Un tema interesante. La innovación y los cambios tecnológicos aumentan rápidamente y sus repercusiones en la vida cotidiana son cada vez mayores. Algunas de estas innovaciones representan mejoras para algunos, pero para otros comprometen la sensación de seguridad personal, amenazando sus condiciones de vida y alteran las imágenes que tienen del futuro. Al mismo tiempo, una representación negativa a los cambios es siempre predominante por disposición biológica y resistencia personal. Esto agrava los problemas, incrementando miedos. Por otro lado, se habla de una robotización absoluta de muchas actividades, esto en parte, es una exageración. El desplazamiento de los sectores menos calificados del mercado laboral ha sido constantemente un riesgo y el problema mayor es la incapacidad de actualizarse y recalificarse profesionalmente. Proceso que debería que durar toda la vida.

Siguiendo estas tendencias, concluyo que desgraciadamente la percepción de los cambios está contaminada por factores ideológicos y emocionales, que no reflejan la realidad. El miedo es exagerado, se acentúan los posibles aspectos negativos y se ignoran al mismo tiempo los positivos. La tecnología utilizada en los procesos productivos, implica un aumento de la productividad en general y esto incide en la riqueza disponible y a menudo mal distribuida.

El impacto general de las innovaciones en el medio ambiente tiende a reducir la contaminación y deterioro con una incidencia inferior o neutra. La electrificación de los coches es sin duda un ejemplo de esto. Además, el uso de nuevas soluciones tecnológicas se está reglamentando y a nivel social se puede incidir en ello, reduciendo el impacto negativo, sobre todo a nivel de consumo, de uso personal o laboral. Esta perspectiva importante tiene que ser rescatada y tenemos que participar activamente, eligiendo el tipo de sociedad en que queremos vivir, ya que la tecnología es un medio y la posible causa de los «males» no proviene de ella, sino de las condiciones en que es aplicada.

La sustitución del trabajo manual con robots de todo tipo, que no son más que maquinas más avanzadas, no es en sí un problema. La causa de los miedos concierne directamente a la distribución de ingresos. Algunos Gobiernos están evaluando la posibilidad de aplicar impuestos especiales al uso de robots para crear un fondo de reeducación, que permita recalificar a las personas remplazadas por el avance tecnológico.

El incremento de la productividad es, en el presente, sobre todo resultado de la integración de los procesos productivos en las cadenas de producción. Muchas tareas «redundantes» dejaron de ser necesarias y la cantidad de unidades producidas por persona crece significativamente. Desde el inicio del uso de los ordenadores, posteriormente con la internet y la mayor capacidad de elaboración de datos, se ha postulado una sustitución importante de trabajadores por maquinas. Esta sustitución no se ha visto en gran escala y los sectores donde se ha reducido el trabajo son las minas de carbón y otras áreas, donde los costos de extracción son altos o penalizados por la legislación vigente.

La mal llamada inteligencia artificial ha existido como proyecto por más de medio siglo y su uso principal en estos momentos está limitado al data mining. El impacto de la inteligencia artificial y la robotización en los lugares, donde se produce y usan sistemáticamente estas tecnologías, coexiste paradojalmente con altos niveles de ocupación.

Es verdad, el mundo cambia como cambia la sociedad, pero esto no es exclusivamente una amenaza sino que también una posibilidad y como algunos afirman ante un trabajo repetitivo y sin sentido es mejor buscarse otro trabajo que permita crecer profesionalmente y mejorar las condiciones de vida. La tecnología es un producto social y tiene que ser administrada por la sociedad sea en sus aspectos negativos como positivos y el miedo es una barrera que hay que superar, convirtiéndonos en protagonistas de nuestro futuro personal.