¿Sabías que los niños que pasan más de dos horas diarias frente a las pantallas retrasan y perjudican el desarrollo de sus habilidades cognitivas, motrices, sociales y emocionales? El exceso de exposición de los niños a las pantallas de televisores, computadoras, tabletas y teléfonos móviles puede afectar de forma negativa su atención, comunicación, afectividad, autoestima, lectura, creatividad, visión, sueño, entre otras cosas. Con el tiempo, estos niños pueden convertirse en adolescentes con problemas de ansiedad, depresión y estrés.

Con base en investigaciones y estudios realizados, muchas instituciones pediátricas y científicas de todo el mundo convergen en que, en ningún caso, debería haber algún tiempo de exposición a pantallas en niños menores a los 24 meses de edad. Asimismo, la Asociación Americana de Pediatría, junto con otras entidades, considera que, a partir de los dos años, el uso de pantallas no debería ser mayor a dos horas diarias entre los menores y que los contenidos siempre deben ser de alta calidad didáctica y adecuados para su edad.

También, es pertinente saber que estas bien fundadas recomendaciones no tuvieron en cuenta situaciones como pandemias, cuarentenas y toques de queda, los cuales afectan hoy en día a muchos países. Sin embargo, hay que dejar en claro que, a tempranas edades, las pantallas no educan. Lo que construye y nutre el desarrollo de un niño es la atención de los padres, la enseñanza, el cuidado, la relación afectiva, el contacto, los buenos hábitos, los valores, la interacción con otras personas y el ejemplo que les brindamos a nuestros hijos todos los días.

Debemos tener en cuenta que, hasta los tres años, el cerebro de los niños se desarrolla de manera veloz y que son muy sensibles al entorno que les rodea. Por tal motivo, no podemos confiarle el entretenimiento ni, mucho menos, la educación de nuestros hijos a simples pantallas, ya que estas no pueden ofrecerles experiencias vivas, interacción real, estímulos frente a un gesto o a una sonrisa, contacto, olores, sabores, ni la voz de sus seres queridos.

Madigan, Browne, Racine, Mori y Tough (2019) publicaron un estudio en la revista JAMA Pediatrics donde hicieron un seguimiento a bebés desde su nacimiento y comprobaron que, cuanto mayor era el tiempo pasado frente a pantallas entre los dos y tres años, peor era el desempeño de estos niños a los cinco años (al realizárseles evaluaciones de desarrollo). «Cuando los niños pequeños están observando pantallas pueden perder oportunidades importantes para practicar y dominar las habilidades interpersonales, motoras y de comunicación» (pp. 244 - 250).

Por su parte, Winterstein y Jungwirth (2006) evaluaron a casi 2 mil niños de cinco y seis años, a quienes agruparon de acuerdo con el tiempo que pasaban diariamente frente a la pantalla y les pidieron que dibujaran una figura humana. Los resultados arrojaron que los dibujos de los niños que consumían menos de una hora diaria de pantallas estaban hechos con más detalle, expresión y similitud con la realidad, mientras que los dibujos de los niños que consumían más de tres horas diarias de pantallas estaban hechos con pobres trazos y poca creatividad (pp. 205 - 211).

Aparte de los resultados de las investigaciones expuestas anteriormente, otros problemas que puede ocasionar el abuso de pantallas por parte de los niños son: el aislamiento y la ruptura de la interacción familiar, inconvenientes para relacionarse con los demás, deficiencias en el rendimiento escolar, mal genio, miopía, contracturas musculares, tendinitis, sedentarismo que conlleva al sobrepeso u obesidad e, incluso, diabetes.

Además, es fundamental saber que las pantallas brindan a los niños respuestas rápidas que activan en el cerebro la producción de dopamina, lo cual genera sensaciones de bienestar, de gratificación instantánea y de placer inmediato. El dato interesante es que sustancias como la cocaína y el tabaco también estimulan la producción de dopamina, la cual es la causa principal del poder adictivo de dichas drogas.

