Pancho Villa y Emiliano Zapata fueron jefes militares y grandes estrategas que murieron asesinados en la lucha para democratizar el país. Para la época, lograron cumplir relativamente sus objetivos como fue la repartición de tierras en algunos municipios, la construcción de escuelas y bajar los impuestos, pero sobre todo expulsaron a Porfirio Díaz de la presidencia y dieron pie a un cambio estructural en México que a la fecha espera su turno.

Francisco «Pancho» Villa y Emiliano Zapata son personajes inseparables de la Revolución mexicana, insurrección que puso fin a 35 años de dictadura de Porfirio Díaz en el país. No sólo eso, también se distinguen porque nunca se vendieron a los Gobiernos de turno, ni a potencias extranjeras para traicionar sus ideales campesinos.

Villa y Zapata eran de origen humilde, conocían la rudeza del campo, su gente y la miseria en que vivían. Ambos tenían don de mando, uno como bandolero y el otro como parcelero y fue así como se convirtieron en los jefes indiscutidos de los rebeldes en armas, uno en el norte y el otro en el sur. Inicialmente, sus objetivos no eran iguales. Zapata era un charro de familia de clase media y su perspectiva era básicamente la reforma agraria. Villa, en cambio, era un astuto guerrillero, exbandolero, que se inclinaba a la formación de un buen Gobierno que otorgara la libertad que exigían los ganaderos pobres del norte. Pero el tiempo y la lucha los llevó a un denominador común: lograr un cambio profundo en México y regresar a sus hogares, sin pretender la presidencia del país.

Se conocieron personalmente recién después de cuatro años de lucha. La coalición entre sus ejércitos la realizaron representantes y consejeros, pero el 4 de diciembre de 1914, Pancho Villa llega a Xochimilco, territorio de Zapata: fue recibido con grandes aplausos por los soldados y la población para encontrarse con el legendario Zapata. El abrazo que se dieron quedó grabado en el aire y en la historia al consolidar una alianza que ya tenían en términos prácticos.

Zapata formó los ejércitos del sur con los campesinos de Morelia y Francisco «Pancho Villa» los del norte, con rancheros empobrecidos. Ambos pusieron en jaque los intereses foráneos. Ambos fueron asesinados.

Emiliano Zapata

Emiliano Zapata Salazar nació en 1879 en el pueblo de Anenecuilco, Morelos, en el centro sur de México, donde solo había campo. De familia campesina con un pequeño terreno de cultivo. Cuando tenía 16 años mueren sus padres y él trabaja como labrador y arriero en la hacienda Jaltepec en Puebla. Durante el mismo período que Porfirio Díaz se apoderaba de las tierras para entregársela a grandes compañías extranjeras y terratenientes locales.

En 1909 fue elegido presidente de la Junta de Defensa de la Tierras, organización que enfrentaba la política del dictador Díaz contra del saqueo del campo, que en un 90% estaba en manos de unos pocos latifundistas. Fue uno de los líderes militares y campesinos más relevantes de la Revolución mexicana. Estuvo al mando del Ejército Libertador del Sur, ideólogo e impulsor de las luchas sociales, demandas campesinas y respeto por las comunidades indígenas.

En 1910 se toma por la fuerza las tierras de la Hacienda del Hospital y la entregó en posesión a los campesinos. En noviembre de 1911 promulga el Plan de Ayala en que desconoce al Gobierno de Madero por traicionar las causas campesinas y no entregó las armas hasta que no se devolvieran las tierras a los campesinos: Tierras para sembrar a cambio de mis fusiles, era la consigna. Madero le ofreció una hacienda como «pago a sus servicios en la revolución». Zapata se enfureció y respondió golpeando el escritorio con su carabina 30-30:

Yo no me levanté en armas para conquistar tierras y haciendas…. Entonces pues, señor Madero, o nos cumple usted, a mí y al estado de Morelos lo que nos prometió, o a usted y a mí nos lleva la chingada.

