En abril de 2016 se celebró el segundo centenario del nacimiento de Charlotte Brontë, novelista inglesa del siglo XIX que, junto a sus hermanas, se lanzó a la aventura de escribir y publicar, con lo que eso suponía, y cuyos trágicos destinos han contribuido a la creación de su mito.

En un mundo en el que el papel de la mujer quedaba relegado a las labores del hogar, tres jóvenes brillantes ensalzan sus talentos para abrirse camino en esta sociedad de la que se les excluía.

Sus personajes son, como ellas, mujeres valientes, fuertes y cultas que no se dejan avasallar por un ambiente rígido y masculino; están dotados de la misma entereza y determinación que ellas poseen. Observan el alma humana llena de inquietudes, secretos y deseos, y los sentimientos, ocultos o reprimidos, en muchos casos por la presión social.

Los hermanos Brontë: Maria (1814), Elisabeth (1815), Charlotte (1816), Patrick Branwell (1817), Emily (1818) y Anne (1820) nacieron en Thornton, en la comarca inglesa de Yorkshire, aunque pronto se trasladaron a Howorth, donde Patrick, el padre, era reverendo y a cuyo cuidado habían quedado tras la temprana muerte de Maria, la madre.

Tuvieron desde la infancia acceso a gran variedad de lecturas, lo que contribuyó a que, con la ayuda de su imaginación, creasen asombrosos mundos sobre los que escribían historias como formas de juego. En ellos depositaban las influencias y pasiones políticas, sociales y literarias (entre las que se encontraba Lord Byron y sus héroes arrogantes de corazón oscuro, y los cuentos góticos).

Patrick, conocedor del potencial intelectual de sus hijas, las envía a la escuela de Cowan Bridge, donde Elisabeth y Maria enferman de tuberculosis y mueren. Más tarde, Charlotte irá a la escuela de Miss Wooler, al sur de Bradford, donde llegará a trabajar como profesora, experiencia que repetirá en Bruselas con Emily, enseñando música e inglés, respectivamente. Sin embargo, ambas acaban regresando al hogar, Emily por la profunda añoranza que siente y Charlotte por un amor no correspondido.

Charlotte tiene planes para ella y sus hermanas: crear una escuela de niñas con acomodo en la casa parroquial, que contemplase las salidas al extranjero para practicar idiomas. Pero nunca ha dejado de escribir y, sin darse cuenta, va elaborando una idea más ambiciosa, la de compilar los poemas de ambas en un volumen.

Contactando con los responsables de una de las revistas que acostumbran a leer dan con la pequeña editorial Aylott & Jones en Londres, que será la que publique su libro. Y así, aunque bajo pseudónimo (Ellis, Currer y Acton Bell, coincidiendo con las iniciales de sus nombres) y con muy pocos ejemplares vendidos, habrán encontrado la manera de salir al mundo.

Tomando sus propios elementos biográficos (experiencias, amores, anhelos) probaron suerte con la novela, y de este modo vieron la luz Cumbres borrascosas, Agnes Grey y Jane Eyre, de Emily, Anne y Charlotte, respectivamente. De Cumbres borrascosas destacó la originalidad del tema, la violencia y la aparente inmoralidad, siendo interpretada como poderosa historia de amor y como temprano manifiesto feminista. Agnes Grey, aunque con acogida más neutral, también es considerada un ataque a la moral y a las buenas costumbres. Y Jane Eyre, al expresar con maestría y profundidad los mitos atemporales del ser humano, acaba siendo la que de mayor éxito ha gozado.

Un año después, Anne y Charlotte deciden romper el anonimato (no Emily) y viajan a Londres, donde los editores (Smith, Elder & Co.) quedan muy sorprendidos de las identidades de las jóvenes, pero se sobreponen a la primera impresión y reconocen el éxito de las escritoras. A partir de entonces, Charlotte decide iniciar su periplo por Europa, donde tuvo ocasión de conocer a escritores e intelectuales de la época, a los que presentó su obra y la de sus hermanas.

Por otro lado, se encuentra el joven Branwell, inteligente y con dotes para la pintura, en quien el padre había depositado todas sus esperanzas. Habiendo tenido la oportunidad de entrar en la Real Academy of Arts de Londres, elige seguir otros caminos y, finalmente, abatido por el desamor, se deja devorar por el alcohol y las drogas, y muere en septiembre de 1848 a causa de una tuberculosis.

Este supone el inicio de la tragedia, que inexorablemente se cierne sobre ellos. Emily no logra recuperarse de la pérdida de su hermano y muere también de tuberculosis en diciembre del mismo año; Anne lo hará por la misma causa en mayo. Charlotte, que se casa a los 37 años, en contra de la opinión de su padre, muere en marzo de 1855 por las complicaciones de un embarazo tardío. Y Patrick Brontë muere seis años después, sin embargo, ha podido ser testigo de cómo la fama de sus hijas crecía y se convertían en mitos de la literatura inglesa.

Emily no parece que buscase la notoriedad, sino que más bien su escritura naciese de una necesidad intrínseca. No era este el caso de Charlotte, que luchó por hallar la manera de que su talento y esfuerzo fuesen reconocidos, a pesar de las dificultades que la época les imponía. Esta última, además de Jane Eyre, publica otras tres novelas y llega a disfrutar del ansiado reconocimiento entre otros de su gremio. Las otras obras son El profesor (su primera obra, que aún no posee la calidad literaria de las siguientes; cuenta su experiencia en Bruselas y con el profesor del que estuvo enamorada), Shirley (representa aquello en lo que Emily pudiera haberse convertido) y Villette (toca la condición femenina, las opciones disponibles y los oficios posibles).

Son tres escritoras geniales con destinos terribles. La prematura muerte de la madre y las hermanas mayores, así como la experiencia del internado, en donde estuvieron en contacto con el hambre, la suciedad y la enfermedad, marcaron notablemente sus vidas y, por supuesto, su literatura. Ellas nos recuerdan a otra con características muy similares: Jane Austen, también inglesa, mujer, inteligente, inconformista, de la misma época, fallecida de tuberculosis tan solo un año después del nacimiento de Charlotte. Ellas no solo nos han dejado el tesoro de sus obras, ya clásicos atemporales, sino además lo grandioso de su legado, la lucha por abrirse camino pese a las barreras y no cejar en su empeño por convertirse en lo que realmente querían ser.