Lo más sugerente para mí antes de empezar a leer este libro y escogerlo entre muchas otras propuestas fue sin duda, el título y su escritor, Jostein Gaarder, alguien al que no había leído desde el apasionante libro El mundo de Sofía, el que a muy corta edad me hizo amar la filosofía y querer descubrir cada vez más, una revelación mágica (para mí en esos años) de la historia de la filosofía occidental.

Esta vez en El hombre de las marionetas, Jostein Gaarder, no deja de ser pedagógico, aunque con un enfoque más orientado a adultos, mostrándonos también su amor por la filología y la religión, de la mano de un profesor que nos habla, en una epístola escrita por él mismo, de su vida, mientras vamos encontrándonos fragmentos dedicados a ambas cuestiones.

Es curioso el título: El hombre de las marionetas, porque al acabar de leer descubres que sólo hay una sola marioneta, que no deja de ser una prolongación del protagonista, su mejor amigo, su otro yo.

El protagonista es un ser enigmático, solitario y muy peculiar, se llama Jakob. Un profesor sexagenario que vive solo y encuentra en el asistir a entierros un gran sentido a su vida. La respuesta a este hecho nos la desvela la narración, y al final, él mismo, ya que el libro está escrito en forma de carta. Una carta dirigida a la mujer que ama: Agnes.

La soledad de Jakob le hace sentir en los sepelios una especie de recogimiento, el sentirse en una familia, cosa que realmente no ha experimentado en su vida. Así lee cada día las esquelas de los diarios intentando escoger el mejor entierro al que asistir. Una vez allí y previamente documentado de la vida del muerto inventa una historia que lo relaciona con esa persona en cuestión. Así se presenta ante sus familiares honrando la memoria del fallecido. Es en uno de ellos donde conoce a Agnes, de la que se enamora.

Agnes es una mujer atormentada, que sigue esperando a un marido que hace más de diez años desapareció entre la multitud, sin más... y ella sigue guardando la esperanza de volver a encontrarse algún día con él. Por otra parte, encontramos a Pelle, su mejor amigo. Una marioneta que él mismo controla y anima con su brazo. Pelle es extrovertido, a diferencia de Jakob, un personaje aparentemente serio y reservado. De alguna manera el protagonista deja salir su otro yo a través de la marioneta, un muñeco que él mismo controla, sin saber realmente que eso es así, ya que lleva toda la vida personificando a Pelle.

Realmente, pocos personajes tan bien construidos e hilados como el señor Jakob y su marioneta, que recuerda a un personaje decadente propio de las grandes novelas de la literatura.

Estamos delante de una gran historia que nos propone una gran paradoja el cómo la muerte da sentido a la vida.