«La tragedia del hombre, está implícita en el límite mismo de la vida; en la temporalidad de esta,
en la casualidad o el azar de los acontecimientos, y, sobre todo en la caducidad de su tiempo,
y en no poder conocer su destino, sino tener que hacerlo él mismo.
Por eso, sensato es aquel que no se lamenta por lo que no tiene, sino que goza de lo que tiene».

(Demócrito)

Demócrito, de la ciudad de Abdera y quien vivió hace 2.500 años, era considerado uno de los mayores filósofos-científicos de la Antigüedad, junto con Tales, Anaximandro, Anaxímenes, Pitágoras, Leucipo, finalizando con Hipócrates y Aristóteles. Ellos formaron un conjunto de pensadores con objetivos y perspectivas decididamente científicos, lo que era algo fuera de su tiempo, porque en esa época en Grecia, la magia, las leyendas y las creencias religiosas en diversos dioses que interactuaban con los hombres y decidían las acciones humanas hacía que los hechos de la naturaleza fueran incomprensibles.

Tales, de la ciudad de Mileto, fue considerado no sólo el primer filosofo de la historia (hace 2.600 años), sino el primer filosofo científico, ya que él intentó entender el mundo mediante el uso de la razón, sin apelar a la religión, los dioses y la simple tradición y luego los otros filósofos ya citados siguieron sus ideas y realizaciones.

Demócrito es conocido como el primer materialista de la historia y del azar. Junto con Leucipo, un filósofo con el que estudió y creó una filosofía de tipo físico. Demócrito observó el mundo material y se preguntó: ¿cuál es el elemento último e irreducible de todas las cosas existentes en la naturaleza? Ambos filósofos tuvieron una extraordinaria idea: pensaron que en la naturaleza no había nada más que átomos y espacios vacíos. El mundo consiste en entidades materiales muy pequeñas invisibles y duras, inmutables, que han sido siempre y serán, tienen diferentes tamaños, se mueven con diferentes velocidades y suelen chocar entre sí dando lugar a cambios de movimientos. Él insistía en que los átomos son tan minúsculos que no pueden ser vistos, excepto si se juntan y se produce una combinación de miles de ellos para darle una forma visible a un objeto que forman y que puede verse y oírse. O sea, que la materia es lo que forma todas las cosas.

Esa hipótesis, increíble y fantástica para su época, fue confirmada más de dos mil años después. Lo que es difícil comprender es cómo la mente de este filósofo pudo pensar en las diferencias físicas de las cosas materiales y poder explicarlas en la forma, el orden y la situación de los átomos que las componían y que las diferentes combinaciones de átomos que dan lugar a los objetos son apariencias que se deben a nuestro modo de percibir las cosas formadas por esos átomos. No son entonces subjetivas, sino objetivas. Las cosas materiales habría que explicarlas o se diferencian entre sí según la forma, el orden y la situación de los átomos que la componen. Esos conceptos son muy parecidos a los actuales donde se dice que las partículas subatómicas son definidas por las diversas cualidades que poseen, masa, tipo de átomo, carga eléctrica, espín, etc., si estas coinciden, las partículas son del mismo tipo, caso contrario son diferentes. Hoy sabemos que los átomos forman moléculas que se juntan con otras y de ahí, estas forman diferentes cosas.

El sugerir Demócrito (sin ningún conocimiento previo) que los átomos se encuentran llenando el vacío y moviéndose en él y que así se puede explicar el movimiento y la multiplicidad de los fenómenos en el mundo, nos revela que el cerebro funcionando al crear la mente es capaz de «imaginar» fantasías que en realidad son verdaderas intuiciones, que luego con el pasar del tiempo se comprueban como reales. Eso sucedió con todas las ideas geniales de los grandes filósofos científicos antiguo y de hecho sucedió con los grandes genios de la ciencia, incluyendo Einstein, quien decía que la imaginación era muy importante para creatividad. La hipótesis de Demócrito se confirmó siglos después cuando se supo que un átomo de hidrógeno, con un núcleo central diminuto y un electrón girando o dando saltos alrededor de él, tiene un enorme espacio vacío entre el núcleo y el electrón. Hoy sabemos que la materia está compuesta de átomos y espacios vacíos y que incluso el Universo parece igual, pequeños cúmulos de galaxias (millones de estrellas y sus planetas) y grandes espacios vacíos oscuros que contienen la llamada materia oscura.

