Nació en la ciudad de Abdera, en el 481 a.C. Fue el más famoso sofista y filósofo, que cobraba por enseñar a otros, y por eso él y sus compañeros fueron llamados sofistas que es una palabra que significa sabio o experto en el saber. Él educaba a los jóvenes de Grecia para que aprendieran a argumentar y cómo resolver disputas, e introdujo los sofismas para ello. Él afirmaba:

«El hombre es la medida de todas las cosas».

Con eso se adelantó en muchos sentidos a los filósofos de su época, pues consideraba al ser humano como el ser más importante de la vida en una sociedad. En Grecia era primero el Estado que las personas, estas se subordinaban a ello. Para él, el único criterio valedero es el hombre individual: las cosas son para mí tal como se me aparecen, y son para el otro como se le aparecen al otro. Cada hombre solo puede encontrar su verdad, pero esta no resulta válida para los demás. Demócrito lo consideraba poseedor de un gran ingenio y lo adoptó como su alumno cuando era joven.

Para Protágoras no existe una verdad absoluta, ni tampoco valores morales absolutos. Para él todo era relativo. No se puede decir de una cosa lo que realmente es, sino únicamente expresar la impresión que nos causa a través de los sentidos. Eso significaban que las impresiones sensoriales dependen de quien las experimenta. El hombre es quien determina la verdad del objeto, y lo determina según sus propios conocimientos, fundamentado en los sentidos que, como todas las cosas, son también cambiantes (en forma extraordinaria para su tiempo, a pesar de todo, le da un valor relativo a los sentidos). Una pieza musical gusta a unos y a otros no; una comida agrada a unos y a otros no, una persona la cae bien a unos, pero a otros no: «acerca de cada cosa hay dos razonamientos que se contraponen entre si». En otras palabras, con respecto a cada cosa es posible decir y contradecir y se pueden aducir razones que se anulan recíprocamente. A esto le llamaba antilogías.

ÉL con lo señalado, afirmaba que no había una verdad válida para todos los hombres y tampoco una ley que tenga valor absoluto para todos los seres humanos, ya que esta suele crearse según ciertas circunstancias, costumbres, países y épocas, y no pueden representar los intereses de otras personas o pueblos.

En relación sobre si las leyes sociales eran innatas o adquiridas, él afirmaba: estas son el resultado de un pacto o convención entre las personas de un lugar determinado, es decir, no tienen carácter natural; el determinante de una ley social no es el individuo ni la naturaleza, sino el conjunto de los hombres que viven en sociedad. De ese modo se explica el carácter modificable de la ley, y las diferencias entre las costumbres y leyes imperantes en distintos países, y hasta opuestas según pueblos o culturas, de ahí que en cierta forma son relativas, ya que están sometidas al acuerdo de los hombres de una comunidad o país; el criterio de utilidad determinará qué leyes se adoptarán y, una vez adoptadas, será obligatorio cumplirlas.

En respuesta a la pregunta ¿si las normas morales y los valores sociales suelen ser por eso relativos? Él respondía: aunque muchos desearían que los valores morales y los derechos humanos fueran universales, la verdad es que en muchas naciones no se respetan estos o parte de ellos, mientras que en otro sí. Nosotros analizábamos con los jóvenes, los valores tradicionales cuando estos ya no les satisfacían.

Protágoras estaba influido por Heráclito de Éfeso, en cuanto a su afirmación que consideraba correcta de «todo cambia, nada permanece». Él trasmitía, además, una concepción filosófica muy interesante al señalar que las cualidades contrarias se dan a la vez en las cosas, pues afirmaba que, en muchos casos, se dan hechos o cualidades contrarias que al final parecen complementarias. También señalaba que en su tiempo era casi imposible construir la ciencia natural con certeza, pues nada puede conocerse con seguridad, no cabe captar una verdad alguna como absoluta. Aunque posteriormente otros filósofos y científicos refutaron esto.

