Otro tiroteo en EE UU. Otro hombre, blanco, joven alienado que busca superar el fracaso de su vida quitando otras. El mismo guion que en todas las ocasiones anteriores, al que nos estamos acostumbrando. La indignación y miedo, la incredulidad. El llamado a mayores controles en la venta de armas en EE UU o la prohibición total de las armas de asalto; y la terrible NRA y sus voceros inventado maromas para evitarlo. Y al final nada cambiará y tendremos que esperar al siguiente atentado terrorista.

¿Qué necesidad tiene un ciudadano cualquiera de poseer armas de asalto, armas hechas para cazar seres humanos? ¿Vale tan poco lo que les cuelga de la entrepierna que necesitan una?

Las noticias y columnas de opinión se han volcado a reportar, analizar los atentados en El Paso y Dayton, el perfil de los atacantes (siempre el mismo), el control de armas, las implicaciones políticas y electorales. Por mi parte quiero enfocarme en un detalle. Patrick Crusius, minutos antes del atentado en El Paso, posteó un Manifiesto explicando las razones de su crimen: «invasión hispana a la blanca Texas».

No solo es una posición racista sino históricamente errónea, pero narrativamente poderosa. Texas ocupa un lugar fundamental en la construcción de la identidad de los americanos. Cinco eventos constituyen la identidad de los Estados Unidos:

  • Los primeros pioneros en la costa este de América del Norte
  • Firma de la Declaración de Independencia
  • La colonización y anexión de Texas
  • Lincoln en Gettysburg
  • La fiebre del oro y colonización del Oeste

Texas vibra en el corazón americano con la misma vitalidad que California, NY y Massachusetts. En 1897, en su novela Drácula, Bram Stoker pone a un personaje típicamente americano, al texano Quincey P. Morris, de quien se llega a decir que si todos los americanos son como Quincey, EE UU no tardará en ponerse como primera nación del mundo.

En el imaginario estadounidense resuenan las casi mitológicas imágenes de la independencia texana, los cowboys recorriendo las praderas con su incontable ganado, el valor del self-made-man. ¿Cómo se constituye la identidad texana? ¿De dónde surge lo texano? ¿Existió en algún momento una Texas Blanca?

La respuesta a la última pregunta: No.

La historia de la formación de Texas está dividida en tres grandes etapas.

La primera es el inicio de la colonización europea, España desde el el sur y el suroeste y Francia desde el este. Ambos chocando con los pueblos nativos americanos. Como el historiador finlandés Pekka Hämäläinen muestra en El Imperio Comanche la participación de los pueblos nativos americanos fue activa, afectando las estrategias y comportamientos europeos. Esta primera etapa continuó con nuevos actores, México y EEE UU, después de la independencia mexicana y la compra de la Louisiana.

En este periodo Texas era un territorio muy lejano de las metrópolis (Ciudad de México y Nueva Orleans), peligroso, donde los colonizadores occidentales estaban en constante conflicto con las poderosas naciones nativas, mejor adaptadas a las condiciones geográficas y con una admirable adaptabilidad al uso de armas europeas.

La segunda etapa de la historia de Texas inicia con la llegada masiva de inmigrantes, legales e ilegales, americanos. Con la intención de generar una zona de buffer entre las ciudades mexicanas y los ataques de los nativos, sobre todo comanches, las autoridades mexicanas promueven la llegada de colonizadores americanos con las condiciones: se convirtieran al catolicismo, no tuvieran esclavos y respetaran las leyes mexicanas (que entre otras limitaban la libertad de comercio). Los colonizadores americanos se asentaron en buenas tierras, cerca de la costa, lejos de la actividad de los nativos y el control de las autoridades mexicanas.

La prosperidad que alcanzaron atrajo a nuevos inmigrantes y la falta de Estado de Derecho permitió que violaran las leyes mexicanas sin mayor problema. Sin embargo la relación entre los habitantes mexicanos (tejanos) y americanos fue muy buena. El comercio y el intercambio cultural así lo muestran. Las artes y técnicas (texanos) del cowboy, tan estadounidense, son una herencia cultural de la charrería mexicana.

El paso entre la segunda y tercera etapa es la Revolución texana, donde Texas declara su independencia. El conflicto entre el poder central de la Ciudad de México y Texas explotaron en una confrontación armada. Y si bien la Independencia texana fue un evento histórico llevado a cabo por los texanos, los tejanos no fueron excluidos de la misma. Tres de los firmantes de la declaración eran tejanos (José Francisco Ruiz, José Antonio Navarro y Lorenzo de Zavala) y el primer vicepresidente de la nueva república de Texas fue el mismo Lorenzo de Zavala.

La tercera etapa de construcción de la identidad texana implica sus 10 años de república independiente, su anexión a los EE UU, su conformación como estado esclavista-confederado y reintegración a la Unión después de la Guerra Civil. Es un periodo propiamente americana, donde lo mexicano buscó ser superado; sin embargo subsistió en la cultura, latente por la influencia histórica y por la presencia constante de mexicanos que venían desde el río Bravo.

La Guerra Civil Americana (1861-1865) coincide con la Intervención Francesa en México (1861-1867). Las relaciones comerciales no menguaron y al finalizar la guerra americana las tropas republicanas mexicanas pudieron comprar armas para derrotar al Imperio impuesto por las bayonetas invasoras francesas. Terminadas ambas guerras, excombatientes de ambos lados de la frontera encontraron en el trabajo de cowboy una oportunidad, donde lo que importaba no era el color de piel u origen sino al eficiencia en el cuidado del ganado. Se estima que un tercio de los cowboys de esta época fueron de origen mexicano.

Texas siempre ha sido hispana. Su raíz hispana y mexicana es profunda, la enriquece y se ha sabido adaptar a la presencia de su segunda raíz cultural; la americana. Y en ese sentido Texas, quizás junto a Nuevo México, Chihuahua y Sonora, punta de lanza del fenómeno cultural más interesante del mundo hispano y anglosajón, la amalgama de la cultura mexicana con la americana.

Fenómeno que genera resistencias, de nacionalismos rancios, de ambos lados de la frontera. Pero las balas solo vienen de uno de ellos.