Publicidad: una mala influencia

La publicidad es un arma que, en muchas ocasiones, es utilizada vilmente con el único fin de vender sin importar las consecuencias. Constantemente, la publicidad bombardea las mentes vulnerables de los niños y está diseñada para impactar en el subconsciente infantil. En el mundo de la mercadotecnia es bien sabido que el poder de convencimiento de un niño frente a sus padres es más fuerte que mil anuncios comerciales.

A pesar de ir en contra de los buenos hábitos alimenticios, estos anuncios promueven el consumo de golosinas, bebidas gaseosas, refrescos, comidas rápidas y alimentos con altos niveles de azúcar y sal. Por otra parte, en muchos programas de televisión, la publicidad también proyecta estereotipos «perfectos» que los niños toman como modelos a seguir para obtener admiración, reconocimiento o ser mejor aceptados por la sociedad. Esto suele tener consecuencias devastadoras en la autoestima y la salud de los niños y de los adolescentes que no logran parecerse a los estereotipos que nos ofrecen las pantallas. Más del 50 por ciento de la publicidad expone información errónea o engañosa, pero que los niños creen que es verdad.

Redes contaminadas

Para empezar, hay que partir diciendo que las redes sociales fueron creadas para los adultos; además, agregar que muchos expertos afirman que estas plataformas son la tercera fuente de estrés y de baja autoestima entre los menores de edad. También, hay que recordar que no existe prisa para dar acceso a nuestros hijos a estas redes; es mejor retrasar ese momento en la medida de lo posible.

Sepamos que, dentro de las redes sociales, los niños y adolescentes tienen la posibilidad de alardear ante sus amigos sobre los sitios que visitan, la ropa que se compran, sus peinados, los zapatos de moda, los videojuegos, así como exponer qué se encuentran haciendo, qué piensan, cómo cantan, cómo bailan y un sinfín de actividades, lo cual hace que se sientan populares, importantes, admirados, atractivos y, en general, que existen para los demás. Sin embargo, cuando ellos suben fotos y vídeos de todas estas actividades no solo están siendo observados por sus compañeros de clase o amigos del barrio. ¡Mucho cuidado ahí!

Es así como los menores toman de ejemplo a modelos, influenciadores y youtuberos que constantemente se están exhibiendo. De la misma manera, adoptan cánones de belleza, moda, comportamiento, lenguaje, costumbres y hábitos alimenticios que no son adecuados para su edad y que pueden ser dañinos para su salud; andan preocupados si no obtienen «me gusta» o corazones, si no tienen comentarios o ningún tipo de reacciones a sus publicaciones; creen que está mal no tener las mismas facciones ni los mismos cuerpos que sus ídolos o piensan que no se visten bien, que no se exhiben lo suficiente para ser populares, que están muy gordos o flacos y muchos otros aspectos que, al final, les bajan la autoestima, les generan ansiedad, inseguridad, depresión y, en algunos casos extremos, los llevan hasta la muerte.

¡Padres, generemos conciencia!

Sonará crudo expresarlo así, pero para muchos padres y madres de familia es más fácil darles a sus hijos el teléfono móvil, la tableta o prenderles el televisor para que no molesten o dejen de insistir, ya sea porque se encuentran trabajando, estudiando, ocupados en otros asuntos o simplemente para poder estar también pegados al celular. No está demás decir que, si entregamos a nuestros hijos a las pantallas, como si estas fueran niñeras, no vamos a solucionar ningún problema, sino que, por el contrario, estaremos ocultando lo que más adelante podría convertirse en una adicción.

Lamentablemente, hay padres y madres que no logran frenar estos malos hábitos a tiempo porque no saben, por evitar lidiar con el niño, porque les da igual o porque ellos mismos han caído en la adicción a las pantallas… y ¿qué más fácil que mantener a sus hijos pegados al teléfono inteligente, la tableta o la televisión para poder hacer lo mismo?, ¿verdad? ¿Te has preguntado alguna vez a quién observas más?, ¿a tu hijo o a las pantallas? Pues es momento de hacerlo y, ojalá, no sea tarde.

