En la madrugada del jueves 21 de octubre de 1982, Colombia se entera que el escritor Gabriel García Márquez, nacido en el municipio de Aracataca del departamento del Magdalena, es declarado ganador del premio Nobel de literatura. Al mismo tiempo, en Bogotá, la capital colombiana, obreros le quitaban el tejado al Centro Cultural Gabriel García Márquez, una sala de teatro, ya que tenían la orden de demoler la casa para construir un museo, un museo que hoy en día no ha sido construido pese a que todas las casas que ocupaban su ubicación han sido demolidas.

Hasta esa madrugada, la figura de ‘Gabo’, como se le conoce de manera popular, no era del aprecio de todos en el país, salvo personas como los teatreros del Centro Cultural Gabriel García Márquez. Ellos habían decidido darle ese nombre luego de que el gobierno del presidente colombiano Julio Cesar Turbay lo acusara de financiar grupos guerrilleros, más específicamente a la guerrilla Movimiento 19 de abril (M-19). Gracias a alertas amigas y anónimas, Gabo alcanzó a salir a México antes de que lo capturaran. Cabe señalar que jamás se supo de pruebas que apoyaran esas acusaciones.

Todo parece indicar que dichos señalamientos venían por su amistad con Fidel Castro, antiguo presidente de Cuba y líder de la revolución. García Márquez jamás ocultó su relación con Castro y se supo que en ocasiones la usó para liberar artistas capturados por el régimen de la isla, como lo señaló otro escritor colombiano, Plinio Apuleyo Mendoza. En Colombia, un país que por historia ha sido de derecha, el gobierno no veía con buenos ojos la cercanía del escritor y el dirigente cubano, menos cuando tenía en sus manos una lucha interna con las guerrillas del ELN, FARC y M-19.

Años después, en 1987, Guillermo Cano, periodista y director del diario El Espectador, fue asesinado. Cano era otro gran amigo de García Márquez, por eso escribió un texto como homenaje en el que señalaba que cuando se quería enterar de alguna noticia que había pasado en Colombia lo llamaba para que le contara con lujo de detalles lo sucedido. La periodista María Jimena Duzán contó en un documental llamado Gabo, La magia de lo real que antes del asesinato, García Márquez se había negado a escribir algo sobre Colombia porque era peligroso. A Guillermo Cano lo mandó asesinar el narcotraficante Pablo Escobar, por sus artículos en los que revelaba sus nexos con políticos, sus negocios ilícitos y sus actividades delincuenciales.

Gabo conocía de buena mano la violencia que habitaba en Colombia. Antes del narcotráfico o el M-19, la lucha entre los partidos Conservador y Liberal habían desangrado al país. Su abuelo, el coronel Nicolás Márquez, era veterano de la Guerra de los Mil Días y le contó durante su niñez múltiples historias sobre la guerra y la violencia partidista que venía desde el siglo XIX.

Durante su juventud, García Márquez estuvo presente en uno de los momentos más negros de la historia colombiana: el Bogotazo. El 9 de abril de 1948, el caudillo del partido Liberal, Jorge Eliecer Gaitán, fue asesinado en Bogotá. La gente, iracunda y ciega, linchó a su asesino -aún hoy se dice que no fue el linchado sino otro-, quemó, saqueo y destruyó lo que hoy es el centro de la ciudad. El ejercito intervino para tomar el control, los muertos fueron muchos. La pensión donde vivía Gabo fue quemada. El museo jamás terminado que obligó al Centro Cultural Gabriel García Márquez a mudarse es el museo Jorge Eliecer Gaitán.

Pese a todo esto, es imposible decir que Gabriel García Márquez dejara en el olvido al país donde había nacido. Entre sus múltiples viajes y cambios de residencia -entre París, Ciudad de México, Nueva York y Barcelona- no olvidaba ni renegaba de su origen. Sus libros siempre rondaron el Caribe, Aracataca, Colombia y todos sus eventos y desavenencias.

Gabo siempre fue consiente de cómo era Colombia, de su compleja situación social y política, y de increíble riqueza cultural. Le gustaba el vallenato y la cumbia, además de disfrutar una buena fiesta, tenía impregnada la alegría de los que habitan el norte colombiano.

Como periodista, García Márquez siempre pensó en la importancia de esta profesión, en no ser simples mensajeros. Había ejercido el oficio en momentos turbulentos y claves, tanto en Colombia como en otras partes de Latinoamérica. Por ello creó la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, además de colaborar en la aparición de medios que no hicieran parte de ese grupo que siempre vendía la versión oficial o la de los grandes grupos económicos y/o políticos. Como ejemplo encontramos el noticiero de televisión ‘Q.A.P.’ y la revista de corte izquierdista Alternativa.

A mi parecer, él siempre se preocupó por su país, e hizo lo que pudo en la medida de lo que podía y deseaba. No le gustaba que los políticos u otros se aprovecharan de sus posiciones. Pero siempre estuvo dispuesto a apoyar lo que consideraba correcto, como la paz en Colombia o el levantamiento del embargo a Cuba, según lo dicho por el ex presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, y el periodista Jon Lee Anderson.

Ahora, luego de un año de su muerte, Colombia y el mundo le han rendido múltiples homenajes. Su mayor herencia para todos siempre será la literatura, pero ojalá se mire mas allá, se lea entre líneas. Se piense en la razón por la cual el premio Nobel le fue otorgado: “por sus novelas e historias cortas, en las que lo fantástico y lo real se combinan en un mundo ricamente compuesto de imaginación, lo que refleja la vida y los conflictos de un continente”. Si la magia de Macondo surge, es gracias a que Aracataca y todo lo que influye en aquel pueblo le da su parte de realidad.