La formación del Imperio Inka significó cruentas guerras con las poblaciones conquistadas, no obstante lo cual, en muchos casos se produjeron negociaciones entre vencedores y vencidos que permitieron a estos últimos conservar una parte importante de su cultura.

El norte y centro de Chile fueron anexados al imperio hacia fines del siglo XV. En las vasijas encontradas en tumbas de la época puede apreciarse una combinación de características inkaicas y locales. Sus formas, son siempre inkas, tales como aríbalos o escudillas ornitomorfas, mientras que los motivos pintados en su superficie son de la tradición alfarera local, sea ésta Diaguita o Aconcagua.

La existencia de este patrón estético en un amplio territorio ocupado por poblaciones muy diversas, revela que no fue producto del azar sino de una política de dominación inka, en que la cultura local no desaparecía, sino que se integraba a la cultura dominante en una posición siempre definida por los inkas.