Sin embargo, 2.400 años después, Heisenberg creó el principio de incertidumbre en la mecánica cuántica, según el cual no era posible conocer el sitio y la velocidad de los electrones de un átomo al mismo tiempo, eliminando la ley de la causalidad en ese submundo, y Einstein introdujo el concepto de relatividad en la física de nuestro mundo. En todo caso, en el presente cualquier médico puede confirmar que, lo que hasta hace poco era correcto en su campo, ahora no lo es, pues hay un concepto o tratamiento nuevo. Eso nos hace preguntarnos y hasta afirmar que, ¿no hay dogmas en la ciencia?

Cuando le preguntaron que, aunque Platón se expresaba muy bien de él, sin embargo, criticaba a sus compañeros sofistas, él explicaba que los sofistas chocaron contra los filósofos tradicionalistas y los religiosos, debido a que señalaban que la religión debía acomodarse a la naturaleza de la razón. Y agregaba: fuimos los primeros maestros de profesión y cobrábamos por educar y formar a los jóvenes, en especial en artes tales como la disertación y la retórica, la política el arte, el lenguaje, la religión, entre otras. Platón era rico y por eso no cobraba; además tenía una serie de conceptos religiosos o metafísicos, en los que no creíamos, y por eso nos criticaba.

Los sofistas de hecho fueron los fundadores de la educación superior en Atenas, mucho antes que Platón y Aristóteles fundarán sus escuelas o academias, para jóvenes con recursos a los que no les cobraban.

Mientras vivía en Atenas, su amigo Pericles, el gran gobernante, le encargó la Constitución de la nueva colonia de Turios, la cual redactó en el 444 a.C. y en donde por primera vez en la historia se estableció la educación superior gratuita.

Protágoras, a pesar de ser un gran pensador no se dedicaba a especular sobre las causas de las cosas y los dioses, como los geniales pensadores antes que él: Tales, Anaximandro, Parménides, Zenón, Demócrito, Jenófanes, Heráclito, etc.

«Yo estudiaba al hombre como un individuo parte de la sociedad y no como parte de la naturaleza. Más bien me preocupaban las costumbres, las normas de vida, las instituciones y los pleitos entre los ciudadanos por diversas causas».

Al igual que Sócrates, por esa misma época, centró el interés en el estudio del hombre y la sociedad. Tenía los pies en la tierra, y no en el cielo como Platón. Decía:

«Nuestra orientación ideológica estaba centrada en los problemas del hombre. Enseñábamos el arte de la oratoria, a argumentar bien en los tribunales, sobre la virtud y sobre cómo llegar a ser un buen político. Entrenábamos a argumentar sobre las dos caras o aspectos que puede tener un problema».

De hecho, la filosofía de Protágoras no solo contradice el sistema platónico, sino que en cierta forma lo destruye, ya que eliminaba la verdad absoluta o divina o inmutable de Platón. Para Protágoras la verdad es preexistente y debe conocerse para actuar, sus conceptos son eminentemente prácticos y sus conocimientos ponen de manifiesto un profundo humanismo, las concepciones de Platón eran bellísimas pero metafísicas, fuera de este mundo.

Los sofistas rechazaban la religión como se enseñaba en Atenas, llena de dioses antropomórficos con vicios iguales al hombre, pero inmortales y poderosos. No creía en eso. Por esa razón, fue enjuiciado y encontrado culpable de ateísmo y tuvo que abandonar Atenas. Protágoras, sostenía que era inútil preguntarse sobre la existencia de los dioses, ya que no tenía medios de saber si existen o no, ni cual es su forma:

«Me lo impiden muchas cosas: la oscuridad de la cuestión y la brevedad de la vida humana. Por eso me fui de Atenas a Sicilia y viajé durante años por diversas ciudades. Al exilarme mis obras fueron quemadas en Atenas, la supuesta ciudad más culta de nuestro tiempo».

Sin embargo, él se consideraba más un agnóstico que un ateo, por las dudas que tenía sobre los dioses.

Por cierto, para valorar lo que opinaba hace 2.500 años Protágoras, ahora debemos acordarnos que, en la actualidad en el mundo, todo cambia, todo es relativo, existen diversas religiones, ideologías, formas de gobierno y postulados económicos, y quienes los siguen creen tener la razón absoluta, se han vuelto dogmáticos y la moral la han convertido en relativa. Dándolo así la razón a Protágoras.