Se sabe que en los Andes el traje fue un vehículo privilegiado para comunicar aspectos del mundo social, político y religioso de los pueblos prehispánicos. Los tocados fueron especialmente significativos. Más allá de su fin práctico u ornamental, servían al individuo para expresar su posición en la sociedad y su identidad étnica.

Los pueblos andinos elaboraron una gran variedad de sombreros, gorros y diademas, revelando un complejo sistema de distinciones relacionadas con el origen étnico, el estatus social y el poder político de sus usuarios. Las poblaciones que habitaron la costa, valles y desiertos del norte chileno emplearon también los tocados para estos propósitos. Los turbantes de lana de los antiguos pescadores fueron usados para detentar el prestigio que les significaba el acceso a la riqueza textil de sus vecinos, los pastores del altiplano boliviano. El gorro de cuatro puntas de Tiwanaku, fue emblemático del poder político ejercido por este imperio en los pueblos nortinos.

La policromía o monocromía de sus diseños, probablemente aludía a diferencias de estatus entre autoridades locales y extranjeras. Otros tocados reflejaban actividades económicas específicas, como las diademas de plumas de los pescadores ariqueños, los sombreros tipo birrete de la localidad de Pica y los cascos de los caravaneros de Tarapacá.