«Los animales albergan preferencias sexuales ocultas que influyen en la evolución de los rasgos sexuales…».

No encontré el documento donde leí esta afirmación, pero recuerdo fue escrito por investigador, o científico -académico o no-, que explica «el porqué es así».

Uno de los misterios más ilustres al que me he enfrentado y con el cual me siento satisfecho del razonamiento que me ofrecí a mí mismo sobre su naturaleza «secreta» tras escudriñarlo minuciosamente, es la fórmula -¡o «Principio Global»!-, que subyace en todo propósito y fin que anima a fundar y desarrollar «una cultura propia» (sea cual sea la forma que el sapiens eligió o elija y obedeció u obedezca cuando creyó haber creado o estar sumando, actualmente, una más a las miles de ellas que adornan la superficie del planeta Tierra, esconde su subsuelo o reposa serenamente en la profundidad de sus mares, en este temporal y efímero siglo XXI). Y aunque no tengo noticia, ni he encontrado en las fuentes de información a las que he acudido -incluida La Red-, inventario completo de cuántas son, tropiezo a menudo en los medios con una definición que supone agruparlas todas: «diversidad cultural».

Parece presuntuoso afirmar haber encontrado algoritmo tan gigantesco y totalizador que caracterice a todo aquello que se defina como «cultura» y emule a otras intenciones cognitivas semejantes que intentan describirnos como «Humanidad», «Especie», «Reino de Dios», o la sencilla «Realidad Objetiva» –frase esta usada a menudo por quienes ejercen la Ciencia hoy en día, probablemente con la voluntad de querer sustituir la antigua forma de producir «Conocimiento» por una más acorde a este momento del «Tiempo Eterno» en que estamos, temporalmente: el de la Vida Cósmica-. Pero no, no lo es, o al menos así lo creo. ¿Y en qué consiste «la regularidad» que he descubierto, o inventado? ¡No podrá definirse de uno u otro modo hasta que el futuro lo confirme, niegue una u otra o lo tilde de disparate! Me explico.

Es esencial, imprescindible, insoslayable, para entender cabalmente cualquier fin que se propone o propuso autocalificarse como algo «propio y diferente culturalmente», hacer un inventario completo de todo lo que le contiene, emana y lo caracteriza. No solo el medio ambiente donde nació al mundo y los resultados tangibles con los cuales se manifestó o manifiesta, así como discursos y expresiones del lenguaje que lo revelan –sea oral, visual, olfativo, gustativo o sexual-, en los cuales no solo muestra y anuncia sus valores –éticos, morales, cognitivos-, sino, también ofrece pistas para descifrar cuáles fueron o son las Preferencias Ocultas que anidaron y contiene su fundamento gnoseológico. Pero sobre todo ello, sabemos hoy que, al igual que nosotros los humanos, todos los algos que producimos para sobrevivir, nacen, viven y mueren. A lo cual agrego el verbo «desaparecer» (¡tanto físicamente, como de los laberintos de la memoria -solo hay que dejar que El Tiempo trabaje-¡). Parece terrible. Aunque si lo «pensamos positivamente», es maravilloso porque nos ofrece La Esperanza de que alguna vez alcanzaremos a derrotar a El Gran Aburrimiento.

Hasta donde alcancé a percibir manifestaciones elípticas, invisibilisadas en las culturas con las que me he relacionado, siempre «locales» pues los sapiens aún no han logrado producir una a la que podamos llamar en propiedad «universal» (un % muy bajo de los conjuntos, subconjuntos y sub-subconjuntos nacionales como para que la normativa funcional del Saber Estadístico pueda avalar como significativo lo que supongo investigación y «Eureka» de mi parte), identifiqué varios tipos y modalidades de Preferencias Ocultas atávicas –las más comunes y frecuentes, de sesgo económico, religioso y sexual-, pero también otras actuales y espontaneas, ¡siempre manifiestas, principalmente, mediante la actitud, comportamiento y, obviamente, el lenguaje de miembros de nuestra Especie.

