Hace más de una década escribí esta reflexión sobre los cigarros tipo puro hechos en Cumaná, y la misma se extravió entre portales que ya no existen y mis archivos digitales. Así que empiezo de nuevo solo con mi memoria de aquello y el gusto que aún me producen sin ser fumador. Esto parecerá un oxímoron, sin embargo, muchas veces los placeres son contradictorios. Ese aroma ahumado de la hoja seca de esa solanácea, bien enrollado con dedicación por hábiles manos. Los gustos que produce desde hace un siglo en el paladar del fumador, más el ritual de encendido y cuidado hacen de los puros un producto caro pero muy codiciado.

La historia del tabaco en el oriente de Venezuela está ligada con los indígenas locales, como lo fueron los cumanagotos que habitaban la región de la actual capital del estado Sucre, quienes lo cultivaban y usaban de manera masticada y fumada rústicamente. Aparentemente se sabe por los primeros cronistas españoles que aún en el siglo XVI se producía abundante tabaco en la zona, este era consumido por los aborígenes y también por los otros miembros de esa sociedad multirracial y clasista de aquellos tiempos previos a la independencia. En ese primer siglo colonial el tabaco llegó a ser el principal rubro de exportación de la Venezuela prerrepublicana; sin embargo, el sistema esclavista local y la corona española prohibieron su exportación en el siglo XVIII en preferencia del producido en la Antilla Mayor, Cuba, y para beneficiar otros cultivos de la región al sur del Caribe. Muchas cosechas de tabaco fueron abandonadas o quemadas.

Luego de la Guerra de Independencia (1811-1824) y de la Guerra Federal (1858-1861), el tabaco venezolano se comercializaba libremente y sus exportaciones comenzaron a subir nuevamente, no tanto como el café y el cacao, aunque sí seguía siendo un producto notable. De allí los puros cumaneses comenzaron su era dorada. Pero fue a finales del siglo XIX, aproximadamente en la última década (1893), que la pequeña fábrica La Cumanesa comenzó a elaborar puros de manera sistemática y cuidadosa gracias al famoso Juan Francisco «El Indio» Cabrera y su familia, quienes continúan hoy en día la tradición con más de una docena de productos.

Aparte de La Cumanesa, se conoce también la marca de esa misma ciudad llamada Tabacos Bermúdez, por la calle donde está la compañía, o mejor conocidos como Crispín Patino. Esta empezó a inicios del siglo XX la misma produce puros de varios tipos entre los que destacan: Señoritas, Churchill, Robustos y Torpedos. Los mismos al estar listos se anillan, se empaquetan en celofán, y lo mejor de todo son las cajas de madera para las diferentes cantidades cuyos olores juntos tienen un buqué soberbio.

En los foros de las redes sociales los conocedores acusan a estos puros cumaneses de su gran excelencia, no obstante hay un ligero amargo final, otros sibaritas dicen que antes del anillo o medio cigarro se debe apagar y continuar luego para evitar ese quemado. Lo que aparentemente no sucede con los habanos cubanos.

Muchos grandes personajes han fumado puros y prefieren más los habanos, como el escritor norteamericano Mark Twain, el psicoanalista Sigmund Freud, el gran estadista Sir Winston Churchill, John Fitzgerald Kennedy, el físico Albert Einstein, actores como Charles Chaplin, Orson Welles, y actualmente Gerard Depardieu, Arnold Schwarzenegger, Pierce Brosnan y directores como Alfred Hitchcock o Francis Ford Copolla se les ha visto disfrutar este tipo de tabaco. E incluso mujeres actrices como Whoopi Goldberg y Demi Moore fuman puros.

¿Qué opinarían los habitúes vivos de un puro cumanés?