Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz.

(Benito Juárez García)

El 22 de marzo de 1806, el sacerdote Ambrosio Puche, luego de beber su habitual copa de mezcal, entró a la Iglesia de Santo Tomás Ixtlán para bautizar a un indio que había nacido el día anterior. El cura nunca sospechó que concedía el sacramento al hombre que medio siglo más tarde sería el primer presidente de México que confiscaría los bienes y negocios de la Iglesia, expulsándola del aparato estatal. Al terminar el ritual, el cura registró en el libro de nacimientos y recaudaciones el nombre de Benito Pablo Juárez García, «hijo legítimo de Marcelino Juárez y de Brígida García, indios del pueblo San Pablo Guelatao».

El clérigo tampoco sospechó que ese indio zapoteco sería declarado Benemérito de las Américas por colombianos y dominicanos. Incluso desde un pueblito minero llamado Copiapó. en Chile, le enviarían dinero para su lucha contra el Imperio francés. Y no sólo fue distinguido y respetado en América, sino en todo el mundo, tanto así que el padre del dictador italiano Benito Mussolini, Alessandro, le puso el nombre a su hijo en honor al líder mexicano.

La juventud de Juárez

Hijo de campesinos humildes en un poblado sin escuelas ni porvenir que sólo ofrecía miseria como futuro. Quedó huérfano a los tres años de edad y a cargo de sus abuelos que fallecieron dos años más tarde. La custodia de Juárez quedó en manos de su tío Bernardino, un labrador severo que le proponía dos destinos, ser pastor ovejero o hacerse cura. Juárez desde muy joven mostró gran interés por aprender y estudiar a pesar de no hablar castellano. A los doce años se fuga del campo y llega a la ciudad de Oaxaca, donde fue recibido por su hermana Josefa que trabajaba como cocinera en la familia italiana de Antonio Maza. La historia tiene sorpresas. Veinticinco años más tarde, Juárez se casaría con la hija adoptiva del patrón de su hermana, Margarita Maza, que fuera el amor de su vida y compañera hasta sus últimos días.

En Oaxaca, Juárez conoció al franciscano Antonio Salanueva, quien lo admitió como aprendiz de encuadernador y lo envió a la escuela donde aprende el español. El sacerdote fue su principal consejero en el camino del aprendizaje. Más tarde estudió en la Escuela Real donde confirmó en carne propia la discriminación de ser indio y pobre. A los jóvenes decentes los instruía un preceptor y a los pobres, un ayudante en práctica. Abandonó la escuela y a los 15 años, una vez terminada la Guerra de Independencia en octubre de 1821, entró al Seminario de Santa Cruz, donde estudió latín, teología, moral y filosofía. Renunció al seminario y en 1827 se inscribió en el Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca donde educaban varios profesores masones que influyeron en su pensamiento y, 20 después, se iniciaría en el Rito Nacional Mexicano de masonería.

En 1834 se recibe de abogado y comienza a trabajar en una oficina de juristas, donde defendió causas de abusos de la Iglesia contra los indígenas. Conoce la cárcel por primera vez.

México de la época y carrera política

Para entender el desarrollo político de Juárez, es ineludible vislumbrar el México de la época: un país con ocho millones de habitantes, menos de la mitad hablaba español y el 80% de la población era analfabeta. De cada diez niños que nacían, cuatro morían antes del año. Un territorio prácticamente sin Estado, asediado por potencias extranjeras y bandidos locales, gobernado por el déspota Antonio López de Santa Anna (1794-1876), exmilitar del Ejército Realista Español y que gobernó México por 25 años con el apoyo de conservadores, grupos monárquicos y la Iglesia católica, institución que era el mayor banco hipotecario del país y la única autoridad civil. El clero poseía el 50% de los bienes raíces existentes y el 80% de las rentas de casas habitacionales de México iban a las arcas eclesiásticas, poseía enormes propiedades despojadas a los indígenas y, como si fuera poco, la confesión era válida en términos legales y en cada extremaunción, el cura, además del respectivo cobro a la familia, declaraba que el difunto dejaba la mitad de sus bienes a la Iglesia. En resumen, la Casa de Dios recaudaba dinero por los nacimientos, la vida y la muerte de los mexicanos.

En este contexto, Benito Juárez realizó su vertiginosa carrera política. En 1831 fue electo regidor del Ayuntamiento de Oaxaca. Dos años más tarde fue nombrado diputado local. En 1834 fue nombrado secretario en el Gabinete del gobernador de Oaxaca y fue ocupando varios cargos públicos de importancia, a los 26 años es nombrado capitán del 1°Batallón de Milicia Cívica y en los años 1839 y luego en 1840, ministro suplente del Tribunal de Justicia de Oaxaca. En 1843 se casa con Margarita Maza, veinte años menor que él, pero soporte emocional de su vida.

