Todos conocemos alguna obra pintada por Vincent Van Gogh (1853-1890). Con seguridad hemos visto, en algún libro, afiche, fotografías, películas o frente a frente, en uno de los tantos museos del mundo, alguna de las muchas pinturas realizadas por este formidable artista. Entre fines del año 1881, cuando comenzó a pintar, y hasta julio de 1890, fecha de su muerte, Van Gogh llegó a realizar unas 2.100 obras de arte, de las cuales 860 fueron pinturas al óleo. Justo al comienzo de su conexión con el color, le escribiría a Theo, su hermano:

Theo, estoy muy contento con mi caja de pinturas y ahora que la tengo, luego de haberme dedicado casi exclusivamente a dibujar por casi un año, pienso que hubiera sido mejor haber comenzado a pintar de inmediato … ¿No te parece?

Las obras de Van Gogh han capturado la imaginación de muchos y los corazones de otros. Con seguridad los amantes del arte han estado y continúan fascinados por este artista. Pero muchos que no lo eran, gracias a este pintor, han sido motivados a admirar de diferente manera a las obras de arte. Aunque en vida el holandés solo llegó a vender una de sus obras, El viñedo rojo cerca de Arlés, irónicamente, luego de su muerte ha llegado a convertirse en uno de los pintores más reconocidos de la historia.

Van Gogh, en muchos de sus trabajos, expresa cierto sentimiento de monumentalidad, especialmente en aquellas obras en las cuales representa paisajes. Sin embargo, el artista no dejó de tener interés en pintar motivos modestos, tales como flores o insectos. Aparentemente, este tipo de obras parecían acercarlo profundamente a las entrañas de la naturaleza, resultando en un efecto terapéutico para el atormentado artista. A su hermana menor Wilhelmina (1862-1941), enfermera y feminista, le escribiría:

Estoy siempre obligado a contemplar a una hoja de hierba, una rama de pino, una espiga de trigo, para poder calmarme.

Mucha de la inspiración para realizar sus detalles de naturaleza, especialmente si se trataba de flores o insectos, la obtuvo gracias a su gran colección de grabados japoneses. Muchos artistas japoneses son conocidos por representar plantas, flores, animales diversos, aves, insectos, de manera tal que no se asemejan al sujeto original de una manera realista, sino que reducían su interpretación a patrones abstractos de inconmensurable elegancia. El estilo particular de muchos artistas japoneses fue musa perenne de Van Gogh, de tal manera, que se nota en varios de sus dibujos y cuadros, como representa a diversos sujetos de la naturaleza bajo una perspectiva japonesa, pero dentro de su visión posimpresionista.

Debo comentarles que, aunque he tenido la suerte de ver unas cuantas obras de Van Gogh en varios museos del mundo, ninguna me ha fascinado tanto como un dibujo que realizó en mayo de 1889 que el artista tituló Polilla de la Calavera (Death’s Head Moth). El dibujo muestra, en realidad, a una polilla emperador gigante (Saturnia pyri) un Saturnidae nativo de Europa, la mas grande polilla europea. Ésta, al extender sus alas logra una envergadura que puede llegar a los 20 centímetros.

Hablando de polillas, unos cuantos años antes, en 1846, aficionados lectores de la Arthur’s Ladies Magazine de Filadelfia, en Estados Unidos, deben haberse horrorizado al leer en el número de noviembre una historia extraña escrita por un tal Edgar Allan Poe (1809-1849), titulada La Esfinge (The Sphinx). El narrador de la historia nos relata el vivido vuelo entre plantas de una inmensa esfinge (polilla perteneciente a la familia Sphingidae). Aunque ópticamente imposible, la ilusión que impresiona al narrador pudo haber sido producto de una dosis de opio. Así lo asume el escritor, ensayista y novelista argentino Julio Cortázar (1914-1984), uno de los fundadores del movimiento literario llamado Boom Latinoamericano, quien traduciría dicho cuento. Cortázar basa su apreciación en el hecho que el narrador de dicha historia comenta que le debe esa extraña visión a su «estado anormal de melancolía».

