Conocí a José Vicente Rangel Vale allá por la década de 1975–1985, por mi padre Ignacio de la Cruz cuando, por motivos políticos y familiares, viajé a Venezuela por unos días. Mi padre y su segunda familia vivían en Venezuela, en Maracaibo.

En esos días era yo militante activo socialista. En aquellos días del triunfo sandinista fui a dar una conferencia en la Universidad del Zulia invitado por Gastón Parra Luzardo, cuando se desempeñaba como vicerrector académico, quien era gran amigo de mi padre. A Gastón lo encontré, de nuevo, en el 2008 cuando llegué de embajador de Costa Rica a Venezuela, quien estaba al frente del Banco Central, falleciendo al poco tiempo de mi llegada, con una brillante carrera académica y política antes y durante el período de Hugo Chávez.

Mi padre era militante del Movimiento al Socialismo, que se desarrolló como una fuerza política electoral importante desde inicios de la década del 70, con exmilitantes comunistas, exguerrilleros de los años 60 y miembros de otros grupos políticos de izquierda, del Movimiento de Izquierda Revolucionaria con el que el se fusionó en 1983.

Desde esos días iniciales de la década del 70, José Vicente Rangel empezó figurar como el candidato presidencial, en 1973, del Movimiento al Socialismo. En 1978, volvió a ser el candidato presidencial y, en 1983, de nuevo fue candidato a la presidencia por el Movimiento Electoral del Pueblo, que en esa elección enfrentó a Teodoro Petkoff, que era el candidato presidencial del Movimiento al Socialismo. Sus pasos partidarios los había tenido entre 1965 y 1968 en el Partido Revolucionario de Integración Nacionalista.

En esos años de los 60 y 70 en Venezuela se desarrolló una izquierda crítica del socialismo histórico, bajo la perspectiva de la vía venezolana del socialismo, en la cual José Vicente Rangel ocupó un lugar destacado, sobre todo después de las fuertes derrotas a las experiencias guerrilleras que se dieron en Venezuela.

Mi relación con esa literatura, y con José Vicente Rangel, la mantenía mi padre enviándome libros de la discusión política de la izquierda venezolana, que era muy fecunda. Mi padre tenía una intensa relación con José Vicente Rangel, por afinidad política y profesional, como periodista. Por su profesión, también conocí a otros dos extraordinarios periodistas venezolanos, militantes políticos ellos, Aristides Bastidas y Héctor Mujica, con quien mantuve intermitentes buenas relaciones.

En las elecciones de 1998, el Movimiento al Socialismo se alió al Movimiento V República, respaldando a Hugo Chávez, lo que no fue apoyado por Teodoro Petkoff, otro de los importantes dirigentes y personalidades de la izquierda venezolana, a quien también conocí. Teodoro Petkoff, por su parte, criticó fuertemente a José Vicente Rangel por su permanencia en el chavismo.

José Vicente Rangel en su vida política desde la década del 50 había participado activamente en la lucha política de Venezuela, donde sufrió persecución y exilio, durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, y luego de enfrentamientos importantes con los gobiernos de la llamada IV República.

Luego siguió activo, políticamente, en el período de la V República, desde el inicio, con Hugo Chávez, hasta su fallecimiento, bajo el gobierno de Nicolás Maduro, por un paro cardiaco, en la mañana del pasado viernes 18 de diciembre.

Durante la dictadura del Pérez Jiménez militó en la Unión Republicana Democrática, que lideraba Jovito Villalba. Su vida política se activó desde el golpe de Estado contra Rómulo Gallegos, en 1948, cuando tenía 16 años. Fue encarcelado en esa época.

En ese período como exiliado vivió en Chile, donde se casó con Ana Avalos, artista plástica, con quien tuvo una hija y un hijo, de igual nombre, que es hoy alcalde del Municipio de Sucre, en el Estado de Miranda. También vivió en España, como parte de su exilio, donde se graduó de abogado, estudio que había iniciado en Venezuela y siguió en Chile.

En su vida fue abogado, político, escritor y periodista. Político siempre de izquierda. Periodista de distintos medios de comunicación, prensa, radio y televisión. Fue columnista, en la década de 1990, del periódico El Universal, del periódico Panorama donde laboró mi padre, en Maracaibo, y del medio 2001. También colaboró como columnista en El Informador, La tarde, El Regional, en la revista política Bohemia. Fue locutor para la cadena Unión Radio. También fue director de los diarios La Razón, El Clarín, y el semanario Qué Pasa en Venezuela.

