Halloween y Todos los Santos conviven en unos días llenos de contrastes. De la alegría i la festividad de los pequeños a la nostalgia y al recuerdo del pasado en los mayores.

Niños, niñas y adolescentes son la viva imagen de la felicidad. Disfraces, caramelos, juegos y fiestas llenan las horas de estos días. Una tradición que, a pesar que proviene de Estados Unidos, ha hecho el salto al continente europeo y ya ha arralado con fuerza. Cada vez es más frecuente ver familias que decoran su domicilio con emotivos de Halloween –calaveras, telarañas, etc.- para ambientar la cena y la fiesta en qué participan distintas familias amigas.

La principal diferencia con la tradición americana es no ver los niños ir de puerta en puerta, llamar al timbre y decir el famoso “Trick or treat” -truco o trato- y que normalmente acaba con unos cuantos caramelos en la bolsa del niño.

Para los más mayores, las fiestas en discotecas son una cita obligada. Muchos locales de ocio aprovechan esta fecha para realizar un día distinto: “remember” de música o traer un DJ conocido, entre otras opciones. Una noche en qué siempre preparan sorpresa y promociones para los asistentes y que normalmente funciona y consiguen un lleno.

En el polo opuesto se encuentran los cementerios y las iglesias. Las floristerías últimas los últimos detalles de los ramos y centros que la gente ha encargado para llevar a sus seres queridos que ya no están.

Unos días en que los cementerios lucen una de sus mejores imágenes con las lápidas limpias y las flores frescas. Sin duda el mejor homenaje a los que nos dejaron y mantener vivo su recuerdo.

Unas visitas a los cementerios que se ven favorecidas por su ampliación de horario de apertura de estos y la ayuda de las administraciones públicas con la inclusión de trasporte especial desde el centro de la ciudad a estos emplazamientos.

Las iglesias no se quedan atrás y ofrecen homilías especiales para recordar a los familiares fallecidos. Una mayor oferta de horarios que sin duda facilita a las personas mayores poder asistir al que mejor se acople a sus necesidades.

Un tradición que se extiende, mayoritariamente, entre las personas mayores y que se siente solas ante la ausencia de su cónyuge que gran parte de la población más joven no termina de comprender.

Alegría y tristeza se unen en estos días para que unos aprendan de la experiencia de los mayores y para que los mayores se contagien de las ganas de vida y la alegría de los pequeños. Dos generaciones que pueden aprender la una de la otra.