Durante la guerra con los Estados Unidos (1846-1848), Juárez fue nombrado gobernador interino de Oaxaca, desde donde realizó importantes obras públicas como el puerto de Huatulco y el camino a la capital. En lo educacional, duplicó la cantidad de escuelas integrando la enseñanza a las clases más bajas. Reorganizó la Guardia Nacional y democratizó la relación del pueblo con las instituciones públicas. Al terminar su período, al contrario de sus predecesores que se retiraban cargados de riquezas, Juárez regresó como profesor al Instituto de Ciencia y Artes de Oaxaca.

Durante su cargo de gobernador, impidió la entrada a Oaxaca al entonces fugitivo Santa Anna, quien escapaba del ejército estadounidense, ofensa que el general nunca perdonaría. En 1853, cuando el dictador llega a ocupar por undécima vez la silla presidencial, cobra su venganza y mientras Juárez impartía su cátedra, lo toman prisionero y es enviado a Veracruz donde lo encierran en las tinajas de San Juan de Ulúa, la peor cárcel de la época. Permanece incomunicado por doce días. Estuvo a punto de ser fusilado, pero Santa Anna intuyó el peligro de convertirlo en mártir y decide exiliarlo. Lo destierra a Cuba, donde trabajó en una fábrica de tabacos haciendo puros.

Tiempo después, su esposa, que tenía una modesta tienda de dulces en Oaxaca, le envía dinero para su pasaje rumbo a Nueva Orleans, lugar donde se ampara en las logias masónicas y conoce al gran intelectual y revolucionario Melchor Ocampo, así como otros liberales de gran calibre en el proceso de cambios, tales como Guillermo Prieto, Miguel Lerdo de Tejada, entre otros. Todos deportados, planificando un golpe de Estado en contra del dictador Santa Anna. Son los iniciadores, junto a Juan Álvarez del plan y Revolución de Ayutla, movimiento insurgente que se origina en el estado de Guerrero en 1854 y comprende, tanto el conflicto armado como las presidencias de Juan Álvarez por un corto período e Ignacio Comonfort. Durante estos Gobiernos se realizan las leyes que restringen la autoridad y abuso de la Iglesia, eliminando los fueros extraordinarios con que contaba; realizan una suerte de reforma agraria en las propiedades eclesiásticas y civiles improductivas, se excluye el cobro parroquial por servicios religiosos y se promulga la libertad de imprenta. A todo esto, el 9 de agosto de 1855, ante el inminente triunfo de los liberales, el dictador Santa Anna abandona el poder y se escapa a Jamaica.

Los vaivenes del poder llevaron a Juárez, en 1858, a convertirse por primera vez en presidente de la República, luego que Ignacio Comonfort decidiera aliarse con los conservadores y dimitir a la presidencia. De acuerdo a la Constitución, le correspondía ocupar el cargo al ministro de Justicia, Benito Juárez. Durante los conflictos bélicos, Juárez envía a su familia a los Estados Unidos para protegerlos de eventuales atentados.

La Constitución del 1857 fue de gran importancia para México, pues lo convertía en Estado republicano. Naturalmente se afectaron intereses creados que fueron la base de la Guerra de la Reforma o Guerra de los Tres Años (1858-1861), período en el cual, México tiene dos presidentes en forma simultánea. Félix María Zuloaga, que no reconocía la Constitución, apoyado por el Partido Conservador, el clero y parte del Ejército. El Partido Liberal, con Benito Juárez a la cabeza, contaba con la parte republicana del Ejército, una clase media intelectual y un pueblo hastiado de los abusos. Ambos bandos buscaron el apoyo extranjero, los conservadores firman el Tratado de Mon-Almonte con España, que convertía a México en un protectorado español y los liberales, el Tratado McLane-Ocampo con Norteamérica que permitía el libre paso por el Istmo de Tehuantapec y defensa recíproca en caso de una agresión externa. Ninguno de estos tratados entró en vigor ni se hizo efectivo.

A mediados de 1859, Juárez publica las Leyes de Reforma que definitivamente separa la Iglesia del Estado, nacionaliza los bienes eclesiásticos y se imparten leyes de matrimonio civil, Registro Civil, secularización de los cementerios y Ley de libertad de cultos, entre otras. Para 1860, los liberales toman ventajas sobre los conservadores y, finalmente, en la batalla de Calpulapan, se inclina la balanza a favor de los liberales, quienes en diciembre de 1860 ocupan Ciudad de México.

Francia invade México

Por sus enormes riquezas y posición geopolítica, México siempre ha sido el blanco de potencias extranjeras. En esa época, luego de interminables guerras y batallas, las arcas fiscales mexicanas se encuentran casi vacías, sin recursos para pagar la deuda externa con los países europeos. Juárez propone una moratoria en los pagos, pero Napoleón III (1808-1873) aprovecha esta oportunidad y sin decir agua va, el 15 de diciembre de 1861, desembarcan en el puerto de Veracruz 6.000 españoles y en menos de un mes, se agregaron 3.000 franceses y 800 ingleses. Naturalmente México trató de resolver este conflicto diplomáticamente, lo cual fue aceptado por los españoles e ingleses que regresaron a sus países, pero los franceses sabotearon todo tipo de arreglo ya que su emperador tenía clara la intención de adueñarse del país y establecer un Imperio mexicano.

