Fue un veinticinco de octubre, en Valdivia: un año y una semana después del estallido social estatal. Paralelamente a la redacción de estas líneas, todas las chilenas y chilenos se abocaban a la herramienta electoral más pura.

Los límites comunitarios están ya muy difuminados, pero sin duda el planteamiento de una inquietud y la capacidad de llegar a un acuerdo común es romanticismo democrático.

A través de la reflexión: ¿cuántos plebiscitos tuviste en tu vida?, se explica parte de la libertad de poder elegir lo adecuado para el territorio donde convives.

En Chile se votaba…

Hace tiempo, en un punto exacto de la evolución cultural gestante ad aeternum, el ser humano como uno de los seres vivos de este gran y esférico ecosistema autodenominado Tierra, comenzaba a pactar con sus semejantes.

Tanto si el planeta tiene vida propia, dioses y espíritus lo regulan o se dan las condiciones de ser «habitable»; nuestra especie dialogaba (de forma invisible, al principio, aunque gritando ostensiblemente en estos días). Así, se fue decidiendo cómo resolver dilemas del día a día: agua, comida, lugar de habitación fueron perfeccionándose durante este presente continuo que es sino el hilo de la vida.

Otras habilidades fueron el sobrevivir al medioambiente, hasta haberlo llegado a dominar salvajemente junto al sometimiento de su propia especie para lograrlo.

Largos siglos han pasado y las formas de vida del planeta se han ido especializando. En el ser humano, al menos, se presenta una evolución física y además mental.

Los rudimentarios acuerdos, en el origen de nuestra grupal existencia, han ido fortaleciéndose y ampliando el abanico de sus posibilidades a través de los siglos. La guerra y la paz, pero también, no olvidemos, los intercambios de semillas, los obsequios de excedentes y todas las otras colaboraciones que aseguraban la perpetuidad de la especie mediante acuerdos tácitos de «buena onda», han mutado a través del tiempo según la realidad a la que se enfrentaban.

Avanzando en el siglo, en la época de la fundación de las primeras polis griegas, algunas de estas alcanzan tal «grado de esplendor» que han concatenado vidas con adobe hasta nuestros días. Lo que comenzaba como piedra fundacional acaba siendo grillete y bola de una vida apartada y peleada con la Mapu.2

Es en la antigua Grecia cuando comienzan los acuerdos sobre material «ciudadano»; la democracia de la que bebe nuestra pseudodemocracia (o democracia fallida). Afortunadamente para los anti-micénicos de la época los límites de la ciudad no alcanzaban mucho más allá de sus propios límites y los pobladores de todas partes autogestionaban su propio terreno, a lo modelo minoico.

Más tarde las propias ciudades-estado ampliarían sus límites a lo largo del territorio (que no de la Mapu). Otras agrupaciones de seres humanos pertenecerían entonces a cierto ordenamiento político-territorial. Finalmente. los beneficios del manejo del antiguo territorio se revertían en una o varias (aunque muy pocas) personas.

Esta situación, en el continente europeo, se desmadra en la época del esplendor latino. Con origen en la rodilla de su bota, una metrópolis subyuga con sus normas a toda población diferente y rural europea a gran escala. Desde entonces, la evolución cultural se aparta de las aldeas y se canaliza casi exclusivamente desde la(s) urbe(s) romana(s).

¿Quizás esa época de grandes civilizaciones solo fuera un simulacro de evolución cultural cuya tendencia estamos revirtiendo nuevamente?

Se votaba en Chile…

Esa manía de expandir el movimiento urbano-protocapitalista de la época antigua, desde luego degeneraba en el Medioevo. La especie humana se apartaba cada vez más de su territorio físico-espiritual (su Mapu) y se aglutinaba en «civitas». Los territorios de ultramar europeos, especialmente África, América y las islas asiáticas y oceánicas se anexaban a este sistema económico y de organización territorial.

La evolución cultural nos llevaba por los derroteros de la esclavización y subyugación del ambiente rural-espiritual. Durante la revolución industrial explotan los índices demográficos urbanos, se magnifica la situación de opresión hacia cualquier ambiente no ordenado bajo la lógica capitalista extractivista.

Actualmente, es el momento de menor habitación rural de la historia, un 45% según Naciones Unidas.3 Al reflexionar más profundamente acerca de este dato, se puede observar que casi la mitad de la población vive en un ambiente rural, a pesar del gran éxodo a la ciudad que se acrecienta año con año.

Este éxodo, o más bien exilio, es solo explicable debido a la falta de autogestión del propio territorio, carente de oportunidades y libertad. El rural no decide. La misma especie que mantiene cautiva a la mitad de su población (la mujer), mantiene cautivos a pueblos y aldeas enteras.

En tiempos extraordinarios, esto se convierte en una obviedad insultante: en la actual pandemia que vivimos rigen las mismas normas en una aldea de 20 habitantes que en una ciudad de cuatro millones de habitantes.

Una historia de dos siglos es la tiranía urbana sobre el rural; una historia de un modelo que quizás haya servido como parche, como ensayo-error de laboratorio en la historia de una evolución latente y gestante.

Los ciudadanos nerviosos ante el recuento…

¿Será este el primer paso de un nuevo esplendor cultural de nuestra especie dónde cada uno de nosotros vote su constitución basada en el proteccionismo de nuestra Mapu y la autogestión del mundo rural en contraposición del urbano?

¡Apruebo!

Un año y una semana después de un estallido que no era sino el grito de dos siglos desde Atreo hasta el segundo gobierno de Piñera, el de los 30 pesos, el de los 30 años desde la última dictadura militar: Chile aprueba la redacción de una nueva constitución.

Las lágrimas esta vez fueron de felicidad, casi el 80% del 50% de los censados que fueron a votar busca dar un paso en la evolución.

¿Será un inicio para la liberación de las comunidades rurales? ¿será un comienzo para la defensa de nuestro planeta?

Notas

1 Koyag: «parlamento» solemne celebrado en tiempos de libertad Mapuche.
2 Fragmento geográfico-espiritual que alberga toda forma de vida en un estadio horizontal al del ser humano, respetado y venerado por el pueblo Mapuche. Aunque se trata de una figura similar y repetida en otras civilizaciones sin contacto entre ambas.
3 Para más detalle: Naciones Unidas. (2018). Las ciudades seguirán creciendo, sobre todo en los países en desarrollo. Mayo, 16.