Fue declarado bandolero y se transformó en fugitivo, escapando en varias ocasiones de los ejércitos federales.

Tras el asesinato de Francisco Madero y el golpe militar de Huerta, la lucha armada se exacerbó y Zapata se convirtió en uno de los jefes revolucionarios más vigorosos de la época. Contaba con el dominio de Morelos y parte del estado de México, estado de Guerrero, Puebla y Tlaxcala. Victoriano Huerta, alarmado ante el poder del Ejército del Sur, envío una comisión para pactar la paz con Zapata. «No acepto pactar con los asesinos de Madero», fue la respuesta y fusiló al emisario de Huerta. Posteriormente, se opuso al nuevo presidente, el general Venustiano Carranza, un revolucionario que representaba la parte más moderada de la causa y que hizo alianza militares con los Estados Unidos para deshacerse de los insurrectos.

El general del ejército carrancista, Jesús María Guajardo, se acercó a Zapata para ofrecerle una alianza y apoyo militar, argumentando que estaba descontento con Carranza. Zapata, desconfiado como era, le exigió una prueba de confianza y Guajardo hizo fusilar a cincuenta de sus soldados federales y le ofreció armamento y municiones. Luego de esta prueba de fidelidad, el general Guajardo invitó al revolucionario a la hacienda de Chinameca (Morelos) para cerrar el convenio y el 10 de abril de 1919, Zapata acampó con sus tropas a las afueras de la hacienda y se acercó al lugar de la reunión acompañado por una escolta de diez hombres. Al cruzar la entrada, se escuchó un clarín que no era en honor militar sino la señal para que los tiradores escondidos abrieran fuego contra él. No alcanzó a sacar su pistola, recibió veinte balas de escopeta en el cuerpo. La gente de Morelos se negaba a dar crédito a su muerte ya que era extremadamente cuidadoso y desconfiado. Se tejieron leyendas que decían que Zapata había mandado a otro en su lugar, que había escapado a Arabia con un compadre, que seguía escondido en los campos de Morelia. Desafortunadamente la identificación del cadáver por sus antiguos compañeros de armas y gente cercana fue contundente: el cadáver correspondía al caudillo del sur, pero su sombra quedó flotando hasta hoy en todo México y América Latina.

Pancho Villa

José Doroteo Arango Arámbula, conocido por su hipocorístico de Pancho Villa, nació en San Juan del Río, Durango, México el 5 de junio 1878 y murió asesinado en Hidalgo del Parral, Chihuahua el 20 de julio de 1923. Fue comandante de la División del Norte, figura carismática y eternamente incómoda para el poder establecido. Lo tacharon de bandido y versiones hollywoodenses lo pintaban como un asesino y borracho, a pesar que — curiosamente — era abstemio. Muy odiado en el país de norte ya que ha sido el único latinoamericano que ha osado invadir los Estados Unidos.

Cuando era joven ejerció la profesión de bandolero, uniéndose a un grupo de asaltantes, dirigido por Ignacio Parra y marchó con ellos hasta que la banda asesinó sin motivo a un anciano. Trabajó en la minería y como albañil en Chiguagua, pero ante la persecución policial, regreso a la sierra como cuatrero. En esa época, Villa era nada más que un forajido o un guerrillero sin causa, semi analfabeto.

En 1910 se unió al movimiento maderista, período en que recibió educación básica y abrió los ojos ante la injusticia, revelándose con gran ingenio militar como estratega. En el Tecolote, engañó a las fuerzas del general Navarro poniendo sombreros sobre estacas para simular un contingente mayor, obligando al general a la retirada.​

La noche del 15 de noviembre de 1913, mientras los soldados federales dormían en los cuarteles o festejaban en prostíbulos, un silbido imperceptible proclamaba el asalto de las tropas villistas que se tomaban el cuartel militar, los puentes, el hipódromo y las casas de juego. Pancho Villa hablaba en serio, la División del Norte era una potencia. Madero lo tuvo que ascender al grado de coronel.

