Es domingo, se cumple el séptimo día desde el comienzo de la erupción del volcán de Cumbre Vieja y espero mi turno en el Puerto de Los Cristianos en Tenerife para embarcar rumbo a la isla bonita. Es el único medio de transporte que se mantiene operativo con la isla. En la rampa de entrada al barco muchas son las personas que se agolpan con sus vehículos y que provienen de otras islas dispuestas a ayudar con todo tipo de materiales de primera necesidad.

Nieves y Juan son de la isla de Gran Canaria, conducen un 4x4 cargado con sacos de pienso y comida para animales: «Mi hija tiene una clínica veterinaria y venimos a ayudar con lo que se pueda.» Pese a que el archipiélago canario está fracturado en ocho islas, la respuesta de sus paisanos fue desde el primer momento muy activa.

La isla, un manto de ceniza

La Isla de La Palma despierta cubierta por una espesa capa de ceniza volcánica por primera vez desde el comienzo de la Erupción. El cielo palmero se encuentra en nivel rojo y las compañías aéreas que operan con el aeropuerto han decidido suspender todos los vuelos debido a la peligrosidad que supone la ceniza en suspensión en la atmósfera. Mientras, en la pista de aterrizaje del aeropuerto de Mazo, decenas de operarios se afanan en limpiar ataviados con trajes EPIS (Equipos de protección individual) de color blanco que contrastan con un suelo gris oscuro que devora cada rincón de la isla.

Es la misma escena que se repite en Santa Cruz de La Palma, la capital, donde los propietarios de los pequeños comercios y establecimientos han abierto y se afanan en limpiar la calle con escobas, cepillos o lo que encuentran a mano. José, dueño de la Pizzería Tajaraste, me cuenta que en toda la mañana ha tenido que limpiar dos veces, y que «nunca había visto algo así». Rosa Luis, camina junto a su marido sosteniendo un paraguas para protegerse de la fina lluvia de ceniza. Cuenta algo nerviosa que siente mucho miedo: «Es la primera vez que tenemos que enfrentarnos a un volcán de estas características».

Las calles principales del casco antiguo están prácticamente desiertas, es como si el confinamiento hubiese regresado como una pesadilla. Cerca del Ayuntamiento, en un banco público Miguel, mueve su pierna compulsivamente. Su mirada se enfoca perdida mirando la Plaza de España; considerada como el mejor conjunto de estilo renacentista de Canarias, no se cree lo que está viendo: «Quién me iba a decir que vería esto así alguna vez en mi vida, estoy tocado anímicamente por ver a toda la gente que está sufriendo. Es una cosa que siempre cualquier canario ha llevado en la sangre, querer ver un volcán explotar en su tierra porque vivíamos con la idea de que sería como la erupción del Teneguía, un volcán tranquilo. Pero ese primer momento que nos pareció un espectáculo, al final se ha quedado teñido de negro, mucho más que la ceniza que tenemos hoy aquí. Es muy triste».

Rumbo al Volcán

Para acceder a la zona del volcán hay que atravesar una cordillera. La llamada carretera de la cumbre conduce hasta un largo túnel que desemboca en El Paso, uno de los cuarteles generales del operativo que gestiona la erupción. La travesía es peligrosa. Las marcas viarias no se distinguen en el asfalto, sobre todo debido a la ceniza que no cesa de caer y a una espesa neblina que dificulta aún más la conducción. Varias palas mecánicas trabajan incesantemente en el tramo, apartando la pegajosa ceniza acumulada. Una vez se atraviesa el túnel y se llega a El Paso, todo cambia y el sol aparece. Ahora entiendo por qué los palmeros lo llaman el túnel del tiempo. Estoy en la otra vertiente de la isla y a lo lejos ya se divisa la gran humareda que desprende el volcán.