El lector sabe a la especie que me refiero porque ninguna otra con las que convivimos, sojuzgamos –perdón, domesticamos-, y practicamos el canibalismo, ha sido capaz de usar la herramienta estrella que nos distingue como el género de homínidos que somos: el código que usamos para trasmitir, entre generaciones sucesivas, «la experiencia compleja que hemos acumulado durante los 6 millones de años que llevamos sobreviviendo en este planeta» –según la Línea temporal de la historia calculada por el autor israelí Yubal Noah Harari incluida en su libro Sapiens: de animales a dioses.

Antes de pormenorizar mi «hipótesis» –así de modesto soy porque aún no dispongo de pruebas suficientes como para llamarla «tesis»-, quiero dejar explícita la diferencia que asumo entre el concepto de Cultura y otro con el cual se le confunde, a veces: Civilización. Aunque todavía no he comprendido con exactitud si aquella es «una de las partes» que puede contener esta (o sea, la que sería «Conjunto Universo» –según la definición de la matemática de Cantor-), o viceversa. ¿Qué se gestó primero, en nuestra historia evolutiva, La Cultura, o La Civilización? Mi opinión inicial, es que una y la otra fueron y siguen siendo procesos simultáneos, sincrónicos, tal y como se afirma ocurrió en las formas en que evolucionó El Universo para organizarse, desde el Big Bang –la primera singularidad ocurrida hace 13.799 millones de años-, hasta la estructura que actualmente los astrofísicos se dedican a desentraña, mientras los economistas siguen descubriendo «capas ocultas» de los errores que provocan las crisis financieras cíclicas que tanto angustian y nos hacen sufrir a los «seres inteligentes» que habitamos esta mota del incalculable polvo estelar: los terrícolas.

¿Cómo afectan Las Preferencias Ocultas al modo en que la mente de los terrícolas –sea la particular de cada uno de ellos y ellas o la colectiva que nos une como «totalidad»- adquiere y almacena El Conocimiento? ¿Tendría alguna utilidad espiarnos a nosotros mismos para averiguar cuáles son los planes de nuestro cerebro para el cuerpo físico y el ente virtual que somos? (Esta pregunta no incluye a «la mente de la totalidad» pues es de conocimiento público que todos los países que componen «las partes de ella», se espían entre sí para conocer las preferencias que se ocultan entre ellos, sobre todo en cuestiones económicas, y en el caso de las naciones más ricas, también en asuntos de «defensa») ¿Serviría «esa auto investigación personal» para algo en términos sociales generales, o solo sería de beneficio para cada ser humano en particular? Y finalmente, la interrogante más difícil de responder: ¿cuál sería la mejor tecnología de introspección psicológica posible para hacerlo? O lo que es los mismo, cómo podría saber cada ciudadano del mundo lo que se «oculta a sí mismo» y lo que ignora sobre cómo funciona su «mecanismo psicofísico individual de tomar decisiones».

En más de una ocasión y, tal vez, demasiado reiterativamente, he postulado la idea, en forma sintética y sin ofrecer explicación suficiente de por qué es así, de que Las Palabras nos gobiernan. Por tanto, he pensado que si observáramos como ellas nos usan, en forma similar a la que «observamos» a los políticos, las instituciones, los bancos, las compañías transnacionales y hasta el jefe que nos dirige en el trabajo -¡si tenemos la suerte de tenerlo!-, cada ser humano podría desarrollar su «técnica propia de auto espionaje». No dudo haya sapiens que lo hayan hecho ya. Y seguramente serán estos los que disfruten con más tranquilidad y seguridad sus vidas, aunque no hayan podido librarse del gobernante tenaz e implacable que es El Lenguaje, al que se podría agregar –en el caso de los que conviven en pareja-, él, ella o la persona con quien se desea convivir «toda la Vida», o no: Cónyuge.

