Karl Marx nació en la ciudad alemana de Tréveris, Prusia, en mayo de 1818 (falleció en Londres en marzo de 1885), en el seno de una familia judía que se convirtió a la religión luterana, aunque Marx desde joven se manifestó en contra de toda religión. Ingresó a universidad a estudiar derecho, filosofía e historia. Cuando se graduó, por ser antirreligioso los colegios y las universidades no le permitieron dar clases, por lo que vivió casi toda su vida de adulto en la más estricta pobreza. Debido a que no le daban trabajo en Alemania, se trasladó a vivir a París, donde conoció al que sería su compañero de toda la vida, Federico Engels, un joven inteligente y muy adinerado, procedente de una familia alemana que vivía y tenía una gran fábrica de textiles en Manchester, Inglaterra. A partir de ese momento, Engels sostuvo económicamente a Marx para que este pudiera estudiar y escribir y se convirtió en un colaborador y un crítico muy importante de sus escritos. Fue gracias esa ayuda económica que pudo casarse y tener varios hijos, además de escribir su obra revolucionaria.

Marx estableció las principales bases de lo que posteriormente sería el marxismo, fundamento teórico del comunismo y que consideraba era el único socialismo verdadero. El marxismo consistía y constituía una sólida doctrina de pensamiento y fue el resultado de tres tradiciones ideológicas: la filosofía alemana, la política francesa y la economía británica.

La base filosófica del marxismo deriva del alemán Friedrich Hegel (1770-1831). Marx había aceptado que la realidad no permanece en estado de quietud, sino que se encuentra sometida a un continuo proceso histórico de cambio y, como consecuencia de eso, aparece la llamada dialéctica, que se repite hasta el infinito en forma de tesis, antítesis y, finalmente, la síntesis. Pero, a diferencia de Hegel, Marx se declaró materialista y no idealista. Eso significa que, en la vida de las personas, existen una serie de fuerzas materiales, las cuales, en definitiva, componen la realidad. Por ejemplo, la prioridad de todo ser humano es garantizarse niveles mínimos de subsistencia que le permitan alimentarse, vestirse, educarse, tener una casa, etc. A esto lo llamó materialismo dialéctico o histórico.

Un folletito que resultó fundamental para la sociedad de su tiempo fue el llamado Manifiesto del Partido Comunista. Ahí, Marx sostenía que la historia de la humanidad, hasta entonces, no había sido más que una continua lucha de clases. Por eso, en dicho manifiesto, escrito en unión con Engels, hace un llamamiento a la clase obrera mundial a fin de que se unan para luchar contra la burguesía y el capital.

Esa proclama se debía a que Marx veía la sociedad industrial de su época como el penúltimo estadio de la historia antes del advenimiento de una sociedad libre. El enorme progreso tecnológico estaba causando gran pobreza y desempleo; en cambio, la clase dirigente cada día concentraba más el poder industrial y se enriquecía a expensas de bajos salarios. Lo anterior dividía a la sociedad en dos clases opuestas. Por un lado, estaban los capitalistas y, por otro, la clase obrera, cada vez más numerosa y empobrecida, que acabaría levantándose contra sus opresores y tomando el control de los medios de producción.

Esa revolución supondría el cese de todo proceso dialéctico, al desaparecer las distintas clases sociales y convertirse en una sociedad libre, pues los medios de producción estarían al servicio del pueblo en su totalidad. Lo que había que aprender era a administrar los recursos, para que «de acuerdo con las posibilidades de cada uno, se trabajara en beneficio de las necesidades de todos». Los individuos no aparecerían como una entidad independiente en una sociedad, sino que se trataría de una sociedad orgánica en la que el interés personal quedará supeditado al de la colectividad, lo que permitiría llegar a un grado de realización mucho más intenso que si los hombres actuaran como meros individuos aislados.

La llamada Biblia de la clase obrera, su obra El Capital, está constituido por tres tomos; el primero lo publicó él y los dos siguientes los publicó Engels después de la muerte de Marx. Consiste en un análisis crítico del sistema económico capitalista.

En el libro demuestra, y no se equivocó, que el desarrollo del capitalismo engendra su propia contradicción. Afirma que el motor de la humanidad es la lucha de clases y que los grandes cambios sociales y políticos de un grupo social se explican por factores económicos; que la economía (infraestructura), es la que determina en la sociedad el tipo de derecho, de educación, de política y hasta de religión que se tiene (superestructura).

Marx afirmaba, en el prefacio de este libro, que era perfectamente posible establecer el rumbo de la sociedad en un futuro, sosteniendo que la doctrina marxista era científica y predecía la supresión del capitalismo por el socialismo. Sin embargo, esto no sucedió ya que se equivocó al creer que el socialismo era científico y que había descubierto las leyes del movimiento imperante en la sociedad.

Por otro lado, para Marx, lo único que había hecho la filosofía era interpretar el mundo de varias maneras, cuando lo que hacía falta es cambiarlo. Afirmaba, además, que han existido diferentes tipos de producción de la riqueza, y que siempre ha habido una clase dominante (los capitalistas-los burgueses) y una clase dominada (los trabajadores), mientras que el Estado siempre ha sido un instrumento del capital. También, que para la mantener la producción, el burgués le da un salario al trabajador, muy por debajo de lo que ha logrado producir. Ese trabajo no pagado lo llama plusvalía y le permite al burgués hacer o ampliar su capital.

