Perro no come perro, pero perro se cura con perro: las maravillas de las genialidades universales.

(José Tejada Maury)

Cuando una persona diferente al mundo académico expresa su opinión con respecto a algún tema de trascendencia, no dudan en aparecer interpelantes o contradictores a endilgarle una frase muy antigua, con la cual siempre han respondido quienes, porfiados en su tozudez intelectual, no quieren salirse del comodín al que suelen estar acostumbrados porque así se les impuso. Esa muletilla milenaria que aparece no solo en el lenguaje corriente, sino el libros y textos, se refiere a la expresión «charlatanería» y, en su versión más reciente, ha venido planteándose el término «chamanismo». Sin embargo, a pesar de que llevamos más de un siglo de que se nos ha impuesto, a través del mundo académico y científico, un experimento cruel, bestial, brutal y censurable desde todo punto de vista, lo que han hecho es perpetuarlo y mantenerlo vivo, sin siquiera detenerse a analizarlo y menos cuando el mundo académico y científico ni se percata de ello.

En esta ocasión se hace referencia al origen de la diabetes, aun cuando en publicaciones anteriores ya habíamos tratado este tema desde una perspectiva integral, ahora lo haremos desde un punto de vista más humano y sensato.

Se dice doloroso porque, ante todo, se utilizó a un ser vivo como fue un perro (canino). Este es el caso Josef von Mering y Minkowski. En 1889, en el Instituto Clínica Médica de Estrasburgo, se extrajo el páncreas a un perro y este murió, por lógica, pues carecía de un órgano de importancia dentro de los procesos digestivos, y no porque se hubiese descubierto que el síndrome canino (diabetes) tuviese origen en este órgano.

Las observaciones de Minkowski y von Mering indicaron la importancia del páncreas como glándula que controlaba los niveles de glucosa en sangre. En la segunda mitad del siglo XIX, dos importantes «científicos», Oskar Minkowski y Josef von Mering permitieron aclarar las funciones del páncreas como glándula capaz de reducir los niveles de glucosa en sangre. Durante el año de 1889, estos dos «eminentes» investigadores realizaron la pancreatectomía a un perro para averiguar si el páncreas era necesario en la vida. Después de la operación ambos investigadores observaron que el perro mostraba todos los síntomas de una diabetes severa, con poliurea, sed insaciable e hiperfagia. Minkowski observó la presencia de hiperglucemia e intensa glucosuria. De esta forma, se demostró que el páncreas era necesario para regular los niveles de glucosa y se abrió el camino de las investigaciones para tratar de aislar de esa glándula mixta el principio activo que pudiera servir para el tratamiento de la diabetes.

Dentro de sus traspiés y trapisondas la honorable rama del saber universal vuelve a burlarse de la ingenua humanidad y de sus borregos académicos al «descubrir» el famoso doctor médico-cirujano, Federick Banting, a quien, mientras dormía, su mente le sugirió extraer el residuo de las glándulas pancreáticas degeneradas de los perros. Fue el origen de la insulina, que ayudó a millones de personas.

Frederick Banting, considerado el padre de la insulina, nació el 14 de noviembre de 1891 en Alliston, Ontario. Por eso la Organización Mundial de la Salud escogió este día para conmemorar el día Mundial de la Diabetes, como una forma de concienciar sobre los peligros de la enfermedad. Y es que Frederick Banting marcó un antes y un después en la calidad de vida de los pacientes diabéticos. Sus investigaciones sobre las secreciones del páncreas le permitieron descubrir la hormona insulina y, en consecuencia, salvar la vida de miles de personas afectadas por la diabetes. No lo hizo solo. Frederick Banting contó con la valiosa colaboración de otro reconocido médico, Charles Best, quien, durante unas prácticas de verano con el equipo de Banting, le ayudó a realizar sus estudios sobre las funciones del páncreas. Nunca imaginó aquel joven galeno estadounidense que aquella pasantía en Toronto le permitiría compartir un Nobel con uno de los médicos más influyentes del mundo.

Lo que no ha revisado y validado la ciencia

Hasta el momento no se ha verificado si, en realidad, este problema radica en el páncreas; a pesar de que se generalizó como un hecho el caso del perro, el estudio no se hizo realmente sobre la presencia de insulina, sino sobre la glucosa en sangre tal y como se ha venido haciendo en la actualidad. Es decir; no hay insulinometría como prueba real para verificar la presencia de insulina, simplemente de glucosa y esto podría determinarnos que la insulina es un simple catalizador de la glucosa, ya que la función de retirar los excesos de glucosa de la sangre le corresponde al hígado. Simplemente liberar los receptores de glucosa del hígado para evitar una acumulación de glucosa en la sangre nos conduciría a una cura definitiva a este trastorno metabólico, que se presenta por un lento tránsito de la glucosa de la sangre hacia el hígado. Esto, solo con el sentido común, cualquiera deduce, si analiza la ruta metabólica de la glucosa en el organismo humano y si reflexiona sobre las funciones del hígado.