Una de las frases más célebres del filósofo austriaco Ludwig Wittgenestein es aquella que dice "los límites de mi idioma son los límites de mi mundo" y es que los idiomas no solo expanden nuestras posibilidades de comunicarnos con otras personas, sino que nos hacen tener toda una visión diferente del mundo.

Aunque durante una gran parte de mi vida he sido bilingüe, fue al empezar a aprender un tercer idioma que empecé a notar las diferencias para decir algunas cosas y las formas de decir otras. Y son esos detalles de las cosas que en realidad no se pueden traducir literalmente entre idiomas los que hacen empezar a entender que se está entrando en todo un mundo nuevo.

Algunas veces el concepto de "idioma extranjero" es muy abstracto, particularmente porque se tiene la idea de que es solo la forma en la que gente desconocida se comunica en otras partes del mundo. Pero cuando ya se usa uno de estos idiomas de una forma concreta, uno se da cuenta que con ellos se puede entender no solo a la gente, sino su cultura, su música y, en general, sus formas de ver la vida y el mundo.

Con el uso de otros lenguajes aparte de mi materno, he tenido la oportunidad no solo de tener amenas charlas que hubiesen sido imposibles de otra forma, sino también de poder hacerme una idea, así sea superficial, de las cosas que mueven a otras culturas; lo que los hace reír, bailar, pensar, lo que aman, lo que odian, lo que saben y hasta lo que ignoran.

Y así he entendido que, por ejemplo, dependiendo del idioma se dice diferente el dolor cuando es físico y cuando es emocional, que mientras unos se sienten aburridos otros están aburridos y hasta que sensaciones para las que no tenemos nombre en un idioma son reconocidas en otros.

Son esas sutiles diferencias y nuestra capacidad de empezar a razonar diferente en varios idiomas lo que ha llevado a hacer varios estudios que muestran las formas en las que podemos ver el mundo de otra manera gracias a ello. El más reciente fue conducido por la Universidad de Chicago y llegó a la conclusión de que los niños bilingües se comunican de una forma más eficiente y son capaces de ponerse fácilmente en el lugar de otras personas.

El estudio mostró que niños que son criados en un hogar en el que se hablan dos o más idiomas son mejores al interpretar lo que otras personas están no solo diciendo, sino también viendo y entendiendo. Allí se llegó a la conclusión de que los pequeños aprenden los idiomas y sus reglas más rápido, y adicionalmente aprenden las herramientas para comunicarse eficientemente.

Samantha Fan, una de las psicólogas que trabajó en este estudio, dice: "El idioma es social. Estar expuesto a múltiples idiomas te brinda una experiencia social diferente, lo que puede ayudar a los niños a desarrollar talentos comunicativos más eficientes".

Aunque ya se sabía que los niños aprenden mucho más rápido los idiomas que en la adultez, este estudio confirma que el manejo de una segunda lengua les brinda otras herramientas importantes para el futuro y su vida diaria. Y es así una razón más para fomentar la educación bilingüe en todo el mundo.