Pero lo más extraordinario no era solo la afirmación anterior, sino que, además, Demócrito afirmaba que «los átomos no se crean ni desaparece ninguno en la naturaleza». Posteriormente el descubrimiento de las leyes de la conservación de la energía y los estudios del átomo muchos siglos después confirmaron esto. La materia puede convertirse en energía y viceversa, pero no se pierde. Para él, los seres humanos eran una combinación de átomos al igual que un árbol, el agua, la arena, pero lo que lo diferencia de ellos es que somos capaces de apreciar la naturaleza y tener experiencias, debido a que el ser humano tiene conciencia y tiene un alma.

Pero como esta última afirmación de él es algo abstracta y no material y no está al parecer acorde con su materialismo, es necesario continuar estudiando lo que él decía al respecto: que la conciencia y el alma están formadas también por átomos. Hay que recordar que, si bien alma en algunas religiones se refiere a sustancia espiritual e inmortal de los seres humanos, y por ello algunos han criticado y quitado valor a lo señalado por Demócrito, la realidad es que posiblemente este gran hombre se estaba refiriendo a la mente.

A propósito de eso, el Premio Nobel y uno de los creadores de la mecánica cuántica Erwin Schrodinger, gran admirador de Demócrito, señala que ese defecto del que adolecía la teoría de este filosofó no debe ser juzgada con mucha severidad, pues Demócrito admitía por esos tiempos:

a) que el comportamiento de todos los átomos en el interior de un cuerpo vivo está determinado por las leyes físicas de la naturaleza y

b) que algunos de ellos venían a componer lo que denominamos «la mente» o «el alma». Es posible que esto no fuera una antinomia (contradicción entre dos conceptos o teorías), sino que se refiriera a lo mismo. Todas las palabras antiguas para designar el alma significan aire o respiración (spiritus, anima, athman). Recordemos que la materia puede estar en forma, gaseosas (aire), líquida (agua), o solida (una persona) y todas están formadas por átomos.

El problema es que Epicuro y sus discípulos que creían en la idea de los átomos de Demócrito, incapacitados para encarar tal antinomia la aceptaran como tal y la difundieran. Por cierto, la diferencia entre Demócrito y Epicuro residía en que Demócrito estaba modestamente convencido de que no sabía nada (algo que luego Sócrates convirtió en su estandarte cultural) y en cambio Epicuro estaba muy seguro de que sabía un poco de todo, al igual que muchas grandes figuras, que también eran vanidosas en todos los tiempos.

En todo caso, cuando hablaba de conciencia y de que esta estaba formada por átomos, en realidad no se equivocaba ya que nuestro cerebro es algo material (se puede ver y palpar y cortar y ver las células que lo componen al microscopio), y este, bajo estímulos eléctricos que le llegan por los axones nerviosos a sus células o neuronas (formadas por moléculas y estas a su vez por átomos), producen neurotransmisores químicos (dopamina, acetilcolina, serotonina, etc.), y es así como se produce la función del cerebro llamada mente con la cual pensamos, reflexionamos, memorizamos y actuamos (esta no se puede ver, ni palpar). Lo extraordinario es que aquí la materia se convierte en conciencia dando lugar así lo material a algo abstracto como es el pensamiento, esto es una realidad científica comprobada y si queremos simplificar más, nuestra mente, es puramente el resultado de fenómenos electroquímicos, estoy seguro qué Demócrito hubiera aplaudido al saber esto. Todo lo anterior parece ciencia ficción, pero es una realidad.

Las ideas filosóficas que en ese tiempo eran meramente especulativas o metafísicas, ya que no se sostenían en datos empíricos o de la experiencia, sino en la intuición de una mente privilegiada como la de Demócrito en cuanto a los átomos, sin embargo, con el tiempo esos conceptos se convirtieron en algo científico hoy aceptado. Las ideas de él se llegaron a aceptar y fueron llamados materialismo y mecanicismo. Se llama materialismo por suponer que solamente existe materia y se llama mecanicismo por suponer que solamente el movimiento es causa del cambio. Por esa razón se debe considerar a Demócrito y a Leucipo, cuya teoría fue calificada en esos tiempos e incluso por siglos de siglos como meras especulaciones, ya que no había modo de comprobarla mediante investigaciones, como los geniales creadores rudimentarios de la física atómica, algo que insisto apoya nada menos que Erwin Schrodinger.

Cuando a Demócrito le preguntaron qué pensaba de las cualidades de las cosas que existen, señaló:

«Las cualidades que nuestros sentidos perciben de las cosas son meras apariencias, yo creo que en el fondo todo está formado por átomos indestructibles y todo cambio que se produce en el universo no es sino una variación en la combinación y ubicación de dichos átomos».

Y no se equivocaba.