El pueblo autóctono más numeroso de Colombia es el wayuu (también llamado wayú, wayúu o guajiro). Ellos habitan en la región semidesértica de la Guajira, en la parte noreste del país que bordea el Caribe hacia el norte y Venezuela al este. Su población cuenta cerca de 270.400 personas y los wayuu constituyen casi el 20% del total de la población indígena colombiana. Se visten de trajes vistosos, donde domina el rojo, se dedican principalmente al pastoreo de cabras, que abundan en la zona.También a la pesca, trabajan un poco la tierra y hacen artesanía textil, vendiendo sus productos en los mercados locales. Su tez es oscura, bruñida por el sol, sus facciones son delicadas, su paso es rápido y sus cuerpos esbeltos.

El ganado es la riqueza de la comunidad y un símbolo de prestigio y, además, de poder social. Se usa como dote y moneda. Las parejas son semiabiertas, existe la poligamia y las mujeres representan una referencia fundamental para todo el tejido comunitario y el hogar. Los hombres negocian con los padres de la mujer el matrimonio, dejándole a la familia original una dote para compensar la “pérdida” de una hija. En la cultura wayuu existen fuertes tradiciones chamánicas y el piachi' es una autoridad en la comunidad.

Un 30% aproximadamente habla español y el resto comunica sólo en su lengua: el wayuunaiki. Esta pertenece a la familia lingüística arawak y es una lengua aglutinante, como el finlandés y el turco, ya que las preposiciones y otras declinaciones se agregan como sufijos a los sustantivos. Fonéticamente contiene 6 vocales y 16 consonantes y como en español poseen una r y doble rr vibrante. Los wayuu también habitan en la parte noroeste de Venezuela y su población allí cuenta unas 410.000 personas. Por el camino desde Palomino a Riohacha y desde allí a Maicao, hemos visto varias comunidades wayuu y en dos lugares hemos presenciado sus bailes típicos, donde los bailarines se visten de rojo y el hombre gira en torno a la mujer que abre sus vestidos como alas.

Hay algo vital y melancólico a la vez en los wayuu. El pasar del tiempo no ha alterado radicalmente su forma de vivir y las pequeñas comunidades, distribuidas como manchas de colores sobre el extenso mapa del desierto, luchan silenciosamente por una supervivencia, donde el mañana no existe y el tiempo se cuaja en un hoy eterno, que continua intransigente.

A las mujeres wayuu...

Toda el alma en los ojos,
todo el sol en la piel.
Toda la noche en los cabellos
y en la boca todo el sabor de miel.
Todos los colores en el vestido,
toda la fuerza para querer.
Todos los caminos en los pies
y en los labios toda el ansia para morder.
Toda la velocidad en las piernas,
toda la perseverancia en el ser.
En la frente la luz de todas las estrellas
y en el vientre toda la vida por nacer.