Las Palabras, aunque audibles y legibles, son, por naturaleza intrínseca, invisibles, intangibles. Intocables. Y cuando se les combina unas con otras -¡tal y como lo hacen las «partículas elementales» de La Materia!-, forman «estructuras complejas» -¡átomos, moléculas!-, a las que, en español, les llamamos «Oraciones» –sentences en inglés; Gebet en alemán; prière en francés; preghiera en italiano; oração en portugués; 祈禱 en chino tradicional; προσευχή en griego, صلاة, en árabe y otras cientos de formas gráficas y sonoras, que no en todos los casos significan lo mismo, pero aluden al mismo hecho: lo que narra algo.

En español, la palabra «orar» provino del latín orare, que significa «hablar, hablar en público o con voz alta, expresarse». También dar un discurso, solicitar lo que se necesita, rogar para obtenerlo. Y todas esas acepciones tienen un «vinculo oculto» con la acción de «rezar», verbo latino –más por semejanza de qué significa que por contaminación acústica-, del cual se deriva también la palabra «adorar» -rendir culto a Dios, vocablo formado con el prefijo ad (hacia) y la acción de orare (hablar). Por ello, el sustantivo «Oración», lo usamos en la lengua española para señalar, diferenciar, o aludir a «la unidad más pequeña de acción que contiene un relato del habla» (por ejemplo, Tom is a boy y Mary is a girl, son «oraciones», aunque están formuladas en lengua inglesa...¡es muy simple). La siguiente fracción del lenguaje más pequeña, es el «fonema», al que siguen las letras, o iconos particulares de cada alfabeto de varios que existen, los cuales fueron, probablemente, la fuente que inspiró el mito de La Torre de Babel.

Ignoro cómo habrá ocurrido u ocurre el proceso de creación y trasmutación de palabras en otros idiomas –puedo decir que lo desconozco en casi todos-, pero actualmente no es difícil encontrar «etimologías respectivas en esas lenguas» mediante Internet, si quien desea «aprender» sabe cómo hacerlo y los hablantes de la «cultura-lengua» por la que se interesa han sido lo suficientemente laboriosos para sumar tales saberes a La Red-.

La actividad perceptiva y conductual del sapiens se genera y gestiona hacia y desde su cerebro, como consecuencia del trabajo complejo de sus partes que se realiza mediante conexiones aferentes y eferentes (intercambio de señales entre el «sistema nervioso central» –compuesto por las neuronas-, y el «sistema nervioso periférico» -nervios y ganglios distribuidos a lo largo y ancho del cuerpo-). Recibimos información del entorno donde estamos presentes y esta, registrada por el cuerpo que habitamos, produce las formas cinemáticas que asumimos ante él. Estas son las «fuentes de alimentación primarias» de los dos procesos biosicológicos a través de los cuales producimos «pensamiento» y «conducta»:

  • Una, que sentimos en la mente como «el pensamiento cognitivo intrínseco» (suelo denominarla inteligencia básica primaria -impulsos neuronales que «carecen de lenguaje formalizado» para ser trasmitido a otros), y produce los estímulos que ofrecen «tangibilidad» a lo que me refiero como «cognición intangible», la Intuición, o como solemos referirnos a ella: «Instinto».

  • Dos, «el pensamiento cognitivo extrínseco»: el que se genera donde adquiere «forma», mediante el comercio de conexiones entre «el pensamiento cognitivo intrínseco» y «las redes neurológicas que contienen el SSS» — Segundo Sistema de Señales, o como se le conoce comúnmente, «lenguaje articulado»—, que adquirimos durante el proceso educativo a que somos sometidos durante los primeros años de vida tras nacer. Pero que realmente continúa durante toda la vida, hasta el momento en que pronunciamos «la última palabra». Y morimos.

