Muchos son los cambios que ha tenido que hacer frente la sanidad a nivel mundial, cada país implementando distintas medidas encaminadas a reforzar el sistema sanitario antes de que llegue la pandemia, cuando todavía no contaban con contagiados, o tratando de evitar el colapso del sistema cuando ya estaban sufriendo sus efectos.

Una de las medidas que mayor sorpresa generó al principio de la pandemia es al ver cómo China creó de la nada un hospital con capacidad para 1.000 pacientes, y en sólo 10 días, aspecto que se convirtió en un hito dentro de la sanidad al poner a disposición de la población tal cantidad de camas.

Si bien cada país ya sea adoptando políticas de prevención o ante la falta de camas disponibles, ha ido aumentando en los hospitales su capacidad de atención a pacientes con un mayor número de camas, en el caso de España se superó el hito de China, al montarse por parte del personal del ejército en tan sólo 48 horas un hospital de campaña con capacidad para 5.500 pacientes en las instalaciones de la Institución Ferial de Madrid.

Actuaciones como la comentada en IFEMA se han sucedido a menor escala en distintas provincias como medida para incrementar la capacidad de atención hospitalaria y con ello evitar la quiebra del sistema que se alcanzaría cuando el número de personas que requiriesen el ingreso no pudiesen tener acceso por no haber camas disponibles.

Otras medidas de las adoptadas desde diversas comunidades autónomas fue la de ir a residencias y centros especializados a reclutar a los médicos para que trabajasen en los hospitales; e igualmente realizaron convocatorias públicas para reincorporar a jubilados, y contratar a nuevo personal entre los que aprobaron, pero no obtuvieron plaza de MIR, medidas encaminadas a reforzar las plantillas con lo que dar una mejor atención hospitalaria a los pacientes con covid-19, pero además se adoptaron otras que influyeron decisivamente en los pacientes, especialmente aquellos que tenían enfermedades crónicas y fue en cuanto a la restricción de movimiento de los ciudadanos que no trabajasen en sectores esenciales.

Esto trajo consigo el cierre de los centros de día, consultas privadas e incluso se vio afectada la atención presencial que venían recibiendo estos pacientes.

Una situación inaudita que ha hecho que los profesionales de la salud tengan que «reinventarse» llevando a cabo la atención por vía telemática o telefónicamente, con lo que evitar el desplazamiento de los pacientes, para lo que se ha apoyado en una de las áreas más modernas de la sanidad, la telemedicina, en donde se aprovechan los avances tecnológicos más recientes aplicándolo en la atención de los pacientes.

Esta área ofrece innumerables ventajas tanto para los pacientes como para los profesionales que la emplean; para los pacientes ya que no necesitan trasladarse al centro asistencial u hospitalario para las revisiones periódicas, pues puede ser supervisado su progreso desde su propio domicilio; para los profesionales por que les permite atender a los pacientes allá donde se encuentren, reservando las visitas o la atención presencial en los centros de salud ante casos que se compliquen.

Para esta atención únicamente se requiere de una computadora y una conexión a internet, y el empleo de programas tan popularizados como el Skype o Zoom que permite videoconferencias entre paciente y médico.

Aunque si se trata de la supervisión de la salud del paciente, este además suele requerir de algún aparato conectado a internet que envíe la información en tiempo real o cada determinado tiempo para poder realizar el seguimiento al mismo.

Algo pensado inicialmente en algunos países para las zonas rurales, donde en ocasiones la atención médica es irregular debido a las distancias, pero que rápidamente se ha extendido a las ciudades dada las grandes ventajas comentadas, pero ¿Se puede monitorear la evolución de enfermedades tan graves como el Párkinson a distancia?

Esto es precisamente lo que se ha tratado de averiguar con una reciente investigación realizada conjuntamente desde el Instituto de Matemáticas junto con el Centro para la Industria y las Matemáticas Aplicadas de la Universidad de Oxford (Inglaterra) y el Instituto de Ciencia del Habla y el Lenguaje de la Universidad de Colorado junto con el Centro Nacional de Voz y Habla (EE.UU.) cuyos resultados acaban de ser publicados en la revista científica Middle-East Journal of Scientific Research.

En el estudio participaron 42 pacientes diagnosticados con la enfermedad de Parkinson con una edad media de 65 años, los cuales fueron monitorizados a distancia empleando el sistema denominado Intel At-Home Testing Device (A.H.T.D.), el cual recogía información sobre la frecuencia e intensidad de los temblores, así como la lentitud motora y los problemas en el habla, además el dispositivo permitía comunicarse con su doctor a través de la voz. El registro se realizó durante seis meses, tras los cuales se llevó a cabo un análisis matemático al respecto. Los resultados muestran que se puede monitorizar a distancia a pacientes de Párkinson con una eficacia del 95%.

Aunque el sistema no es perfecto, permite una mayor independencia a los pacientes, que no tienen que estar pendientes de la visita periódica al médico.

Igualmente, el monitoreo permite conocer si se produce un empeoramiento del paciente, sin tener que esperar al día de la cita con el especialista, pudiendo intervenir de una forma más rápida y efectiva.

A pesar de estos antecedentes, el uso de dicho dispositivo todavía no está popularizado, por lo que la información la recibe el médico en sus «visitas virtuales» donde o bien el paciente o su familiar informan del progreso de la enfermedad, de la presencia de nuevos síntomas o del agravamiento de alguno previo.

Actualmente y a pesar de la «vuelta a la normalidad» algunos centros asistenciales se están planteando mantener alguna de estas medidas adoptadas de telemedicina para buena parte de sus pacientes, debido a la eficacia mostrada durante el confinamiento.