Gracias a las tarjetas de crédito, los clubes de viaje y las invitaciones a congresos (la única razón para ir a estos es ligar) los gais josefinos, o nacidos en San José, Costa Rica, tenemos la oportunidad que antes solo la gozaban los países del primer mundo: experimentar sexo en el extranjero.

Pero empecemos el periplo. Para los gais josefinos, el sexo en Centroamérica es un calvario. A los ticos nos detestan en todos esos países porque nos consideran los argentinos del Istmo. Dicen que nos creemos superiores (tienen razón) y pedantes (tienen razón). Entonces, irse a la cama con un costarricense es, para ellos, hacerlo con William Walker (invasor yanqui que quiso hacer de Centroamérica un estado sureño). En México, el sexo es como acostarse con el hermano mayor, al que uno le tiene cólera por ser más creído y más grande. Más grave aún es que un día estarán con uno y el otro brincándose el muro.

En el Caribe, sin lugar a dudas, el mejor sexo se da en Cuba. Los habitantes de ese país, después de 50 años de revolución socialista, se han especializado únicamente en el sexo. No exportan ni importan nada, pero han logrado calibrar sus músculos para solo hacer el amor. Y si te pegan una enfermedad venérea, está la seguridad social gratuita. Y si uno es un gay de más de 60 años, todavía mejor. En esta isla han logrado que los automóviles viejos y las carrozas de los años 50 vuelvan a las calles. Así que Cuba es el paraíso de nuestros homosexuales pensionados.

Pero los josefinos gais no podemos adaptarnos por mucho tiempo a la comodidad que ellos tienen con sus cuerpos. Nosotros, sin la influencia africana, no estamos del todo a gusto en ellos. Y lo peor de todo: nos gusta hacer el sexo a lo callado y no con tanta grosería verbal. «¡Cierra la boca de una vez por todas!», nos gustaría gritar antes de tomar el avión. Un segundo lugar es la Dominicana. Aquí, a diferencia de Cuba, la gente habla menos en la cama. Uno los encuentra más parecidos a uno, siempre y cuando les entienda el español. En mi caso, nunca sé lo que me están hablando, pero no parece que a ellos les importe. Luego, tienen una gran ventaja sobre los cubanos y los puertorriqueños: todos cortan el pelo y si el sexo no es bueno, uno sale con figuras geométricas en la barba y en los púbicos.

Los puertorriqueños son una versión intermedia entre cubanos y dominicanos. El sexo no es nada del otro mundo, ni se asemeja a la versión cubana, pero tiene la ventaja de que se puede practicar el inglés mal hablado (que García Marquez dijo que era el más practicado en el mundo) y que todos tienen un familiar en Nueva York donde uno se puede quedar. Y me van a perdonar los resentidos gais del Frente Amplio, el mejor sexo en las Américas se da en los Estados Unidos. Aquí tenemos cuerpos y mentes del primer mundo y lo más importante para los gais josefinos: dientes perfectos. Así, como lo oyen. Los americanos tienen sonrisas perfectas que son la envidia de los josefinos que estamos más llenos de puentes que la China de hoy día.

¿Y en América del Sur? Empecemos por los países más cercanos. Venezuela y Colombia son tan parecidos a nosotros que el sexo con ellos es como hacerlo con un primo hermano. No hay nada que puedan enseñarnos que nosotros ya no lo supiéramos. Los colombianos son muy guapos en telenovelas como la Ley del Corazón, ¿pero te has fijado que todos son pequeños? No tenemos nada en contra de la gente pequeña pero lo que no nos gusta es que nos engañen con el tamaño. En Venezuela ahora nadie sabe si se van con uno solo por el papel higiénico.

El sexo en los países andinos es de lo más aburrido. Son tan bajos en calorías, que ni siquiera quemamos el desayuno del avión. No porque sean países indígenas sino porque los josefinos no nos gusta masticar coca. Pero si hay un país en que el sexo es de lo peor es Chile. Para nosotros, que hablamos un castellano perfecto con la mejor entonación de las Américas, no podemos tener una buena erección con ese acento. Y si uno quiere un gran movimiento en la cama, hay que esperar un terremoto.

Sin lugar a dudas, Brasil es la Cuba de Sudamérica. Aquí los cuerpos son perfectos y con tanta carne que los gais vegetarianos no deben soñar acercarse. Y para colmo de males, los brasileños son cariñosos, felices y nada engreídos. Sin embargo, los josefinos somos más depresivos, nuestra felicidad es más para los demás y vivimos gracias al Prozac. Tanta algarabía nos llega a fastidiar. Gracias a un Dios sabio, hizo a los argentinos lo más parecido a nuestra madre. Aquí el sexo es fatal porque nosotros para ellos, somos un juguete sexual y nada de lo que les digamos, les puede interesar. ¡Pero qué buenas conversaciones después del sexo! Si no nos molesta oírlos solo a ellos.

Finalmente, los josefinos gais tenemos el mejor sexo con nosotros mismos. Somos los únicos que les decimos a todas nuestras parejas que fue el mejor hasta la fecha.