En la historia humana todo lo que no es persona deriva de ella o de las relaciones entre ellas, de ahí la importancia de reivindicar la centralidad de la persona. Así reza el principio personalista, del que se desprenden consejos muy importantes.

1. Lo más digno

Obra de tal modo – escribió Kant– que trates a la humanidad, tanto la tuya como la de otras personas, siempre y simultáneamente como fin y nunca como medio. Muchos años antes, en el lejano siglo XIII, Tomás de Aquino afirmó que todas las ciencias y las artes deben articularse en función de la felicidad de la persona, pues ella es, en el mundo, lo más perfecto y lo más digno.

Jean Paul Sartre observó, ya en el siglo XX, que las diversas formas de ideología colectivista padecen una anemia generalizada y mortífera: la ausencia de una antropología que coloque al ser humano en el centro de sus reflexiones, crítica que Karl Marx anticipó cuando sostuvo que su error se originó en tratar a las personas como si fueran abstracciones mentales y no con su personalidad individual (El Capital). ¡Qué distinta habría sido la historia del marxismo si de esta autocrítica se hubiesen obtenido todas sus implicaciones! La ausencia de un enfoque adecuado, integral y multidimensional del ser personal (de una antropología) se convirtió en uno de las insuficiencias más perniciosas en el análisis de las economías de mercado, del extremismo liberal anarco-capitalista, del estatismo y del neo-estatismo.

2. Absurdos

Olvidar la centralidad del ser personal condujo a ideas absurdas, tales como afirmar que una persona, per se, carece de significado relevante al margen de la Idea Absoluta (Hegel), que la historia humana es un proceso natural sin personas o donde estas juegan un papel subordinado respecto a las fuerzas productivas y los modos de producción (marxismo clásico), que el fin último de los conocimientos sociales es provocar la desaparición del ser humano (Claude Lévi-Strauss), que la persona es una ficción (Michel Foucault) y otras aseveraciones de este tipo.

¿Puede alguien extrañarse de que al excluirse el ser personal, como ocurre en las aseveraciones indicadas, se convierta en costumbre hablar de la dignidad humana y al mismo tiempo se la reprima y excluya? ¿Qué dignidad puede existir cuando su portador es olvidado y aniquilado? No sorprende, en tales condiciones de despersonalización, la exclusión social de millones de personas, incapaces –dicen ciertas ideologías– de acceder y disfrutar las supuestas bellezas del paraíso mercantil. Y no asombra que en el marco de los estatismos, los neo-estatismos y los ultraliberalismos el Estado y el gobierno se transformen en el botín de guerra de intereses económicos y de poder sectoriales, que dicen representar el bien común, pero que en realidad protegen rentabilidades y privilegios privados.

Son comprensibles, dado el abandono del concepto de persona, el exceso de incoherencias éticas de que somos testigos y la deshumanización de las burocracias, preocupadas más por la suerte de sus feudos de poder, que por servir a las personas que requieren sus servicios. Imposible asombrarse, en tales condiciones de antihumanismo, de la grotesca manipulación publicitaria de las emociones humanas realizada con refinadas técnicas mercadológicas.

No obstante lo anterior puede afirmarse que lo bárbaro, servil, decadente e injusto no permanecerá para siempre. La persona es más que las circunstancias en las que se desenvuelve, por eso las transforma; la historia no es un mecanismo determinista, donde todo sucumbe en la inercia y la postración, sino el lugar donde superamos nuestros límites y descubrimos nuestra dignidad. Saber esto y vivenciarlo es el inicio de una auténtica liberación.

3. Algo de Historia

Desde los griegos clásicos existe una cierta intuición personalista, pero es en la Edad Media europea que la noción de persona alcanza desarrollos cardinales, enriquecidos y profundizados de modo continuo, hasta llegar, en el siglo XX, a la formulación de un pensamiento personalista. Esto último ocurrió en Europa a principios del siglo pasado y se consolidó con las investigaciones de Emmanuel Mounier. Alcanzada su madurez esta corriente cultural continuó su travesía, destacando su impronta y originalidad en América Latina, donde conoce manifestaciones como el estructuralismo personalista de Francisco Romero, los aportes personalistas, en el campo del derecho, de Carlos Fernández Sessarego, y la obra de José Alberto Soto Badilla, quien aborda, con elegancia y sobriedad, el tema del concepto de persona y su vigencia.

Interesa recordar que en movimientos contrarios al principio personalista, surgieron tendencias autocríticas inspiradas en él, tal el caso de los escritores marxistas Karel Kosik, Gajo Petrovic, Garaudy y Adam Schaff. Los intentos de revisión personalista del marxismo fracasaron, pero mostraron que la centralidad de la persona es un postulado capaz de influir incluso donde se le niega de modo sistemático. La fecundidad del principio personalista es evidente, además, cuando se consideran los distintos tipos de personalismo a que ha dado lugar, entre los cuales destacan el personalismo cristiano de Mounier, Guardini y Maritain, el ateo de McTaggart, el idealista de Royce, el relativista de Renouvier, el dialógico de Ebner, el liberacionista de Paulo Freire, el cristocéntrico de Teilhard de Chardin, el místico de Berdiaev y el existencial de Marcel y de Buber.