Todo tiene un hasta aquí. No está bien poner como niñera de nuestros hijos a las pantallas o permitirles que las usen para escapar de la realidad. Para ello, es fundamental establecer límites a los menores de edad y a nosotros mismos sobre el uso de estas pues, así como tenemos horarios para estudiar, trabajar, comer y dormir, también debemos tenerlos para ver televisión, usar el celular, la tableta, el ordenador o demás dispositivos tecnológicos.

Otro punto importante es que los menores no deben utilizar pantallas dentro de su habitación, pues esto puede causarles trastornos de sueño y demás problemas. Los usos de pantallas y dispositivos tecnológicos deberían darse en una sala común donde los padres puedan estar al tanto de lo que hacen sus hijos. Tampoco debemos permitir que se usen pantallas a la hora de comer o dejar la TV encendida mientras no la estamos viendo; es mejor conversar y compartir ese momento en compañía familiar.

Lo que sí podemos hacer es marcar horarios en donde ningún miembro de la familia utilice pantallas, algo así como un apagón tecnológico, ya sea hasta una hora determinada de la mañana, durante el desayuno, el almuerzo, la cena o a partir de una hora establecida por la noche donde se apaguen todas las pantallas y los dispositivos hasta el día siguiente.

Alternativas saludables

Si tu pequeño se muestra aburrido o sin saber qué hacer, unos masajes podrían ser la solución; abrazarlo y mimarlo también son excelentes alternativas, ya que el contacto físico con sus padres es muy importante para ellos a edades tempranas. Dejarlos que jueguen, exploren, corran, salten y se ensucien tampoco es mala idea, así podrán liberarse de la energía que llevan dentro y, si después decides darle un baño con sus juguetes favoritos, resultará mucho mejor, pues terminarán relajados. Algo que nunca falla es hacerlos reír; la risa es un recurso saludable y poderoso contra todo lo negativo. Entre otras opciones, junto a ellos podemos pintar, cantar, bailar o familiarizarlos con las letras del abecedario y los números, etc.

En cuanto a los niños de mayor edad y los adolescentes, el tiempo de ocio que desperdician frente a una pantalla se podría utilizar para realizar otras actividades más enriquecedoras como practicar algún deporte, dibujar, jugar, escuchar música, salir a pasear, organizar pijamadas en casa, aprender carpintería o algo de jardinería, tocar un instrumento musical, armar legos, hacer manualidades, cocinar en familia, hacer un experimento, sentarse a conversar, leer, escribir, etc. En todo caso, si no podemos evitar que nuestros niños tengan acceso a las pantallas por alguna u otra razón —sobre todo en estos tiempos de pandemia—, es preferible optar por presentarles contenidos que, además de entretenerlos, les eduquen e instruyan. Aprendamos como padres a sacarle el jugo de manera provechosa a tanta tecnología que abunda hoy para el beneficio de nuestros hijos.

Sabemos que no es nada fácil lograr que los niños entiendan que lo hacemos por su bien y que, muchas veces, se sienten excluidos porque sus compañeros de clase sí cuentan con un celular con libre acceso a redes sociales, tienen una tableta, computadora o consola para disfrutar de los videojuegos por varias horas o porque a sus primos sí les dejan usar estos dispositivos durante las comidas, en sus cuartos y pueden ver la televisión el tiempo que ellos quieran. En ese momento es donde debemos desempeñar nuestro gran papel como padres responsables y conscientes.

Para concluir, cabe destacar que la mejor enseñanza que podemos brindarle a nuestros hijos es nuestro ejemplo. Recordemos que lo que inculquemos en ellos en los cinco primeros años les durará para toda la vida.

Notas

Madigan S., Browne D., Racine N., Mori C. y Tough S. (2019). Association Between Screen Time and Children's Performance on a Developmental Screening Test. JAMA Pediatrics, Mar 1;173(3): 244-250.
Winterstein P. y Jungwirth R. (2006). Medienkonsum und Passivrauchen bei Vorschulkindern: 205 - 211.