A la caída de la dictadura, en 1958, ya de regreso a Venezuela e incorporado a la lucha política, fue electo diputado donde se distinguió por más de 25 años, convirtiéndose en gran defensor de los derechos humanos, lo que le permitió publicar su libro Expediente Negro que es una denuncia de las violaciones de los derechos humanos que sucedieron en el período 1960-1970, especialmente contra activistas de izquierda y campesinos.

Fue electo diputado en cinco ocasiones en representación de los partidos de izquierda Unión Republicana Democrática (URD), Partido Comunista de Venezuela (PCV), Movimiento Electoral del Pueblo (MEP) y Movimiento al Socialismo (MAS).

Como diputado, hizo su brillante carrera política, que le distinguió como dirigente y referente inevitable de la izquierda venezolana, y continental. Defendió la separación de los tres poderes, el Estado de derecho, el respeto a las minorías políticas, la defensa de los derechos humanos y las libertades públicas y ciudadanas, especialmente durante los gobiernos de Rómulo Betancourt y Raúl Leoni.

Como periodista, fue gran acusador de situaciones, como de personas. También se distinguió con sus investigaciones sobre compras de material militar, por las denuncias que hizo de corrupción en el ejército y el sector militar, por el Programa Turpial de la Armada, por la repotenciación de los blindados AMX-30 del Ejército, por las denuncias contra el presidente Carlos Andrés Pérez por malversación de fondos públicos, lo que contribuyó a su destitución por el Congreso, en 1992, año en que entrevistó, el 30 de agosto, al Comandante Hugo Chávez Frías, que estaba detenido, junto con Francisco Arias Cárdenas, entre otros, en la cárcel de Yare, por el intento de golpe de Estado que realizó.

Cuando amnistían a Hugo Chávez, en 1994, es José Vicente Rangel quien orienta a Chávez en la lucha electoral, metiéndolo a la política a partir de ese año. Desde ese momento hasta la muerte de Chávez en el 2013, fue uno de sus grandes asesores y consejeros, de los pocos a los cuales les ponía atención seriamente.

Desde entonces, trabó una intensa amistad con Hugo Chávez, a quien le realizó 18 entrevistas, y otros escritos, hasta el 2012, que se recogieron en el libro De Yare a Miraflores, el mismo subversivo. Entusiasmado con Chávez le acompañó en distintos momentos desde el ejercicio del gobierno. Junto con Luis Miquelena fue una de las personas que más influía para moderar las acciones emotivas iniciales de Hugo Chávez. José Vicente ayudó a impulsar la candidatura presidencial de Hugo Chávez en 1998.

En ese primer gobierno de Chávez fue nombrado ministro de Relaciones Exteriores, desde 1998 hasta el 2001.

José Vicente Rangel fue el que convenció a Chávez para aceptar las derrotas electorales que sufrió ante la oposición venezolana y de aceptar sus resultados.

Durante el ejercicio del Ministerio de Relaciones Exteriores, por José Vicente Rangel, por encargo del entonces presidente de la República, Miguel Ángel Rodríguez, y del expresidente Rafael Ángel Calderón Fournier, viajé a Caracas, presidiendo una delegación, en compañía de los diputados José Manuel Núñez, de Fuerza Democrática, y Jorge Eduardo Sánchez, para contribuir a gestionar el apoyo del gobierno venezolano para la candidatura a la Secretaría General de la OEA para Rafael Ángel Calderón.

Mi relación con José Vicente permitió el acceso directo y rápido a su despacho. No se logró el apoyo de Venezuela a esa candidatura, pero fue refrescante mi reencuentro con el canciller José Vicente Rangel, quien nos dio un gran trato y espacio en esos días en Venezuela, y nos produjo una rica experiencia política.

A principios de febrero del 2001, Hugo Chávez nombró a José Vicente Rangel al frente del Ministerio de Defensa. Las leyes y la propia Constitución política de Venezuela no establecen que la jefatura del ejército la deba ejercer un militar, pero en toda su historia institucional, junto con Rangel, en más de 100 años, solo otros dos civiles ocuparon la jefatura del ejército, y, curiosamente, bajo otro gobierno militar como fue el del general Juan Vicente Gómez. Y, fue José Vicente Rangel el primer civil en esos últimos 70 años hasta su nombramiento.

