Los lectores habituales del Arthur’s Ladies Magazine se deben haber sorprendido y horrorizado aquel enero de 1846. Una extraña historia titulada The Sphinx (La Esfinge) firmada por Edgar Allan Poe (1809-1849), aparecía en la revista. El narrador relata el vuelo entre plantas realizado por una inmensa esfinge (Lepidoptera: Sphingidae). Una extraña sensación afecta al narrador. Tal efecto pudo haber sido inducido por alguna droga. Eso asume Julio Cortázar (1914-1984), quien de manera magistral tradujo al castellano la obra de Poe:

«Ópticamente imposible, la ilusión que domina al narrador podría derivar plausiblemente de una dosis de opio. Poe alude a su ‘estado de anormal melancolía’; quizás no quiso mencionar el remedio que tenía al alcance de la mano».

El esfíngido de la calavera (Acheronta atropos: Sphingidae), protagonista del cuento, ha ocasionado terror en el vulgo europeo, asiático o norafricano en otras épocas. Ese terror se le atribuye al sonido melancólico que produce y la “insignia” de “la muerte” en la región dorsal de su tórax. El adulto ciertamente puede causar “terror” entre las abejas melíferas a cuyas colmenas ataca, robándoles la miel.

Los esfíngidos son polillas crepusculares y nocturnas de gran importancia ecológica. En 2008, el Museo de Historia Natural de Londres o Museo Británico, compró la colección de Jean-Marie Cadiou (1941 -2007).

Ingeniero y experto en Computación, Cadiou fue también un apasionado estudioso y coleccionista, estableciendo la más grande colección de esfíngidos del mundo, con unos 230.000 ejemplares. A esta colección se le adicionarían unos 60.000 esfíngidos que ya tenía el museo. Sin embargo, hasta lo que yo sé, aún les falta obtener una de las especies más raras de la familia, Baniwa yavitensis, descrita de Venezuela por quien fuera otro apasionado de estas interesantes polillas, el entomólogo franco-venezolano René Lichy (1896-1981).

Nació René Lichy en París y desde su niñez mostró inquietudes artísticas. Siendo adolescente estudiará Historia del Arte y Diseño en la reconocida escuela Germain Pilon. Durante la visita a un museo de arte, vio unas mariposas plasmadas en un tapiz que se presentaba en exhibición, despertando en él su interés artístico por tales insectos. El advenimiento de la Primera Guerra Mundial lo motiva a enlistarse. Desafortunadamente, en 1918 es herido gravemente en una pierna. Regresa a Francia a recuperarse de la herida, la cual le molestaría por el resto de su vida, además de convertirse en constante recuerdo a su rechazo a todo tipo de violencia bélica y militarista.

«Yo también he sido militar, pero en condiciones adversas (1916-17), en el frente del Somme, en Francia, y luego en las tropas del ejército de Oriente. A pesar de que me he enlistado como voluntario, prefiero olvidar toda esa época».

En 1919 llega a Guatemala para atender una hacienda cafetalera. Durante sus tiempos libres se dedica a pintar y colectar mariposas. Estas serán enviadas a Francia al gran negociante y experto lepidopterólogo Eugène Le Moult (1882-1967). Es en Centroamérica cuando su interés científico por los lepidópteros despierta. Permanece en Guatemala hasta 1927, cuando regresa a Francia para contraer matrimonio. Consigue un trabajo que lo lleva hasta la Indochina francesa como encargado de una finca productora de té en Dalat, hoy Vietnam. Años después regresa a su país de origen para embarcarse en 1933 a Venezuela por unos meses con la misión de colectar plantas para el Muséum national d'Histoire naturelle, de París. Se residencia en Caracas e intenta buscar empleo como administrador de alguna finca cafetalera, sin éxito.

Sobre sus primeros días en Venezuela nos comenta su amigo y discípulo, el entomólogo venezolano Pedro José Salinas:

«Para sobrevivir sirve como vigilante del Museo de Ciencias Naturales. Luego, por intermedio de amigos, logra que sus dibujos y acuarelas sean vistos por personas conocedoras que le invitaron a enviar algunos a la revista 'Elite', donde fueron usados como portadas. Posteriormente es empleado como profesor de francés en algunos liceos públicos y privados».