Para más detalles sobre el párrafo anterior, vea y escuche esto, un audiovisual de 12 minutos. Uno de los muchos que pueden ser consultados, gratuitamente, en La Red. El narrador se expresa en lengua española, pero si el lector tiene competencias en otros idiomas, encontrará muchísimos más audiovisuales sobre este asunto. ¡Sobre todo en inglés!

En el intercambio (puede llamarle comercio pues a nivel atómico/molecular existe también «oferta» y «demanda» entre partículas, aunque lo que decide el comprar o rechazar ofertas no sea el dinero de que se dispone sino la necesidad de ganar o perder energía), entre las «sensaciones percibidas» y la «diversidad de conexiones libres aleatorias posibles para sentirlas” que nos ofrece el cerebro propio -¡actividad comparable a la del misterioso ente llamado Mercado!-, podemos representárnosla como una mezcla caótica de ingredientes diversos que permiten producir los dos tipos básicos que caracterizan al Estilo del Pensamiento Humano:

  • El Mágico Religioso

  • El Real Científico,

esta es la taxación personal que uso cuando escucho o leo un discurso. Y que un sapiens se incline a asumir y destacar uno u otro –a lo largo de la formación cultural que recibe-, depende no solo de «quién» y «cómo» le ha educado sino también de su hardware genético personal –cuyo diseño lo determinó el código genético específico y único que le dio «forma de ser vivo»-. Es en este «material tangible vivo» donde se instala el software educativo (SO, Sistema Operativo), que sus «cuidadores/educadores», consciente o inconscientemente, le regalan. De estos rocambolescos asuntos se encarga un saber nuevo, bautizado Epigenética. Wikipedia informa muy bien sobre esta novedosa especialidad, derivada de las Neurociencias.

Excurso obligado: acerca de un artículo

Recientemente leí un articulo en internet con este titular: ¿Cuáles son las preferencias sexuales ocultas de las personas en internet? Fue publicado hace más de 5 años (¡casi es prehistoria, si consideramos la velocidad a que ocurren «las cosas« en esta actualización incesante en que vivimos los usuarios de las Nuevas Tecnologías!), pero «conecta», de cierta forma, con el asunto de este artículo, cuando el autor informa que:

Un billón de pensamientos malos

Así se titula el libro que nació de la investigación llevada a cabo por los neurocientistas Ogi Ogas y Sai Gaddam, acerca del comportamiento sexual secreto de más de cien millones de mujeres y hombres en internet.

Algunas conclusiones a que llegaron los autores de tal investigación, cabrían como ejemplos de Las Preferencias Ocultas a las que me refiero:

  • «Los hombres heterosexuales disfrutan de una variedad erótica mayor de la que se imagina comúnmente, incluyendo sitios dedicados a mujeres de edad avanzada y transexuales».
  • «Los hombres gay y heterosexuales tienen cerebros idénticos y gustan de las mismas partes del cuerpo, en orden de preferencia: pechos, glúteos, pies».
  • «Mujeres heterosexuales disfrutan leer y ver romances entre dos hombres –especialmente cuando el enfoque es emocional (la audiencia más grande de la película Brokeback Mountain, sobre dos vaqueros gais, fueron las mujeres heterosexuales)».

Otra revelan que:

  • «Los hombres fantasean muchos más sobre sexo grupal que las mujeres y colocan a más hombres que mujeres en la acción».

Y la más insólita de todas:

  • «El término más buscado en PornHub –uno de los portales de mayor videncia pornográfica- no es adolescentes o cheerleaders, sino, bizarramente freudiano: mamá».

Estoy preocupado, ligeramente, porque lo que he razonado y aprendido sobre Las Preferencias Ocultas me lleva a la pregunta siguiente: «¿Cuáles son las mías?» Una parte de ellas está al alcance de mi «consciente». ¡¿Pero y las que no?! Las que me inculcaron durante el complejo e inescrutable proceso en que fui convertido en «Ser Humano» de una «Cultura particular», en la cual anidan –cómo sucede en todas-, ciertas reglas, principios de comportamiento y tabúes que suponen rechazar lo que no se aviene a «mi cultura» y, en consecuencia, me separa de «mis semejantes de especie».

