Febrero de 2015 no pasará a la historia como un gran mes para la cultura en México. En menos de veinte días, durante el mes pasado se cancelaron dos encuentros artísticos de indudable valor: el Hay Festival en Xalapa y la primera retrospectiva en América Latina del artista vienés Hermann Nitsch, que iba a exhibirse en la Fundación Jumex del Distrito Federal. Cabe imaginar que ambos eventos habrían reforzado la importancia de la voz de la cultura en una época marcada por la violencia del crimen organizado, pero lo único cierto es que la doble retirada dejó a esos escenarios en manos de un silencio atronador. Como si ese silencio hablara, justo en un momento y un lugar donde hay tanto por decir.

El primer caso se gestó a finales de enero, cuando entre periodistas, escritores e intelectuales comenzó a circular una carta dirigida a los organizadores del Hay Festival en la que se pedía que el evento dejara de celebrarse en Xalapa, en el corazón del estado de Veracruz, donde se lleva a cabo desde hace cuatro años. El principal motivo de la carta era evitar el uso político del encuentro, cuya presencia en los medios de comunicación termina por ocultar los hechos de violencia que han convertido a Veracruz en uno de los lugares más peligrosos para el libre ejercicio del periodismo en México. “Los objetivos del Hay Festival, lamentablemente, solo han servido a una campaña del gobierno estatal que aparenta la prevalencia de un clima de libertad intelectual y crecimiento cultural”, señalaba el escrito. Por esos mismos días, como si le faltaran razones a la argumentación que reclamaba el cambio de sede del festival, el cuerpo sin vida del periodista Moisés Sánchez aparecía en un terreno abandonado del municipio de Manlio Fabio Altamirano, a 105 kilómetros de Xalapa. El 2 de enero había sido secuestrado a plena luz del día. Tres semanas después, se transformaba en el undécimo periodista asesinado en la zona desde que el priísta Javier Duarte gobierna Veracruz.

La carta forwardeada cientos de veces entre periodistas y escritores dentro y fuera de México obtuvo el apoyo de Noam Chomsky, Juan Villoro, Elena Poniatowska y Javier Sicilia, entre otras figuras de la literatura y el pensamiento, y finalmente logró que los responsables del Hay Festival notificaran a principios de febrero que la edición 2015 del encuentro ya no se realizaría en Xalapa. ¿Victoria de la cultura? En todo caso, un triunfo más que dudoso. Como bien apuntó el escritor Carlos Velázquez, la principal consecuencia de la retirada del evento es el abandono del público (y de los periodistas amenazados) a un imperio de violencia al que de esta manera ya no se le contrapone la diversidad y el diálogo que define a la cultura. Por eso, dijo, no firmó la carta. “Como escritor, estoy consciente de que mi papel no es demandar que se cancelen festivales; al contrario, es llevar la creación a aquellos sitios donde los estallidos de violencia sean más pronunciados”, señaló Velázquez. En el sentido opuesto, el escritor Álvaro Enrigue explicó su respaldo a la misiva porque “si la administración de Javier Duarte ha sido inconmovible ante las muchas manifestaciones que se han hecho en su contra en México, tal vez un escándalo internacional modificaría la percepción impuesta desde arriba, según la cual 11 periodistas asesinados son un dato tolerable”. Más allá de la intención crítica de Enrigue y los demás firmantes, lo cierto es que la población de Xalapa se quedó sin uno de los mayores festivales del año. Y, por lo tanto, sin la repercusión del debate acerca de la libertad de prensa que hubiera podido darse allí donde el derecho a informar necesita la defensa activa de quienes no ignoran que a la barbarie se la enfrenta con ideas, el acceso a todo tipo de manifestaciones culturales y un estímulo incansable a la educación y el desarrollo artístico.

Poco después de la controversia alrededor del Hay Festival, otra cancelación privó al público mexicano de un evento de extraordinaria relevancia. El viernes 27 de febrero, en la Fundación Jumex tendría que haberse inaugurado una amplia retrospectiva del trabajo de Hermann Nitsch, figura clave del “accionismo vienés” y artista mayúsculo que a través del uso de sangre humana y animal reflexiona sobre los ritos religiosos y la normalización de la violencia. Sin embargo, en lugar de una expectativa lógica y favorable, lo primero que generó el inminente aterrizaje de Nitsch en México fue una campaña lanzada en Change.org en contra de la exposición y el artista, al que se acusaba de “mutilar, degollar, asesinar y al final exhibir los cadáveres de animales sintientes”. En pocos días, la iniciativa online de los defensores de los derechos de los animales reunió más de 5.000 firmas y motivó la aparición de los hashtags #Pintacontupropiasangre y #Noeresbienvenido en las redes sociales. Así, preocupados por el escándalo en potencia y el impacto negativo en una opinión pública más sensible a la corrección política que a la exhaustiva comprensión del arte, los directivos de la Fundación Jumex optaron por dar una polémica marcha atrás en la realización de la muestra, decisión que le puso un punto final a dos años de trabajo previo y dejó más de 40 obras de Nitsch en México sin un escenario donde apreciarlas. De nada sirvió que el propio Nitsch aclarara que en su exposición no se iba a matar a ningún animal y que en general él utiliza “cadáveres de la carnicería”. Patrick Charpenel, director de la Fundación Jumex, declaró al diario El Universal que la cancelación se debía a que “el país está pasando por momentos difíciles y la sociedad está muy sensible a cualquier expresión de violencia”. En ese sentido, el artista Carlos Amorales replicó que “es risible que un museo justifique la cancelación de una exposición argumentando que su contenido es demasiado cercano a la realidad. ¿Acaso significa que en el futuro las exhibiciones del museo estarán alejadas de la realidad? Explicar la cancelación por razones de sensibilidad social parece una fórmula retórica que oculta lo que resulta evidente: un museo corporativo que reacciona ante la potencialidad nociva del escándalo activista, para proteger la imagen de la marca que le da nombre”.

Parece indudable que febrero de 2015 no pasará a la historia como un gran mes para la cultura en México. Sin embargo, la noticia de dos cancelaciones de eventos culturales en un plazo tan breve también tiene su valor. Por un lado, indica las dificultades de la elite intelectual y artística local para combinar creatividad y crítica, herramientas básicas para enfrentar la tragedia política cotidiana con la cada día más necesaria defensa de la libertad de expresión. Y por el otro, señala que esa misma elite tiende a desentenderse del público, en definitiva el mayor perjudicado ante una oferta cultural que parece elegir el silencio a la hora de reflexionar sobre las complejidades del presente. Sin embargo, ese silencio habla. Y, entre otras cosas, dice que en tiempos violentos y crueles no hay nada más importante que quitarse la mordaza.