Comenzará a dictar clases de francés en varios liceos caraqueños. Sin embargo, conservó siempre una gran pasión por el arte. Leía mucho sobre diversas disciplinas. Aunque no sentía mayor interés por el arte romano, le encantaba el griego y el egipcio, el Romanticismo, el Renacimiento. La Victoria de Samotracia y la Venus de Milo se contaban entre sus esculturas favoritas. También pintaba. La pintura, era para Lichy relajante y de gran relevancia. Varios pintores marcaron, sin duda, su estilo. Al respecto me comenta su hijo Atahualpa:

«Le gustaban mucho los impresionistas, Manet, Monet, Seurat, Cezanne fue otro pintor que le gustaba mucho [...]. El dibujante Steinlen [Théophile Alexander Steinlen (1859-1923)], a quien conoció, influyó mucho en sus dibujos. También lo hizo otro dibujante de finales del siglo XIX y principios del XX, quien era amigo de su padre, si bien recuerdo se llamaba Le Brun: recuerdo haber visto algunos dibujos de él y los primeros de mi papá, adolescente, tenían su influencia. Y le gustó toda la vida por su manera de dibujar a la gente humilde, los campesinos. Claro que también admiraba a Toulouse Lautrec».

Todo su conocimiento sobre arte le estimula a contactar a funcionarios del Ministerio de Instrucción Pública (hoy de Educación), convenciéndolos de la necesidad de establecer estudios de secundaria sobre “Historia del Arte”, hoy “Educación Artística”. No solo aceptan su propuesta, sino que lo invitan a elaborar el primer programa de dicha asignatura, convirtiéndose, además, en el primer profesor de la misma. Dictaría la materia en liceos públicos tales como el Andrés Bello, el Aplicación y el liceo nocturno Juan Vicente González. Fue uno de los profesores fundadores del Liceo Fermín Toro. Continúa Atahualpa:

«Mi papá fue el creador de la cátedra de ‘Historia del Arte’ para los liceos en Venezuela. Creo que esa cátedra no existía en casi ningún liceo en el mundo, en esa época [...]. Nuestra casa en el Parque Sanabria, en la Pastora, estaba llena de libros de arte, con muchas reproducciones, que el utilizaba para mostrar en sus clases. Yo crecí entre esos libros y los de entomología».

Lichy instruirá estudiantes en las Escuelas Normal de Mujeres de Caracas y Militar de las Fuerzas Armadas de Cooperación en El Paraíso. Su labor de educador la desempeña también en algunos liceos privados de la capital. Desde su llegada al país se dedica a estudiar los lepidópteros venezolanos, especialmente los Sphingidae.

Gracias a su temprana relación con el Museo de Ciencias Naturales de los Caobos contacta a investigadores de la época. Conocerá a Charles Ballou (1890-1961), quien había sido contratado por el Gobierno venezolano para fundar en 1938 el Instituto Nacional de Agricultura, germen de lo que hoy conocemos como las Facultades de Ingeniería Agronómica y Ciencias Veterinarias de la Universidad Central de Venezuela, y el Centro Nacional de Investigaciones Agropecuarias, en Maracay. Frecuentemente, Lichy visitaría a Ballou para ayudarlo a identificar insectos, especialmente lepidópteros de importancia económica. En 1941, junto a Enrique Guillermo Vogelsang (1897-1969), Pablo Anduze (1902-1989), Charles Ballou y Félix Pifano (1912-2003), fundarán el Boletín de Entomología Venezolana, revista científica especializada en trabajos sobre insectos.

Su actividad científica lo hace meritorio para ser nombrado, a partir de 1946, como Miembro Correspondiente de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales. Durante esta época concibe la idea, junto a Pablo Anduze, de establecer los estatutos para crear una Sociedad de Entomología, lo cual no se hace realidad en el momento. De igual manera, concibió, junto al antropólogo Marc de Civrieux (1919-2003), la idea de realizar un viaje exploratorio para encontrar el origen del río más importante del país, expedición para la que no consigue apoyo.

Sin embargo, en 1951 se convierte en uno de los dos entomólogos integrantes de la Expedición Franco-Venezolana. Ésta, comandada por el Mayor Franz Risquez Irribarren (1915-1969), llegaría hasta las fuentes del Orinoco. Lichy sería encargado de recolectar insectos, principalmente mariposas y polillas. Publicaría, junto a José Vicente Scorza (1924-2016), una lista preliminar de los artrópodos obtenidos durante la expedición. El material lepidopterológico debía ser enviado originalmente al Muséum national d'Histoire naturelle, París, para ser estudiado por el propio Lichy. Sin embargo, allegados a la expedición decidieron enviarlos al National Museum of Natural History, Smithsonian Institution, de Washington D.C. Un interesante recuento con excelentes notas taxonómicas y biológicas de muchas de las mariposas observadas y colectadas, así como de anécdotas diversas de la expedición, se encuentran en su libro Ya-Ku (yo hablo) publicado en 1978.