Napoleón III tenía sueños de grandeza, aspiraba a ser como su tío Napoleón Bonaparte y con el decidido apoyo del Papa Pío IX, notoriamente disgustado por las Leyes de Reforma que habían hecho perder grandes sumas al Vaticano, se inicia la invasión francesa.

Comienza un nuevo capítulo para México y, a pesar de la manifiesta superioridad bélica de los franceses, éstos pierden la Batalla de Puebla contra las tropas mexicanas. Francia envió 25.000 hombres que demoraron más de dos meses en tomar la ciudad. El Congreso le otorga poderes especiales a Juárez y abandona la capital para llevar el Gobierno hacia el norte a salvo de los invasores. Los franceses entraron a la capital mexicana sin disparar un tiro. La resistencia mexicana no se detiene a pesar de la derrota militar y la restauración del Imperio mexicano. Juárez y su gabinete gobiernan desde San Luis Potosí, luego en Monterrey y Saltillo. Estratégicamente, Juárez asegura el apoyo norteamericano y, a pesar que Abraham Lincoln estaba en plena guerra de secesión se logran, al menos, declaraciones amenazantes a los europeos.

Llega a México el nuevo monarca, el archiduque Maximiliano de Austria (1832-1867), acompañado de su esposa Carlota Amalia de Bélgica que desembarcan el 28 de mayo de 1864 ante el júbilo de los conservadores y la indiferencia del pueblo. La historia del emperador es un capítulo aparte, pero baste decir por ahora, que tenía algunas ideas más progresistas que sus asociados criollos.

El conflicto bélico no se detuvo y tal como sucedió en la independencia de México o en Vietnam, la lucha se convierte en una guerra de guerrillas contra este poderoso invasor. Los chinacos eran combatientes que surgieron en la Guerra de Independencia y actuaron también en la guerra contra los Estados Unidos. El ingenio de Benito Juárez se entiende por la enorme capacidad de coordinar a los intelectuales liberales y a las fuerzas armadas, compuestas por soldados regulares, pero mayormente por chinacos, hábiles guerreros pero carentes de disciplina militar. Un tiempo después el Congreso francés comienza a oponerse a la invasión a México debido a los excesivos gastos de la guerra, sumado a los errores de Maximiliano, quien propone a los vencidos confederados de Norteamérica, establecerse en Veracruz y continuar sus operaciones. La respuesta de Andrew Johnson, sucesor del asesinado Lincoln, no se dejó esperar y anunció el envío de 100.000 hombres a la frontera mexicana, junto a la presión diplomática en Europa.

Las fuerzas republicanas de Juárez, al mando del general Luis Terrazas retomaron la capital de Chihuahua el 25 de marzo de 1866; luego reconquistaron Parral y avanzaron sobre Durango. Maximiliano decide renunciar, pero lo convencen de quedarse en el país y después de varias derrotas, se dirige a la ciudad de Querétaro con un reducido contingente francés de la Legión Extranjera donde es apresado y luego fusilado en el Cerro de Las Campanas. Juárez recibió numerosas solicitudes de clemencia a las que respondió no mato al hombre, mato la idea, trasmitiendo una clara advertencia ante cualquier invasión en territorio americano. En tanto, los titulares europeos informaban que «el indio sació su sed de sangre».

Su esposa Margarita y familia regresan de Norteamérica. Desembarcan en Veracruz para seguir viaje en carroza, alcanzados por un carro donde venían los cuerpos embalsamados de dos hijos muertos de pulmonía en Nueva York.

El 16 de enero de 1868, Juárez gana las elecciones y se prepara para el segundo mandato constitucional. Este Gobierno se aboca fundamentalmente a industrializar y educar al país. Despide a 60 mil militares bajo la consigna de Maestros por soldados.

Es conveniente destacar en Juárez su gran humildad y sobria honestidad en contraste con los mandatarios anteriores y posteriores. Nunca tuvo guardaespaldas, no cobraba sueldo por meses y andaba con los zapatos rotos. Juárez medía un metro y medio de estatura. Una mañana, en el Palacio Nacional de Veracruz donde dormía, fue a la cocina a lavarse la cara cuando aparece una sirvienta negra que le dice «qué haces en mi cocina, indio cabrón, ensuciándole el agua al presidente», Juárez se disculpa y retira modestamente. Cuando ella sirve el desayuno, se da cuenta que el indio cabrón estaba sentado en la cabecera y Juárez, al ver su cara de espanto, sólo le dice: «no se preocupe, no volveré a entrar en su cocina».

Su esposa Margarita fallece el 2 de enero de 1871, fecha que marcó el crepúsculo de Juárez en la arena política y a pesar de ganar las elecciones en julio de ese año, nunca fue el mismo entusiasta organizador y coordinador que había sido en los 14 años que duró su cargo en la presidencia de México. Muere el 18 de julio a las once y media de noche, dejando un legado grandioso para los gobernantes de México y América Latina.