No ha finalizado el primer semestre de cada año cuando ya los carismáticos y filantrópicos bonachones de la sapiencia universal nos hacen entrega de un sorprendente regalo para dormirnos un poco más dentro del somnífero despertar que aún nos mantiene en estado duermevela.

Entre pánico, furor y terrorismo mediático nos obligan a seguir sus directrices para tantearnos a ver qué tan vulnerables y sensibles somos ante hechos ficticios o reales de envergadura mundial. Lo cierto es que algo está sucediendo pero tenemos que tratar de buscarle las explicaciones en su esencia más profunda. Se prenden las alarmas y si hay víctimas reales el asunto es muy serio, pero así como es serio el asunto, también se le debe dar seriedad al estudio desde el punto de vista científico para darles solución al problema a la mayor brevedad e impedir que sigan afectándose nuevas personas.

Primeramente nos preguntamos ¿a quiénes les corresponde recibir el neonato de este enigmático personaje que viola los protocolos establecidos para poderlo catalogar como tal e incluirlo en las respectivas fichas taxonómicas? Por lo general las comadronas de turno son el Centro para el Control y Diagnóstico de Enfermedades de Atlanta (EEUU), el CDC por sus siglas en inglés, y en Europa el Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC).

Algo muy serio es que a nivel mundial ningún país a través de sus respectivos Ministerios de Salud ordene a las academias y ciencias de la salud validar y a verificar la información para detectar la presencia real del patógeno (en este caso el virus) para que se hagan las respectivas pruebas, se utilicen los procedimientos establecidos en los protocolos científicos , como es natural a pesar de que los postulados de Koch inicialmente se aplicaron para patógenos por bacterias se generalizó su aplicación para los virus. Los postulados expresan lo siguiente:

  1. El agente patógeno debe estar presente en cada caso de la enfermedad en las condiciones propias y ausente en las personas sanas.
  2. El agente no debe aparecer en otra enfermedad de manera saprófita o de manera fortuita.
  3. El agente debe ser aislado del cuerpo en cultivo puro a partir de las lesiones de la enfermedad.
  4. El agente debe provocar la enfermedad en un animal susceptible a ser inoculado.
  5. El agente debe ser aislado de nuevo de las lesiones producidas, en los animales de experimento.

Debemos conocer a través del diagnóstico del análisis clínico de laboratorio la presencia real del virus y no mediante un test rutinario ya que esto no se constituye en un procedimiento científico sino estadístico referencial y convencional. Además debemos identificar el tipo de toxina que presuntamente está produciendo esa sintomatología para tratar de establecer si realmente se trata de un virus o por el contrario estamos ante un ataque bioterrorista causada por alguna sustancia tóxica (agente químico) lanzada contra la humanidad.

Por consiguiente, los test o las pruebas que se están utilizando actualmente para diagnosticar el coronavirus, carecen de contenido científico y dejan más incertidumbre que aclaraciones y así es muy difícil para la ciencia médica solucionar el problema.