El confinamiento, por paradójico que parezca, me ha ayudado a conocer gente nueva. Una de estas es Alan Crawley, licenciado en psicología y, como yo, un amante de la comunicación no verbal. Juntos hemos estado charlando de lo que va a pasar con nuestra manera de relacionarnos por culpa del coronavirus y le he preguntado: ¿qué va a pasar con nuestra sonrisa? Este artículo es su respuesta.

Si la Mona Lisa tuviera mascarilla, ¿sería la pintura famosa que es hoy? Julia Roberts, catalogada por los medios como la «reina» de la sonrisa, ¿sería contratada para actuar en un papel que requiera usar tapabocas durante toda la película? Y qué decir del expresidente Obama, político norteamericano aclamado por su carisma y sus amplias sonrisas ¿no es así? Los tres ejemplos anteriores son evidentes pruebas de que la sonrisa tiene un impacto significativo en las impresiones: en el arte, cine y la política.

Pueden decirse varias cosas interesantes sobre la sonrisa. Según los estudios, esta es la acción facial más fácil de detectar a distancia, hasta unos impresionantes 90 metros. Es también la expresión de la cara más reconocible a nivel mundial. Además, sonreír trae beneficios: hacerlo más a menudo hace que una persona sea vista como más atractiva y confiable. Entonces, resulta obvio que esta acción debe tener funciones muy importantes en la vida cotidiana si es la más visible a distancia, identificable entre culturas y valorada como agradable.

Las personas sonríen cuando están contentas, entusiasmadas, orgullosas, satisfechas, al compartir, pero también lo hacen en momentos de malestar tales como al experimentar vergüenza, frustración, nerviosismo, dolor, melancolía y otros estados «negativos». Reducir la sonrisa a la «alegría» es limitar su complejidad.

¿Sonrisas verdaderas y falsas?

Durante el siglo XIX el renombrado anatomista francés Duchenne du Boulogne estimuló eléctricamente los músculos faciales de sus pacientes hasta dar con algunos descubrimientos sorprendentes. Quizá el más importante de todos es que las sonrisas humanas se producen por la acción simultanea de dos músculos: el cigomático mayor y el orbicular de los ojos. El primero es el que eleva las comisuras, el segundo produce las famosas «patas de gallo» al costado de los ojos.

En honor a su descubrimiento el Dr. Paul Ekman, autoridad de la comunicación no verbal, acuñó el término sonrisa de Duchenne para describir las sonrisas que se producen con la acción de ambos músculos, es decir, cuando la boca y los ojos «sonríen». En cambio, la sonrisa social o mal llamada falsa, es aquella en que solo se mueven los ángulos de la boca, pero se mantiene inmóvil la musculatura que rodea los ojos. Durante un tiempo se creyó que estas sonrisas de Duchenne eran imposibles de realizar a voluntad, y, por lo tanto, sinceras. Sin embargo, estudios recientes indican que en las películas de Hollywood un 74% de las sonrisas son de Duchenne y fuera del set 8 de cada 10 persona puede hacer la expresión a voluntad. Básicamente, se puede fingir esta sonrisa. Lo que es aún más importante: ¡hacer esta sonrisa de Duchenne favorece a que los demás te evalúen más positivamente!

Nuestra expresividad se ve realmente limitada ahora que nuestra cara está parcialmente bloqueada por las mascarillas. Ya no se puede sonreír sutilmente para indicarle a otro que se le está escuchando o hacerle entender sutilmente que nos gusta. Las mascarillas ocultan las sonrisas, pero no nuestros ojos.

La utilidad social de la sonrisa ha dejado de ser la misma, al menos por un tiempo. Mientras tanto, podemos compensar esta limitación con asentimientos de la cabeza, pero mejor aún, si vas a sonreír, recuerda: sonríe también con tus ojos.