4. Patrimonio universal

Cuando se observa la variedad y profundidad de quienes han participado en el desarrollo del principio personalista, y la vasta historia que lo acompaña, es innegable que estamos en presencia de una idea poderosa. Es claro, por otra parte, que aceptar este principio no implica pertenecer a ninguna de las corrientes mencionadas. En este sentido, el principio personalista, no las escuelas de pensamiento inspiradas en él, constituye un patrimonio cultural universal que fundamenta, por ejemplo, la validez global de los derechos humanos y la creación de una ética universal sobre la base de la dignidad personal. Es necesario, máxime en períodos de crisis sistémica como el actual, apoyar cualquier experiencia que a nivel de los sistemas productivos y sociales, sitúe a la persona en el centro de sus contenidos y lo haga sin odios ni antagonismos irreconciliables. En definitiva, desde la perspectiva del principio personalista, no interesa la ideología que tienes –mejor no cargues ninguna–, sino priorizar el ser personal y cultivar la capacidad de descubrir, verificar, experimentar, concretar y comunicar su dignidad.

5. Concreción del principio personalista en el Humanismo

El principio personalista, desde la perspectiva explicada, es el núcleo del Humanismo. Según la tradición este es un movimiento social europeo situado entre los siglos XIV y XVI, relacionado con la filosofía, la literatura y el arte, cuyo objetivo fue defender la independencia del ser humano frente a la manipulación del poder. No obstante los méritos de este enfoque es más adecuado retrotraer el humanismo, para el caso de la historia occidental, a la Ilíada y la Odisea, y definirlo como un esfuerzo que pretende transformar la realidad social (lo que es) hasta sintonizarla con las aspiraciones superiores de las personas a la libertad, la vida según valores y la felicidad (lo que debe ser). Así definido existen diversos tipos de humanismo en los cuales el principio personalista ocupa el lugar central, generatriz. Son los siguientes:

  • Humanismo homérico: Lo encontramos en las obras la Ilíada y la Odisea atribuidas a Homero. Es aquel humanismo que defiende el ideal del ser humano guerrero, heroico, virtuoso y generoso, amante de los bienes, de la naturaleza, de los instintos vitales y de la diversión noble y elegante. Ser inteligente es importante, pero más lo es ser valiente.

  • Humanismo racional-virtuoso: Subraya que el ser humano debe ser al mismo tiempo racional y virtuoso, y que en ello consiste la vida feliz. No es el guerrero sino el sabio el modelo humano de este humanismo. Los conocimientos que la inteligencia genera deben complementarse con una vida material y ética abundantes.

  • Humanismo racional-afectivo: En esta forma de humanismo no son principales ni la inteligencia ni el heroísmo de los poemas homéricos, sino todo aquello relacionado con la afectividad y la vida ejemplar; interesa la simpleza, la inocencia y la ternura más que el saber científico o la disciplina guerrera. La práctica de vida, no la teoría, es lo que justifica la existencia.

  • Humanismo racional-autónomo: Esta relacionado con la recuperación renacentista de la tradición griego-helenística y el ascenso de las ciencias modernas. Enfatiza el significado autónomo de la investigación racional respecto a cualquier forma de poder externo. Su ideal humano es el sabio científico. Es el humanismo del logos (razón) que subordina al eros (la afectividad).

  • Humanismo artístico-volitivo: Prioriza la afectividad por sobre la inteligencia racional, y declara que la vida no encuentra justificación en teorías, sino en experiencias y, sobre todo, en la experiencia artística. Llevado a su mayor radicalismo proclama que la realidad no tiene otro fundamento más que la voluntad, y que la justificación de la existencia es la belleza.

  • Humanismo personalista-existencial: Sostiene la importancia clave de conceptos como persona, existente y análisis existencial. Racionalidad, afectividad, heroísmo, disciplina, creatividad artística, virtudes, abundancia material, instintos naturales y gozo del vivir, constituyen variables que este humanismo articula en la realidad fundamental de la persona humana, lo que le conduce a dos principios: Primero, la persona es el núcleo central de la vida socioeconómica, no lo son las ideologías, el consumo o el mundo de las cosas, sino las interacciones personales. Y segundo, aún la más perfecta de las doctrinas es inútil frente a la más pequeña de las experiencias personales. El modelo humano de este humanismo es el de la persona integral, equilibrada y armónica en las distintas dimensiones y fuerzas que la componen.

En el marco de la sociedad alienada caracterizada por el hecho de que el ser personal es diluido, olvidado y aniquilado en el mundo de los objetos (cosificación anti-personalista) conviene recordar el principio personalista y su lugar central en la historia del humanismo. Esto es lo que he intentado realizar en este comentario.