Probablemente esta «exclusión» es la primera causa que mató, hace apenas unos meses, a John Allen Chau, joven norteamericano que quería «evangelizar» a los nativos de la Isla Sentinel del Norte (ubicada en el Océano Índico, próxima a Birmania, pero bajo jurisdicción India). Su cuerpo fue atravesado por proyectiles lanzados con los arcos ojivales de los habitantes de esa pequeña sociedad de menos de 200 «¿ciudadanos?», que han elegido, «¿libremente?», su modo de vida y protege el medio ambiente geográfico donde nacieron y del cual dependen sus vidas.

Tales noticias sobre mí mismo y el mundo, contrasta con la violencia que siento en mi mente mientras nado el caudaloso y desconcertante rio de información que los medios vierten diariamente en ella. Un pequeño ejemplo, ilustra qué quiero decir:

«A finales del mes pasado, India reveló una estatua gigantesca de Sardar Vallabhbhai Patel, el primer viceprimer ministro del país. Con casi 600 pies de altura, el monumento de bronce tiene casi el doble de altura que la Estatua de la Libertad, y se eleva sobre el Templo de Buda en la primavera, que antiguamente ostentaba el título de la estatua más alta del mundo».

Si a ella sumo la noticia de lo sucedido al periodista saudí Jamal Khoshoggi (fue enterrado en noviembre, aunque no se ha encontrado todavía su cadáver, hipotéticamente diluido con agentes químicos, según se supone, con técnica similar a la que se cuenta en películas y series de mafias y conflictos entre «malos y malos»), ¿qué importancia pueden tener unas cuantas «preferencias ocultas inocentes”, sean castas o perversas, que no alcanzamos a saber por qué las tenemos? Pero la respuesta cambia e valor cuando los «misterios» son fabricados para otros, porque «las leyes y normas culturales» dentro de las que se vive obligan a esconderlas. Y son aún peor vistas cuando ocurren entre quienes tienen responsabilidades socio-económicas que afectan, sesgan y hacen opaca la práctica de la transparencia informativa a que deberían obedecer quienes gobiernan países, continentes y planeta -¡o las inmensas fortunas de «las 500» empresas más ricas del mundo, o hasta el desconocido dueño de la fábrica local que contrata a la mayor cantidad de paisanos de la pequeña aldea donde nacimos o decidimos residir!-.

Aunque el modo metafórico de usar el lenguaje me ha permitido hacer algunas «analogías entre maquinas y sapiens» – y formular una que otra «ironía»-, cualquier Ser Humano sabe, por muy primitivo que se le pueda considerar, percibir «las diferencias que nos dan todavía ventajas a los sapiens sobre los robots». Quienes construyen esas invenciones han avanzado muchísimo en poco tiempo y en casi todos los campos de satisfacción de necesidades técnicas para producir mercancías, incluidas las que proporcionan satisfacciones sexuales, ¡tanto a él como a ella! «She Doll» y «He Doll». Y también sabemos que todos esos hardwares con IA –Inteligencia Artificial- contienen «Preferencias» que no se pueden calificar de «Ocultas» porque si leemos los tutoriales que explica cómo funcionan, sabemos dónde localizarlas (a pesar de ello en algunas es casi imposibles de encontrar «el lugar del SO» que gobierna una tecnología, ni saber dónde fue colocada esta o aquella “opción” que determina «El Bien» o «El Mal» funcionamiento de La Máquina.

Este artículo es ya muy largo y es probable que el lector haya sentido aburrimiento desde que alcanzó la palabra 1.797 de las 3.027 que he escrito para llegar hasta aquí. Si usted ha sido capaz de escuchar en su mente todas esas palabras, le felicito.