En Venezuela, donde la historia se conoce por años de democracia y años de dictadura, el acontecimiento del nombramiento de Rangel provocó grandes debates y temores.

Tradicionalmente, este puesto había estado solo en manos de militares. Curiosamente, bajo el gobierno de otro militar, el general Juan Vicente Gómez, a principios del siglo XX, el puesto de ministro de Guerra y Marina, como se conoce actualmente el de Defensa, estuvo a cargo, dos veces, de un civil, el abogado Carlos Jiménez Rebolledo, bajo cuyo ministerio se redactó el Código Militar de 1923, aunque había sido capitán bajo el gobierno de Cipriano Castro. También lo desempeñó el abogado Victorino Márquez Bustillos, hombre de extrema confianza del dictador, a quien también le habían dado grado militar como se acostumbraba en los gobiernos dictatoriales. Aun así, se les considera civiles.

En la cancillería, José Vicente Rangel procuró atender como prioritario lo que tradicionalmente era un problema: la Guyana, Colombia y los propios Estados Unidos, donde dejaba clara y consolidada la posición de Venezuela; impulsó la integración de Venezuela con los países de la Organización de Países Exportadores de Petróleo y con los países andinos, convirtiendo a Venezuela en líder de esa región; implementó el Programa Galileo con el cual reformuló las políticas de las embajadas de ese país asignándoles el papel de promover a Venezuela como un país de potencial inversión y removió más de 250 funcionarios diplomáticos que, en la práctica, no tenían ningún papel. Le imprimió a la cancillería venezolana, en dos años, una nueva visión internacional del país, defendiendo la soberanía, lo nacional y el territorio.

Como canciller, dirigió el primer viaje internacional de Hugo Chávez a los países miembros de la OPEP, e impulsó la creación de la Cumbre de Caracas para concretar acuerdos entre los países miembros sobre la necesaria disminución de la producción de petróleo y así aumentar su precio en los mercados internacionales.

Al frente del Ministerio de Defensa se esperaba de él mayor seguridad en las fronteras y con los conflictos de los ganaderos en esas zonas; fortalecer la seguridad ciudadana; modernizar las fuerzas armadas y provocar la confianza de los militares en la jefatura de un civil, lo cual redundaría en el proceso democrático interno de Venezuela, en su imagen internacional, en acoplarse a la tendencia latinoamericana de poner al frente de los ejércitos a civiles.

Bajo el presidente Chávez, los militares ocuparon puestos importantes de la institucionalidad civil; y se les ha planteó como objetivo su integración con el pueblo y la sociedad civil, asignándoles importantes tareas de acción cívica.

Los militares no veían con buenos ojos a Rangel. Había sido su crítico histórico, además de que su militancia política izquierdista les recordaba la guerrilla de los sesenta.

Así vi su nombramiento y lo publiqué («Un paso histórico», en el periódico El Heraldo, jueves 22 de febrero del 2001, p. 10), donde dije:

Independientemente, de lo que se opine sobre los cambios en general en la Venezuela de hoy, hace pocos días el presidente Hugo Chávez dio un paso trascendental en la historia política venezolana, y en la latinoamericana, allí donde los elementos militares siguen desempeñando un gran papel.

A principios del mes de febrero, nombró a su canciller, el intelectual prestigioso, dirigente político, hombre de la cultura, escritor, periodista, abogado, José Vicente Rangel, una de las personalidades políticas más atractivas de Venezuela, como su Ministro de Defensa.

Es una acción que no solo destaca a Rangel sino el valor del propio presidente Chávez de nombrar un civil al frente de la institución castrense. El presidente venezolano venía enviando señales sobre el papel de las fuerzas armadas. Ya había señalado que no debía haber un divorcio entre ellas y la sociedad civil; entre los soldados y el pueblo. Había puesto en varias oportunidades al ejército a realizar obras de carácter civil e incluso frente a ciertas acciones populares había impedido su papel represivo, buscando esa identidad.