La lengua de lava que ya ha arrasado cerca de 700 viviendas a su paso acaba de engullir la iglesia de Todoque, un barrio que prácticamente ha desaparecido bajo el magma. La iglesia empezaba a ser tomada como un símbolo de resistencia ante la catástrofe, pero la naturaleza no ha tenido piedad. Una gran humareda se extiende a lo largo del frente de la lengua lava que avanza con una temperatura superior a los mil grados centígrados. Esta zona está acotada por la policía. Ya nadie puede acercarse, incluso los científicos, después de que, durante los primeros días, las estrellas de la televisión española retransmitieran en directo y en primera persona su avance como parte de un show informativo, algo que molestó e hirió la sensibilidad de los habitantes de la isla. Es lo que piensa Toni, vecino de Los Llanos de Aridane, el principal núcleo urbano a apenas unos kilómetros de la erupción: «Me parece muy bien que vengan los periodistas a hacer su trabajo pero que sean conscientes de que esto tiene un doble fondo y que es que aquí va a haber una miseria y un hambre para las familias que lo han perdido todo».

Toni vive justo enfrente del Volcán a apenas unos cinco kilómetros. Frente a su casa una planicie de tierra se ha convertido en el mejor mirador de la localidad para apreciar la majestuosidad del volcán. Cuando cae la noche se puede escuchar con total nitidez el estruendo continuo de las explosiones. El volcán no para de rugir, su sonido es hipnótico para el que no esté acostumbrado, pero después de hace siete días Toni y su familia ya lo han asimilado, aunque apenas puedan dormir. Asegura que durante esta primera semana mucha gente no ha tenido sensibilidad «Mucha gente ha venido aquí con su caravana y su barbacoa a ver el espectáculo, sinceramente ese turismo para mi sobra aquí».

Toni es un pescador treintañero. Trabaja para una empresa que dispone de camiones y furgonetas de transporte y que ha estado en primera línea ayudando a las familias afectadas a desalojar sus casas y a salvar sus fincas y esta semana ha sido extremadamente dura para él, apenas ha dormido. «Conozco a una familia completa con una parcela de más de cinco mil metros cuadrados que han perdido nueve viviendas. No tienen nada, ni las escrituras de la casa porque lo han perdido todo». «He vivido situaciones muy incómodas ayudando a desalojar. Ves a una madre con su hijo en brazos y no sabes ni cómo mirarla. No sé, no sé. Aquí nos conocemos todos, es una isla».

Muy cerca de la lava también trabaja Jaime Coello, que es el director de la Fundación que lleva el nombre del que fue uno de los vulcanólogos más afamados e importantes de Canarias, Telesforo Bravo y a su vez su abuelo. A su lado se ha unido un grupo de expertos de la Universidad Complutense de y de la Rey Juan Carlos de Madrid. Estudian la circulación y la trayectoria del flujo de lava y se encargan de enviar muestras de ella a la Universidad. «A veces era muy impresionante ver como esos dedos de lava se iban ensanchando y la colada se quedaba a prácticamente quince metros de nosotros, pero pudimos detectar y monitorizar la trayectoria de la colada que finalmente derrumbó la iglesia de Todoque. Calculamos que en ese momento la lava iba a una velocidad quinientos metros por hora.» Concluye Jaime. Finalmente la lengua de lava desemboca en el mar creando un delta de casi nueve hectáreas. La isla de La Palma, ha crecido.

Algunos datos

Tras una semana y según datos del Instituto Geográfico Nacional, el volcán ha arrojado más de 46 millones de metros cúbicos de lava superando así la última erupción conocida en la isla: la del volcán del Teneguía, en 1971. Por aquel entonces, la erupción no resulto tan «traumática» y aún viven muchos palmeros que la recuerdan. Ninguno de ellos había visto una erupción de tal virulencia en su vida.

La Palma es junto a Tenerife uno de los principales productores de plátanos, hasta un 50% de su PIB depende de ellos. Un 15% de las plantaciones se han visto afectadas. Se han dejado de recoger cerca de un millón de plátanos.

La erupción del Volcán ha obligado a evacuar a más de 6000 personas. Muchas de ellas no volverán a sus casas. Desde hoy el paisaje ha cambiado en esta zona de La Palma dando paso al color gris de la lava que posteriormente se convertirá en malpaís. Nada volverá a ser igual para todas ellas ni para los habitantes de la isla. El gobierno de España ya ha calificado la isla como zona catastrófica y el presidente de Canarias ha confesado que: «Es la prueba de reconstrucción más importante a la que se enfrentarán las islas».

Un largo proceso

El proceso no ha hecho nada más que comenzar y la adaptación a un nuevo terreno es a lo que se enfrenta desde ya la Isla Bonita, tal y como se conoce a La Palma. Nada volverá a ser igual.