Freud postuló que el niño cerca de los tres años de edad se encuentra en la etapa fálica, en la que sus genitales se convierten en la zona erógena principal. Más adelante, Freud agregaría que el interés del niño por su pene iniciaba, por su parte, una atracción sexual hacia la madre, asociada con sentimientos de celos hacia el padre, quien se convertía, así, en su rival en la lucha por la progenitora. Este es el conocido como complejo de Edipo.

El psiquiatra agregó otro aspecto fundamental a su teoría: el niño, al desear a su madre, teme el castigo del progenitor. El temor a ser castrado por el padre, o sea el complejo de castración, hace que el niño decida abandonar su objeto amado, la madre, y se identifique con su temido rival, el padre. Si el complejo de castración es adecuadamente resuelto, y eso significa que el crío acepte simbólicamente la posibilidad de que podría ser castrado por sus deseos incestuosos hacia la madre, entonces el complejo de Edipo es disuelto, el niño reprimirá sus deseos sexuales y pasará a la fase de latencia. La represión masiva de su sexualidad la realiza con la esperanza de que si se identifica con el padre (se hace machito) y acepta que su poder es mayor que el suyo, en el futuro será recompensado. Al aliarse con el padre, el crío corta su lado femenino y se convierte en Donald Trump. Si falla, se convierte en Kim Kardashian.

¿Pero qué sucede con el complejo de Edipo en América Latina? Pues debemos agregar un factor que Freud no consideró: la edad de procreación. A diferencia de la Viena de 1900 en que la gente tenía los niños a los 16 años, en la región la edad está llegando a los 30. Para que Edipo funcione, el niño tiene que presenciar o imaginar que sus padres tienen relaciones. Pero en la actualidad, ningún niño tendrá esta experiencia porque si ingresara en la habitación de sus padres, como intuyó Freud, la madre estaría mirando a las Kardashians y el padre estará en la cárcel por no pagar la pensión. El verdadero sexo matrimonial sucede cuando la progenitora toma clases privadas de zumba y el padre (cuando esté fuera del tabo) tiene que trabajar tarde en la oficina. Pero esta actividad sexual no la presencian los niños que más bien crecen creyendo que esta solo se da en las telenovelas.

¿Cuál será entonces el objeto de deseo para el niño? Pues, obviamente, ninguno de sus progenitores, porque él no los ve ni oye hablar de sexo, a menos que estén viendo Caso Cerrado. Solo en este programa de Telemundo, y no en ninguno de los nuestros, es que se ventila el sexo tal como es. Pero esto es ya tarde: han pasado hace muchos años desde la edad edipal. Entonces, la única madre erótica es Ana María Polo. Nuestros varoncitos querrán ser el amante de la Polo y convertirse en el objeto del deseo de la jueza. ¡Y lo harán sin el miedo de que un padre se les venga con las tijeras!

O sea, en el futuro, todos nuestros niños serán lesbianas.

¡Caso Cerrado!