 kilos de peso y la presión de un trabajo en espacios angostos y ambiente irrespirable. Hay un tope de edad para desarrollar su labor (40 años), un trabajo que no es igual al de un bombero que se forma en la calle. Es necesario el desempeño en la mina para contar con esa experiencia práctica. Si tenemos en cuenta que en Asturias quedará abierto el pozo San Nicolás y las explotaciones de Carrio y Aller que sólo se dedican a la recuperación de materiales cerrarán en dos años, la incertidumbre está muy presente y las opciones, por muy optimistas que sean, son mínimas. A lo único que pueden atenerse es que siguiendo la legislación vigente – el reglamento de Policía Minera de 28 de enero de 1910 publicado por el rey Alfonso XIII que sienta las bases de la actividad de la Brigada- si hay una explotación abierta su labor debe mantenerse, aunque el coste es muy elevado y la formación en cuanto a nuevos profesionales que reemplacen a los existentes sea limitada puesto que la actividad minera en sí está acabada.

Han superado incendios de meses de duración, como el del pozo Monsacro, han entrado en galerías incógnitas de la guerra de la Independencia para rescatar a compañeros en Palencia, han tenido que robarle a la mina los cadáveres de compañeros y amigos, como en el caso de los 14 del pozo Nicolasa.

Las incógnitas sobre el futuro de la Brigada están inscritas en su propio escudo, que incluye el alfa y omega, el principio y el fin del escudo asturiano junto con los elementos básicos del trabajo en la minería. La nostalgia es hermosa, pero no deja ver bien la realidad para mirar al futuro. Los ases con los que cuenta en este punto sin retorno la Brigada de Salvamento Minero son el reconocimiento y el interés social y político por su labor, que les lleve a desarrollar una propuesta realista para su continuidad. No son héroes, son gente común formada en un oficio específico, curtida en un trabajo no apto para todo el mundo, capaces de superar desafíos. Éste es uno más en sus 107 años de exitosa historia.