A diferencia de Van Gogh, Poe nos habla, sin duda, de la verdadera «esfinge de la calavera» (Acheronta atropos). Dicha protagonista de tan estremecedor cuento, así como otras especies muy allegadas, similares, dentro del mismo género, ha ocasionado terror entre el vulgo europeo, asiático o norafricano históricamente. Tal terror se le atribuye al sonido melancólico que produce dicho insecto, combinado con la insignia de «la muerte» que se puede ver en la región dorsal de su tórax.

Los adultos de esta especie, sin duda, representan «terror» entre las abejas a cuyas colmenas ataca, robándoles la miel. En un intento de aprovecharse de tal terror y aplicarlo a los seres humanos, el guionista de la película traducida en Latinoamérica como El silencio de los inocentes (El silencio de los corderos en España. El título original es The Silence of the Lambs, basada en la novela del mismo nombre escrita por Thomas Harris) nos presenta a un asesino que utiliza pupas de esta polilla nocturna para colocarlas en la garganta de sus víctimas. En esta película de 1991, hoy un clásico casi de culto, Hannibal Lecter un brillante psiquiatra y caníbal asesino en serie, guía a los agentes del FBI por intermedio de Clarisa Starling hacia el perturbado y también asesino en serie «Buffalo Bill». Este, se dedica a secuestrar mujeres entradas en peso para tomar su piel a objeto de confeccionarse un «vestido» con ellas. Los agentes, equivocadamente, utilizan la información sobre las polillas al seguir como pista una supuesta importación estas desde Surinam. Pareciera evidente que el guionista quiso jugarle una broma a sus agentes, o más probable, poco sabía de esas polillas, ya que ellas no son originarias, ni se encuentran en el Nuevo Mundo.

En la novela escrita, menos impactante, Thomas Harris nos narra como el asesino deposita en la garganta de una de las víctimas una pupa de Erebus odora (cuyo nombre actual es realmente Ascalapha odorata, miembro de la familia Erebidae, completamente diferente a los Sphingidae, distribuida desde Brasil hasta el sur de los Estados Unidos, conocida por muchos con nombres relativos a la muerte desde épocas prehispánicas). En la garganta de Klaus, una de las más antiguas víctimas, asesinada en Europa, se había encontrado una pupa de Acheronta styx (Sphingidae), de origen asiático, también con una «calavera» algo mas oscura, en el tórax.

En esta extraña mezcla de polillas, resulta absolutamente extraño e incoherente que dos estudiantes, aparentemente de un postgrado en entomología, trabajadores de esa sección en el Instituto Smithsoniano, sean tan lentos en identificar una pupa, luego que la agente Sterling se las muestra. Sorprende mucho más que luego de percatarse, finalmente, de que el «objeto» que les han mostrado es la pupa de un lepidóptero, ¡algo que hasta un lego pudo haber identificado!, inmediatamente deducen que se trata de la especie Erebus odora (recuerden que hoy se conoce con otro nombre), conclusión absolutamente sorprendente y complicada hasta para un buen conocedor.

A pesar de algunos datos entomológicamente dudosos, la película estuvo muy bien lograda y su afiche es, sin duda, extraordinario. Vemos una cara cara enigmática, cuya boca se oculta con la imagen de un ejemplar de Acheronta styx. Curiosamente, la imagen de la «calavera» es siempre más clara en Acheronta atropos, no así en Acheronta styx, cuya «calavera» es más oscura y menos nítida. Sin embargo, este no es el caso en el ejemplar del afiche. Pero basta que nos acerquemos más a la polilla, para percatarnos que el artista colocó un curioso dibujo sobre el tórax del animal. Si detallamos a dicha «calavera» vemos que no es más que la superposición de una sección de la fotografía de Philippe Halsman (1906-1979) In Voluptas Mors (Muerte Voluptuosa) cuyo original, realizado en 1951, nos muestra un retrato del surrealista Salvador Dalí(1904-1989) con siete mujeres posando desnudas para formar una calavera.

Entre la nutrida literatura venezolana, encontramos un relato del escritor, crítico y diplomático merideño Mariano Picón Salas (1901-1965), quien, al mencionar que don Emilio, señor que tenia entre sus proyectos editar una revista que nunca salió y que debió haberse llamado Las Mariposas de la Sierra Nevada, nos indica que

… entre las noctiduas [sic] hay ya un misterioso y siniestro parentesco con los murciélagos. Es un poco la mariposa tentada por el demonio que comenzó a tornarse en vampiro.

