La personalidad es un concepto basado en aquello que pensamos, sentimos y actuamos de forma más o menos constante en el tiempo, lo que confiere cierto «estilo» personal diferenciable de otros individuos.

Así, en cada acto que realizamos se deja cierta forma de proceder que puede ser identificable y diferenciador de otros.

Por ejemplo en el caso de la firma, e incluso cuando se escribe un texto, cada persona puede hacerlo de una manera diferente.

Y lo mismo cabe pensarse en el uso de Internet y las herramientas tecnológicas que estas permiten, ya sea en cuanto a búsqueda se refiere o en el tipo y forma de relacionarnos con otros a través de ello, pero: ¿es posible determinar su personalidad basado en Instagram?

Esto es lo que ha tratado de averiguarse con una investigación realizada por la Universidad Autónoma de Barcelona.

En este caso no se ha realizado una investigación con personas, sino que se ha entrenado a una red neuronal a «leer» imágenes y hashtags, para correlacionarlo con los resultados de personalidad del Big Five.

Los resultados muestran que después de un tiempo de entrenamiento la red neuronal es capaz de determinar con un 77,% de acierto la característica extraversión de las imágenes con texto de Instagram mientras que de Neuroticismo únicamente con un 69,6%.

Este es un ejemplo de una reciente línea de investigación que trata de esclarecer si también en Internet somos diferenciables tal y como en la vida «real», obteniendo que existe consistencia entre cómo actuamos y nos comportamos en «ambos» mundos.

De hecho algunos estudios van orientados en la detección de problemas de salud mental según el uso que se le dé a la tecnología, sirviendo de esta forma para prevenir, por ejemplo, la depresión o el suicidio.

Además se ha encontrado cómo, en casos de personas con baja autoestima, el contactar y recibir el apoyo de otros por Internet va a incidir positivamente en su estado de ánimo, ayudándole a pasar determinadas etapas más complicadas en su vida.

Al menos así lo afirma un estudio de la Universidad de Nueva Inglaterra (Australia) publicado en Open Journal of Depression donde se analiza el efecto de las redes sociales en la depresión.

En el estudio participaron 98 estudiantes, 52 hombres y 44 mujeres, de edades comprendidas entre los 12 a 18 años, siendo evaluados en dos momentos diferentes todos ellos habituados al manejo de las redes sociales. Se realizaron cinco medidas diferentes, con la escala sobre el uso compulsivo de Internet; subescala de Depresión de la escala de Depresión, Ansiedad y Estrés; escala sobre la tendencia a «copiar» los comportamientos de otros; escala de la satisfacción sobre sus relaciones sociales; y una final sobre la autoestima.

Los resultados son claros, encontrando que sólo cuando se produce un uso compulsivo de Internet sí existe una relación de protección con respecto a la depresión, no hallándose dichos efectos positivos en los usuarios que lo usaban de forma esporádica.

Probablemente la mayor implicación del joven cuando se trata de un uso compulsivo haga que también los efectos sean más intensos, en este caso de protección hacia la depresión, debido al apoyo social percibido a través de las redes.

Por tanto, Internet se convierte en un vehículo donde expresarse como cada uno es, a la vez que una vía de salud mental para sus usuarios.