«Sobre los cebos muy fermentados he observado, a pesar de la ausencia del sol, un Prepona demophon que movía bruscamente sus alas posteriores, pero me dejó acercar; … ... En el campamento, sobre excrementos humanos, un Adelpha sp., un Marpesia petreus. Sobre los techos de palmas y de Musaceas, un Morpho rhetenor que trataba de posarse. … no volaba a más de tres metros de alto y su vuelo no me pareció muy rápido, pero si bastante irregular, de arriba para abajo, sin dirección definida como el Morpho menelaus».

Muy a su pesar no estuvo en la etapa final de la expedición, su evacuación fue ordenada por el mayor Rízquez. Este y otros miembros del grupo expedicionario parecen haber mal interpretado su actitud de los días previos, originando la orden para su salida prematura. Debido a su tradicional reserva, aceptó con aplomo y dignidad la orden de Rízquez. Sin embargo, siempre mantuvo que aún tenía fuerzas y disposición para llegar a las fuentes del Orinoco, destino final de la Expedición.

«A través de todo lo que he escrito, queda claro que mi determinación de regresar no se debe en absoluto a mi salud.
» Pienso en el regreso a Caracas, a la vez con pena y satisfacción. Mi imaginación me lleva a mis hijos, a mi trabajo. Esto habrá sido para mí una verdadera aventura que merecía ser vivida. Nunca tendré pesar por haber participado en esta empresa [...] nunca he querido ser “una víctima, un vencido de la vida”. Por mi pierna, no debería haber salido de Francia, limitándome a estar sentado frente a una mesa de dibujo o un escritorio. ¡Que perspectiva más desalentadora! Jamás seré ese tipo derrotado, sin un ideal libre, que no se consigue sino en las selvas, tanto del sureste de Asia, como de la América Central y de Venezuela».

Sus conocimientos entomológicos le aseguran un cargo como investigador y profesor de dicha materia en la Facultad de Agronomía de Venezuela, Maracay, en 1953. En 1955 es honrado por el Gobierno nacional con la Orden Andrés Bello en su primera promoción. También recibiría la Orden al Mérito al Trabajo. En 1958 es jubilado del Ministerio de Educación. Para 1959, luego de varios años de trámites y la oportuna intervención del reconocido entomólogo venezolano Francisco Fernández Yépez (1923-1986), los lepidópteros de la expedición al Orinoco serían recuperados y devueltos a Venezuela. Los estudia al detalle para publicar sus notas en el Boletín de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales.

«No creo equivocarme en considerar este trabajo como el primer ensayo sobre la existencia de las especies de Lepidópteros en orden sistemático de la región amazónica de Venezuela, por cierto de una riqueza extraordinaria en especies y en número de individuos.
»No pretendo presentar una lista exhaustiva de las especies de Lepidópteros que viven en la gran región amazónica de nuestro país, pues nuestra Expedición no duró sino unos seis meses hasta la meta (fuentes), bien poco, es verdad para estudiar una fauna tan rica».

Comenzando los sesenta retomaría su idea de crear una Sociedad Entomológica, la cual sería finalmente fundada en 1964, junto a viejos y nuevos amigos con el interés común en los insectos. Se retira ese año de la Facultad de Agronomía, mudándose a Francia. Sin embargo, regresa a Venezuela, su segunda patria, en varias oportunidades para visitar a sus innumerables amigos. Por su amplia trayectoria científica sería nombrado Miembro Honorario de la Sociedad Venezolana de Ciencias Naturales y de la Sociedad Venezolana de Entomología. Sería nombrado Miembro Corresponsal de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales.

De sus enseñanzas en el mundo del arte y la pintura, dejó numerosos discípulos. De Lichy se ha llegado a decir que era «un artista de gran delicadeza y sus dibujos eran tan exactos como sus estudios de los ciclos biológicos de ciertos grupos de mariposas».

Su pasión por los lepidópteros era innegable. Era conocido de todos que cada vez que tenía unos días libres de su trabajo habitual, tomaba su vehículo para ir de colecta. Muchas veces solo, quizás porque otros coleccionistas no eran tan pacientes. A donde fuera se desplazaba a no más de 60 kilómetros por hora. Lichy no solo era experto en el estudio de los esfíngidos, sino también de varios grupos de mariposas. Sus trabajos fueron publicados en varias revistas científicas venezolanas y francesas. Diversos investigadores han honrado a Lichy y su memoria, al describir varios organismos, principalmente insectos, con su nombre.

Algunos con quienes compartió expediciones me llegaron a comentar que al posarse alguna mariposa Prepona en cualquier cebo de plátano que había colacado, se quitaba su sombrero de campo para decirle algo así como: «He aquí la Reina de las Mariposas».