Poética alusión y referencia a la Ascalapha odorata (antes Erebus odora como ya hemos dicho), nombre científico cuya etimología proviene del demonio Ascálafo, el horticultor de Hades, rey del inframundo pero también el nombre que describe la morada de los muertos en la mitología griega.

Estas polillas, son conocidas en la mitología del nuevo mundo con nombres alusivos al mal agüero y la muerte. En náhuatl sus nombres eran mictlanpapalotl (mariposa del país de los muertos), micpapalotl (mariposa de la muerte), miquipapalotl (mariposa de mala suerte) o tetzahupapalotl (mariposa del espanto). En inglés la llaman black witch moth (bruja negra). En Texas, particularmente, se piensa supersticiosamente, que, si se posa sobre el dintel de una casa, el dueño de la misma podrá ganar la lotería. En Ecuador se conocen como Tancdacuchi y en Perú como Taparacuy, y se cree que si esta polilla se aparece en tu casa, alguien morirá muy pronto. En Venezuela y Colombia se les llama «Brujas», ya que algunos consideran que son las almas encarnadas de hechiceras a quienes se les ha prohibido entrar al paraíso. Tales supersticiones, no son más que eso, y sabemos que están totalmente alejada de la realidad, aunque frecuentemente presente en los comentarios del desconocedor de estos útiles animales.

El 8 de mayo de 1889, sería internado Van Gogh en el asilo Saint Paul de Mausole, en Saint-Rémy. Días después, caminando en el jardín, se sorprende al ver a la que la que el asume que era una «esfinge de la calavera» describiéndola por

su coloración sorprendentemente distinguida: negro, gris, blanco, sombreado, con destellos de carmín, vagamente tendiendo a verde oliva; es muy grande.

Decide entonces dibujarla con carboncillo, preocupándose en resaltar los detalles de las alas. Las tonalidades grises presentes en estas las elabora aplicando el carboncillo con mucha delicadeza. Luego, Van Gogh utilizó una pluma fina y tinta marrón para rellenar las patas y las antenas del insecto. De igual manera, agregó unas pequeñas líneas a las alas y dibujó un contorno adicional a su alrededor. Las zonas oscuras de la polilla las acentúa aplicando tinta marrón en mayor cantidad. Sugiere delicadamente, pero de manera errónea, «una calavera», pero no en el tórax propiamente, sino en la región de la base del abdomen. La misma tinta marrón, aplicada con un bolígrafo y pincel la utilizaría para dibujar un marco alrededor de la imagen. No usa color. En carta enviada a su hermano Theo, le comenta:

si hubiera querido pintarla, habría tenido que matarla y habría sido una pena, porque el animal era muy hermoso.

Sin embargo, basado en el recuerdo de tan interesante encuentro, entre fines de mayo y ya entrado junio de 1889, decidiría pintar una nueva versión de la hermosa e impresionante polilla, en posición de reposo, sobre unas calas. Ambas obras se encuentran hoy en el Museo Van Gogh, en Ámsterdam, Holanda.

Por cierto, entre las obras de Van Gogh, esta parece ser la única polilla que dibuja o pinta. Al menos otras tres pinturas muestran mariposas: Mariposas y amapolas (1889); Jardín con Mariposas (1890), Hierbas largas con Mariposas (1890). De alguna manera, Van Gogh ve a estos insectos como un símbolo de renovación y de esperanza.

En carta enviada a su amigo, el pintor francés Émile Bernard (1868-1941), Van Gogh utiliza el evento de la metamorfosis de oruga a mariposa (o de larva a escarabajo) como una manera de considerar las diversas posibilidades que pudieran estar a nuestra disposición en el universo:

Nada confunde la suposición de que las líneas, las formas y los colores existen en innumerables planetas y soles también, estamos en libertad de sentirnos bastante serenos ante las posibilidades de la pintura en una existencia mejor y diferente, una existencia alterada por un fenómeno que tal vez no sea más ingenioso y no más sorprendente que la transformación de una oruga en una mariposa o de una larva en un escarabajo. La existencia de un pintor-mariposa estaría presente en los innumerables cuerpos celestes que, luego de la muerte, no deberían ser más inaccesibles que esos puntos negros en los mapas que simbolizan pueblos y aldeas.