Ni siquiera sé sobre qué necesitaba escribir. Pero, aunque ningún tema quiera aparecer ahora por mis palabras, voy a seguir plasmándolas, a pesar de que resulten inconexas, incoherentes, inteligentes. Ah, no. Esto último tal vez no. ¿Inteligibles? Incomprensibles. Inverosímiles, tal vez. Imbéciles. Colé una “m” que no tocaba. Insípidas, como el mundo que te rodea. Insustancial, como la mayoría de personas que conoces. Intolerante, que te estás volviendo. Tanta incredulidad no exime tus pecados. La indiferencia no reduce tu insatisfacción.

Incompleta, me siento. Inherente en mí la melancolía. Miss you so much. Incongruente, a veces yo, a veces todo lo que no soy yo. Increíblemente incierta mi suerte, mi cabeza. Inexplicables mis argumentos inconscientes. Incorregibles mis maneras. Intensos mis placeres y vicios. Inigualable mi laberinto psicosocial, emocional, real. Inaguantable mi genio.

Inexistente mi universo. Irrealizable mi utopía. Ilusionante mi intención. A lo mejor, un poco inoportuna e irremediablemente diabólica. Incapaz de esconder mi interés por las palabras. Por los sentidos y los sinsentidos de la vida. Intratable cuando me invade la tristeza.

Inapetente mi alrededor. Inalterable mi locura. Inhóspito el paraje en el que caen mis sueños. Insignificante el eco que tienen mis ideas. Inmenso el olvido al que han ido a parar mis palabras.

Y, aun así, inabarcable mi ego. Irreductible mi espíritu. Implacable mi verborrea ilimitada. Insospechada mi creatividad. Incomparable la capacidad de invertir mi tiempo en ignorar la realidad. Inusitada la certeza de que mi mundo interior es infinitamente más interesante que el de fuera, empeñado en imponerse, insensiblemente hostil, ante mi incómoda sensibilidad.

Y, aun así, inestablemente estable. Yo. Inesperada. Involuntariamente inigualable. Inolvidable.