Las aguas carbonatadas efervescentes eran apreciadas desde antiguo por sus propiedades benéficas. Los modernos refrescos tuvieron su origen en las farmacias, donde los boticarios preparaban sus propias bebidas como remedio para aliviar la acidez o los malestares estomacales.

La creciente demanda de estos productos y los avances en las técnicas de carbonatación y de encorchado propiciaron el inicio de la producción industrial. Durante años, las fábricas tuvieron una implantación eminentemente local, hasta el punto de que se estima que en torno a 1950 existían en España más de 5.000 fabricantes de bebidas gaseosas.

Grandas de Salime contó su propia fábrica de gaseosas, La Grandalesa, de la que procede parte de la maquinaria que se expone en la sala.