Quizás le resulte algo difícil de entender a los extranjeros de qué se trata el festejo del Día de Muertos, y no los culpo, pues parece que, incluso a muchos mexicanos, les es difícil entender el punto de celebrar a nuestros muertos. Ciertamente existen muchos puntos de vista, muchas interpretaciones y cada quien lo vive desde su punto de vista. De lo que puedo estar seguro, es de que nuestros muertos no vienen a espantarnos, ni vienen a darnos un susto o a pedirnos trick or treat (truco o trato) como dicta la actual tradición estadounidense.

La tradición del Día de Muertos actual es el resultado de un sincretismo religioso entre el catolicismo romano y las costumbres religiosas prehispánicas. La tradición actual dice que Dios permite que los muertos vengan a visitarnos y a cambio nosotros dejamos un “altar” con los alimentos y bebidas favoritas de quienes recordamos en esos días para que se deleiten después de tan largo viaje desde el más allá. Puede ser que está historia no sea cierta en la mente del escéptico como tan cierta en la mente del buen creyente. Otra cosa que los mexicanos no hacemos es adorar a la muerte, no dudo que haya quien lo haga, pero eso no es lo que dicta la tradición, no adoramos, rendimos culto ni veneramos a la muerte ni a los muertos, salvo sus particulares excepciones.

Durante estos días, las calles y paisajes de México se adornan con los elementos particulares de esta fiesta, uno de los que podemos encontrar son las calaveras de azúcar o de chocolate, que adornan los altares de muertos y que son comestibles. Muchas veces se hacen intercambios de “calaveritas” que consiste en regalar una de estas calaveras de dulce o azúcar, acompañada de una pequeña rima en la que se relata como el protagonista intenta escapar de la muerte.

Otro elemento que acompaña esta fiesta es la presencia de la Catrina, que es una ilustración de la muerte de forma pícara realizada por el célebre ilustrador mexicano José Guadalupe Posada.

Una cosa es cierta: en el Día de Muertos, honramos la memoria de aquellos que se nos fueron, quienes se nos adelantaron al dar ese paso que algún día, tarde que temprano, todos daremos, aquellos que mientras estuvieron en esta tierra supieron cómo arrancarnos una sonrisa, supieron consentirnos con nuestra comida favorita, nos dijeron tantas veces un simple, pero tan significativo : “tú puedes”, “estoy orgulloso de ti”, aquellos que nos llenaron de abrazos, apapachos y caricias, y que en estos días, deseamos creer que vuelven para volver a sentir ese cálido abrazo o a compartir una comida con nosotros; quienes ciertamente su cuerpo y su carne puede estar muerte, pero su memoria y su recuerdo vivirá hasta el día en que nos reunamos con ellos allá donde están.