Hace poco terminé de leer Lluvia fina, de Luis Landero, uno de los libros más homenajeados durante el 2019. Sabía que se trataba de un retrato familiar, pero no estaba lista para encontrarme con los hilos emocionales que conducen a los personajes desde una óptica tan diversa: lo que uno ve el otro lo niega; un relato se convierte en farsa cuando se cuenta por otra persona. Me encontré con una historia donde hay tantas versiones de lo sucedido como personajes, aunque eso es estar vivo, ¿no? Tener un relato propio de lo vivido, recontar el pasado desde nuestra perspectiva.

Una de las principales preocupaciones del discurso filosófico actual solía ser la tecnología y cómo incide en nosotros, aunque las preocupaciones de siempre seguían sobre la mesa: cómo se toman decisiones alrededor de nosotros, a dónde nos dirigimos como humanidad, qué está sucediendo en la política de diversos países, la constitución de nuestra sociedad y cómo inciden en nosotros los entornos en los que nos insertamos. En fin, que la realidad iba hacia un lado y nos preocupábamos por ciertas cosas hasta que llegó un estrago que nos modificó el panorama: la COVID-19.

Hay tantas cosas que pueden ser retomadas en el abanico de cómo contar el relato de la historia de la humanidad, pero lo cierto es que hay pocos momentos tan decisivos como el que atravesamos ahora. Así, vemos de pronto novedades editoriales como En primera línea: Un testimonio de la UCI de la crisis del coronavirus, de Gabriel Heras; Coronavirus ¿la última pandemia?, de Eduardo López Collazo y José Alcamí Pertejo; Pandemocracia. Una filosofía de la crisis del coronavirus, de Daniel Innerarity; La máscara del coronavirus, de José María Sánchez Lázaro. Pero no solo existen estos relatos, tal vez mis favoritos a partir de ahora serán los que retomen los elementos del amor de siempre y le agreguen el factor pandemia, así encontramos novelas como Del amor y otras pandemias, de Myriam M. Lejardi, a la que estoy segura le seguirán muchas más.

Normalmente uno vive y después da cuenta de lo vivido. Pero hay tanto que contar en el medio, tantas palabras que se pueden poner sobre la mesa mientras se vive algo con la intensidad como la de ahora que vale la pena escribir. Y escribir de amor siempre ha sido una de mis cosas favoritas.

Hemos abierto una nueva etapa para nuestras relaciones, de eso no hay duda. Hablaba antes del amor a distancia, pero lo cierto es que el amor de cerca también se ha modificado durante la pandemia. Si analizamos las búsquedas, por ejemplo, de la palabra «divorcio» en Google trends notamos que hay un doble de búsquedas durante la primera semana de abril respecto a la última de febrero, lo que nos muestra un poco de lo difícil que puede ser estar confinado con tu pareja. Tal vez, como no había sucedido en decenas de años, nos hemos dado un momento para reflexionar nuestras relaciones personales.

Pero también están las personas que encontraron el amor por el confinamiento. Cuando te dicen que pasarás, tal vez, un par de días que se convierten en meses encerrado, te planteas cosas tan locas como mudarte con tu novio o novia, o aceptar en tu casa a algún inquilino, y hay diferentes historias inspiradoras al respecto. Incluso, en nuestra comunicación han nacido palabras como «coronababies» y «covidivorcio», derivadas de una etapa peculiar que, sin dudas, dejará consecuencias.

Aunque lo cierto es que nada que no estuviera antes puede realmente crecer o quebrarse. Sí, puede que alguien haya pensado en pasar la cuarentena con otra persona y haya descubierto que es el amor de su vida, pero antes hubo una atracción; o si una pareja decidió terminar su relación, probablemente había problemas engendrados en algún periodo anterior. Hay semillas que germinan solo en la adversidad, y estamos frente a esto. De cara al compromiso «en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad», hay un camino de calma que no te lleva al extremo y, luego, están situaciones como una pandemia que te llevan a priorizar y a acomodar, a amoldar.

Luego están los que buscaban aún, los que en Tinder vieron decenas de veces las recomendaciones sanitarias de: «no es momento de conocer a tu match». La plataforma presentó de pronto un espacio seguro para socializar con personas de todo el mundo, incluyendo además la opción para video llamar por primera vez y activando la opción Tinder Passport que hace posible tener un match con una persona en cualquier otra parte del mundo. Así, la Internet representó una clase de salvación y antídoto a la soledad que muchos tuvieron que enfrentar.

Pero algunas soledades se cargaron de otras tentaciones. No podemos dejar de hablar de que el papel higiénico y el gel desinfectante se agotaron, a la par que la industria de juguetes sexuales se quedó paralizada por el aumento impresionante de ventas: parece que, una vez que la vida se detuvo, algunas cosas se aceleraron.

Por supuesto, estas situaciones no son lo normal, encerrarte con alguien sin la posibilidad de un respiro en otros espacios tan importantes de nuestra vida como el ocio o la vida social puede cambiar y determinar una relación; conocer a alguien y tener que profundizar la relación en el encierro tampoco es el escenario ideal, aunque a Hollywood probablemente le gustará fantasear con el concepto. En fin, que tenemos que atravesar esta etapa y reconstruirnos, reinventarnos en el renglón donde estamos y siempre pensar que llegará un capítulo nuevo. Porque, al final, tenemos que aprender a narrar también esta parte de la vida, como los personajes de Landero, e intentar quedarnos con lo que nos permita desarrollar la mejor versión posible de nosotros y nuestras relaciones.

Que viva el amor y que sobreviva a este confinamiento.