Aunque encontremos condenas en el Antiguo Testamento de algunas relaciones homoeróticas, este tiene mucho homoerotismo. Yahvé, el Dios del Viejo Testamento, tiene ciertas particularidades: está solo, se relaciona directamente con los humanos y además tiene un interés particular en los hombres. Esto sin mencionar los ataques de celos que siente cuando algún varón lo traiciona. Tanto es así que a las mujeres ni las toma en cuenta y a muchas, ni se preocupa por darles nombre. Yahvé, no solo se relaciona con los humanos de carne y hueso, sino que busca principalmente a varones.

Cuando Saúl llama la atención de Yahvé, al que hará rey de Israel, se nos dice lo hermoso que era:

«2 Y tenía un hijo que se llamaba Saúl, joven y bien parecido.
No había otro más bien parecido que él entre los hijos de
Israel; de los hombros arriba sobrepasaba a cualquiera del
pueblo».

(1 Samuel 9:2, LBLA)

Una vez coronado Saúl como rey con el beneplácito de Yahvé, este busca otro varón que le lleve la armadura, el hermoso David. Y este no llega a convertirse en el favorito de Saúl por sus conocimientos de taquigrafía. Lo que se nos dice claramente es que David tenía unos ojos bonitos. Veamos la historia con cuidado: Cuando Yahvé se desilusiona de Saúl y busca un reemplazo, busca a Samuel para que se lo consiga. Este selecciona a Isaí y a sus siete hijos. Después de ver los seis primeros, pone los ojos en David:

«12 Y envió por él y lo hizo entrar. Era rubio, de ojos hermosos
y bien parecido. Y el Señor dijo:
Levántate, úngele; porque éste es».

( 1 Samuel 16:12)

Yonatán, el hijo de Saúl, también ha estado acompañado por machos lozanos. Y, ahora, el hijo del rey se engancha de David. ¡Ni para qué lo hace! El Rey Saúl enloquece de celos. No solo le han quitado a su amigo, sino que el ladrón es su propio hijo (¿es que ya nadie respeta a las parejas?). David y Yonatán tienen una relación íntima y cuando el segundo muere luchando por Israel, David expresa el tipo de relación: «Estoy angustiado por ti, hermano mío, Yonatán, muy agradable me fuiste. Más maravilloso me fue tu amor que el amor procedente de mujeres» (2 Samuel 1:26).

La razón principal por la que el Dios escoge a David es porque le gusta. Si Yahvé hiciera hoy día así una selección, sería llevado a la corte por discriminación. Ningún hombre feo tuvo una oportunidad. Con solo ver los hermosos ojos de David, Yahvé se hechizó. Dios no solo quiere rodearse de varones sino que quiere baile y desea que sus elegidos dancen para Él. Sabemos que Yahvé habita en el Arca de la Alianza y esta es su recámara privada. David lo sabe y baila para Él:

«4 David danzaba con toda su fuerza delante del Señor,
y estaba vestido[a] con un efod de lino».

(2 Samuel, 6:14)

El efod o ephod era un vestido sacerdotal usado por los judíos. Era una falda corta que exponía los glúteos y también los genitales, por lo menos si la persona bailaba como lo hizo David. La esposa de David, al verlo haciendo estos gestos entiende muy bien el carácter erótico de la situación y se pone furiosa:

«Sucedió que cuando el arca del Señor entraba a la ciudad
de David, Mical, hija de Saúl, miró desde la ventana y vio al
rey David saltando y danzando delante del Señor, y lo
menospreció en su corazón».

(2 Samuel 6:16, La Biblia de las Américas)

¿Por qué lo iba a menospreciar? Una posible interpretación es su cólera por la relación de David con Yonatán y ahora que el segundo ha muerto, ella esperaría más atención de David. Pero su marido, en vez de estar con ella, se la pasa mostrándole sus atributos al Señor. David, como cualquier enamorado no se inmuta y no le importa lo que piense su mujer y más bien agradece haber sido escogido por Yahvé (2 Samuel, 6:22). Yahvé no parece disgustado para nada. Más bien, agradecido, le promete seguridad, paz, prosperidad y la continuación de su linaje. (2 Samuel 7:12) Ayer, como hoy, los bailarines de Chippendales tienen mejor suerte.