Tecnología, ordenadores, evolución y modernidad. Vivimos rodeados de millones de elementos que mejoran y facilitan nuestro día a día y sin embargo, sin darnos cuenta, nos aferramos a muchas de nuestras tradiciones ancestrales y hacemos de algunas de ellas las fiestas más esperadas del año. Normalmente, estas costumbres suelen estar relacionadas con importantes festividades religiosas cuyo origen no es siempre el imaginado. Un ejemplo es el del Día de Todos los Santos, celebrado el pasado 1 de Noviembre. Esta celebración en la que se recuerda y honra a los difuntos se festejaba el 13 de mayo en un templo romano, hasta que el Papa Gregorio III la trasladó a la fecha actual en el año 741 y casi un siglo más tarde, fue declarada fiesta universal por el Papa Gregorio IV.

Pero lo curioso es que está fiesta se terminase mezclando en muchos sitios con la noche del “truco o trato”, la noche de las brujas, de los espíritus y del paganismo por excelencia. En la cultura anglosajona el 31 de octubre, día vigilia, fue traducida como la “Vigilia de Todos los Santos”, es decir, All Hallow´s Eve, cuya pronunciación terminó evolucionando a la famosa palabra “Halloween”, protagonista desde mediados de octubre de la vida en las calles de medio mundo.

Pocos imaginarían que esa fiesta cristiana en la que muchos creyentes acuden a los cementerios a recordar a sus antepasados se acabaría mezclando históricamente con la fiesta pagana del “Samhain” o “Samaín”, uno de los rituales tradicionales celtas que todavía se conservan en Irlanda, Escocia y algunas zonas de la antigua Gallaecia ibérica, situadas en la actualidad en Galicia y algunos territorios colindantes. La festividad, que se correspondía con el inicio de un nuevo año en el calendario celta, consistía en tres noches de celebraciones a principios de noviembre con las que celebraban y agradecían a los dioses las cosechas de ese año y se preparaban para un nuevo ciclo productivo.

De esta forma, el último día de este festival celta de principios de noviembre servía a nuestros antepasados para celebrar su nuevo año con “el día de los espíritus”, en el que los druidas se comunicaban con sus ancestros para que les mostrasen el camino hacia la vida inmortal. Durante ese día los espíritus se mezclarían con los vivos, que encendían grandes hogueras para alejar a las malas almas y dejaban comida en sus puertas para sus antepasados más amados, iluminándoles con nabos huecos llenos de carbón ardiendo el camino a sus antiguos hogares, donde podrían calentarse y alimentarse.

Fue en el siglo XVIII cuando los emigrantes irlandeses a América, importaron su tradición cambiando los tradicionales nabos por las calabazas o Jack O´Lantern , más fáciles de ahuecar y que hoy en día inundan las calles semanas antes de la gran noche. Hoy en día, a pesar de que el Samaín se perdió en muchas zonas con la evangelización del siglo II y de que su tradición se vio alterada, pueden seguirse viendo los nabos ardiendo en las puertas de algunos hogares de Irlanda. Así como su versión moderna, derivada en las calabazas de Halloween, y los niños pidiendo dulces de puerta en puerta siguen siendo los protagonistas principales del final de octubre y de una noche en la que muchos siguen esperando verse envueltos de esa espiritualidad pagana. De brujas, hechizos y magia.