Como resultado de las ideas donde señalaba que los trabajadores o proletarios, cada vez más pobres, son explotados por los capitalistas cada vez más ricos, los líderes revolucionarios del mundo las aceptaron y lograron conquistar y gobernar diversos países como La Unión Soviética, China, Vietnam, Cuba.

Lamentablemente debido a ese supuesto carácter científico del marxismo, se crearon partidos únicos, intolerantes, dirigidos por una élite política que detentaba el poder y la riqueza, y que prohibía enseñar cualquier aspecto que contradijera esa ideología, pues erróneamente creían tener la razón en todo. De hecho, la teoría de Marx basada en la planificación centralizada y el control de la economía no resolvió los grandes problemas en ese campo. No obstante, es una cuestión de justicia reconocer que él no propuso la imposición de una dictadura burocrática sobre la sociedad. La falla estuvo en que el Socialismo de Estado dejó de lado a la democracia, o sea a la masa trabajadora; la Unión Soviética de las décadas de los años 20 a los 70 del siglo XX es un ejemplo de esto.

La historia no puede convertirse en ciencia como Marx aspiraba ya que no es posible, incluso con un pensamiento basado en perspectivas históricas, predecir el futuro del desarrollo de la sociedad con la exactitud que la ciencia hace algunas de sus afirmaciones.

Si bien el comunismo no pudo con el capitalismo, este parece haber subsistido en esa lucha debido a que los países industrializados, enfrentados a los países marxistas, permitieron numerosas reformas sociales y económicas que mejoraron el estándar de vida de sus trabajadores y de la población en general. Eso hizo posible que los pueblos de Europa Central y de los Estados Unidos, entre otros, aceptaran el capitalismo y rechazaran el marxismo. Difícilmente habría sobrevivido el capitalismo sin esas reformas calificadas como Estado benefactor. Hoy, paradójicamente, como el capital se encuentra sin oposición marxista, se pretenden desaparecer esos beneficios.

Repetimos, cuando criticamos a Marx, se nos olvida que él había predicho muchas de las contradicciones que hoy se le señalan al capitalismo y que están reapareciendo con la globalización del capital. Él había apuntado la aparición de grandes monopolios mundiales (megaempresas y megabancos), que hacen desaparecer a las pequeñas empresas, y que las industrias locales serían absorbidas o eliminadas por la internacionalización y la modernización de los mecanismos de producción. De ese modo, las empresas transnacionales fijan casi sin oposición los precios de los productos (ejemplo de esto es el enorme costo de los medicamentos), creando más desigualdades sociales, que fueron una de las causas del fracaso del marxismo y que están presentes en el capitalismo, agregado a la corrupción política que la empresa privada toda poderosa y los gobiernos llevan a cabo para facilitar los negocios en deterioro de la población.

Marx predijo que el capitalismo estaba en camino de transformar al mundo en un solo mercado y que, por ello, urgía la regulación del Estado en la economía o un sector muy amplio de la población sufriría las consecuencias de la apertura mundial de mercados y la globalización sin control. No se equivocó, pues nada ha cambiado de lo señalado en esta parte final por Marx sobre el capitalismo. Increíblemente, los multimillonarios capitalistas (Buffet-Gates-Soros y varios más) actualmente critican al sistema por los bajos impuestos que ellos o sus corporaciones tienen y por la insensibilidad e, incluso, insostenibilidad de ese «capitalismo salvaje» que persiste en no repartir mejor la riqueza.

Otro ejemplo sobre la precisión de las afirmaciones de Marx respecto a que el capital tiene, también, su propia contradicción es la quiebra de los grandes bancos en Estados Unidos durante 2008-2009, a causa del abuso y la especulación en los préstamos fáciles y sin buenas garantías para las compras de casas y otros bienes. A partir de esta, el gobierno de EE. UU. ha debido prestarles dinero a las empresas privadas y entrar a regular el mercado, lo cual ha provocado que en el mundo entero el capital y la apertura de mercados esté en crisis. Las contradicciones sociales y económicas actuales que genera el sistema capitalista a nivel mundial se están poniendo en evidencia. Ahora sabemos que el capital y los mercados privados no se autorregulan y que, dejados sin control del gobierno, pueden volver a reincidir en sus fallas. Para terminar de agravar esto, la pandemia viral que afecta al mundo tiene al borde del abismo a la economía mundial.

Los libros de Marx y su obra en general tuvieron una influencia universal que revolucionó el mundo durante la primera mitad del siglo XX. En la actualidad, algunos tratan de mantener el marxismo del Estado combinado con el capitalismo empresarial, como en la China actual, con bastante éxito. En esa nación hay una amplia prosperidad, pero sin libertad política. Sin embargo, el mundo pobre se pregunta si valdrá más una democracia con pobreza, que una dictadura sin libertad, pero con prosperidad.

Notas

Lefebvre, H. (1971). El Marxismo. Buenos Aires, Argentina: Editorial Eudeba.
Magee, B. (1999). Marx. La historia aspira a convertirse en ciencia. En: Historia de la Filosofía. Barcelona, España: Editorial Blume. 164-170.
Marx, C. (1974). Introducción General a la Crítica de la Economía Política. Buenos Aires, Argentina: Editorial Siglo XXI.
Marx, C. y Engels, F. (1965). Manifiesto del Partido Comunista. Santiago de Chile, Chile: Editora Austral.