En 1914 fue nombrado gobernador de Chihuahua, donde mandó imprimir billetes, repletó el mercado del ganado expropiado, bajó a la mitad los precios del maíz, frijol y carne, decretó el establecimiento del Banco del Estado y abrió 50 escuelas, donde él mismo asistía en sus ratos libres para mejorar su lectura y escritura. Pancho Villa, es uno de los personajes centrales de la Revolución, en la que luchó contra Porfirio Díaz y Victoriano Huerta, Villa reconoció a Venustiano Carranza como presidente, a pesar que éste lo despreciaba por su fama de bandolero. Villa puso sus condiciones a Carranza: convocar a una Convención para fijar fecha para realizar elecciones y formular un programa de gobierno. Carranza no pudo cumplir y Villa se fue a las armas.

El dominio de Villa al norte de México se rompió en 1915,​ luego de una serie de derrotas que sufrió en Celaya y Agua Prieta a manos de Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles.

Pero Villa no se quedó tranquilo y el 9 de marzo de 1916, con 480 milicianos de la División del Norte, invadió los Estados Unidos por el poblado de Columbus, Texas. Este hecho marcó la primera y única vez que un ejército latinoamericano ataca Norteamérica. Desde el punto de vista militar, la invasión que duró seis horas, no resultó victoriosa. Los soldados de Villa capturaron 80 caballos, 30 mulas y 300 fusiles; incendiaron un hotel y mataron a ocho militares y diez civiles. Estados Unidos respondió enviando a México una expedición punitiva formada por 10.000 soldados e invadió el estado de Chihuahua con la intención de capturarlo vivo o muerto y destruir sus tropas. Villa se transformó en una pesadilla para los vecinos del norte y el general John Pershing lo persiguió obsesivamente durante un año después que posaran juntos en una histórica fotografía. La palabra gringo surge de la invasión de Pershing a México, cuando, al pasar las tropas norteamericanas, de uniforme verde, los mexicanos les gritaban Green Go.

A Pancho Villa le gustaban las mujeres y el cine. Se casó 37 veces, algunos dicen 75. Lugar que llegaba encontraba un amor y se casaba y en sus campañas militares, se hacía acompañar de periodistas e intelectuales, como el escritor John Reed. Hizo contratos con Hollywood para filmar sus batallas, dinero que utilizaba para comprar y contrabandear arma y municiones.

Poco a poco Villa regresó a su actividad guerrillera y también fue sufriendo la escasez de armas. Así se mantuvo de 1917 a 1920, salvo un período de resurgimiento pero no era lo mismo y el 26 de junio de 1920, cansado, firmó los Convenios de Sabina en Coahuila, en la que se obligaba a deponer las armas y retirarse a la Hacienda de Canutillo en Durango, que recibió por sus servicios prestados. Cuando Álvaro Obregón llegó a la presidencia, con apoyo de los norteamericanos, promovió planes para asesinar a Pancho Villa ante el temor que nuevamente se levantara en armas.

Se contactaron con un coronel de apellido Lara, le ofrecieron cincuenta mil pesos y el ascenso al grado de general para que cumpliera con la misión. Pancho Villa fue emboscado y asesinado la tarde del 20 de julio de 1923, cuando se dirigía a una fiesta familiar en Parral, Chihuahua. Su cuerpo tenía incrustadas 150 balas de fusil y diez de pistola para destrozar las leyendas de su inmortalidad. Tres años después de su muerte, el coronel Francisco Durazo Ruiz, en una expedición nocturna, abre el ataúd de Villa, le corta la cabeza y se la roba. Los motivos son inciertos, se especula que pretendía venderla a los norteamericanos que habían ofrecido cinco mil dólares. También se dice que se trató de una apuesta entre militares borrachos, el hecho es que nadie la compró y Durazo la llevó a su rancho y en alguna parte está enterrada en una caja máuser de siete milímetros, la cabeza de Pancho Villa.