El peligro de militarizar la administración política de Venezuela parece superado. Hoy con el nombramiento de Rangel en Defensa pareciera acentuarse la tendencia de civilizar a los militares, de someterlos al poder civil, como se hizo en Costa Rica en 1869. Es sin ninguna duda un cambio revolucionario que debemos festejar.

Con el nombramiento de Rangel hubo cambios en la estructura de mandos del Ejército y hasta en la estrategia de la posición de Venezuela frente al llamado Plan Colombia, que pretendía vietnamizar ese país. Rangel ya venía criticando este plan y había impedido la participación de Venezuela en él y el uso del territorio venezolano como un elemento logístico del plan.

El que Rangel fuera periodista se había visto también como un elemento de apertura hacia la sociedad, pero especialmente hacia los medios de comunicación social por parte de la institución militar, señalando que el encuentro de los militares con la sociedad venezolana sería más democrático, transparente, abierto, y también más crítico y menos sometido a la obediencia ciega verticalista de los mandos militares.

Lamentablemente, hoy, vemos un peso enorme, para mí negativo, de los militares en la estructura político institucional de Venezuela, en todos sus efectos.

El nombramiento de José Vicente Rangel se acompañó del nombramiento de otro intelectual de izquierda, Luis Miquilena en el Ministerio del Interior. Así, en aquel momento, el Ejército de Venezuela, y el Ministerio del Interior, estaban al mando de civiles. Ambos, con vidas comprometidas en la lucha por la democracia y el diálogo nacional. José Vicente Rangel era un hombre de diálogo y consenso.

Después del Ministerio de Defensa, el 28 de abril del 2002, fue nombrado vicepresidente de la República, reemplazando a Diosdado Cabello, donde se mantendría hasta el 8 de enero de 2007, como parte del primer y segundo mandato presidencial de Hugo Chávez, quien desempeñó el cargo por más tiempo que otros vicepresidentes del chavismo-madurismo. Como reconocimiento a su Vicepresidencia le dieron una réplica de la espada del libertador Simón Bolívar, el 8 de enero del 2007, que es de las más altas distinciones que da el Gobierno venezolano.

Otro puesto que desempeñó políticamente fue el de miembro de la Asamblea Nacional Constituyente que redactó la Constitución de 1999.

De aquí pasó de nuevo a su labor periodística al frente del programa de televisión José Vicente Hoy, en la televisora privada Televen, programa que se realizaba los domingos de 10 a 11 a.m., cuyo primer invitado fue Hugo Chávez, el presidente. Este programa era de obligada atención de todos los que se interesaban por la política y la realidad venezolana, con gran audiencia, donde trataba temas de interés político con fuertes juicios de valor, denuncias y críticas en contra de los actores de la oposición, defendiendo la Revolución bolivariana. El programa se llegó a convertir en una fuente de información y de cita obligada.

Como periodista, José Vicente Rangel en dos ocasiones recibió el Premio Nacional de Periodismo de Venezuela.

Cuando llegué como embajador de Costa Rica a Venezuela, el 3 de julio del 2008, llevaba como misión urgente tratar que el gobierno de Venezuela invitara al gobierno de Costa Rica a la reunión de Petrocaribe que se realizaría una semana después en Maracaibo.

Sin haber presentado oficialmente las credenciales, ante el gobierno bolivariano, rompiendo todos los protocolos, el 4 de julio contacté en persona, al vicecanciller General Francisco Arias Cárdenas, para explicarle la solicitud de participación en la reunión de Petrocaribe, haciéndole llegar, el 5 de julio, en los actos de celebración de la Independencia de Venezuela, la solicitud, que fue resuelta favorablemente el lunes 7 de julio. Desde entonces, mantuve una buena relación con el vicecanciller. El canciller era Nicolás Maduro.

La gran sorpresa fue que, el día 8 de julio, recibí invitación personal de José Vicente Rangel para que le acompañara, en el Hotel Tamanaco, el siguiente viernes, a la celebración de su cumpleaños 79.

Me hice acompañar a la recepción por el funcionario, que acaba de conocer, de la Embajada de Costa Rica, Guillermo Cholele, gran colaborador, gran conocedor de la realidad política y empresarial venezolana, que fue de gran ayuda y de confianza para mi gestión de embajador. Allí fuimos.

La segunda sorpresa de esa fiesta fue la enorme cantidad, por lo menos más de 200 personas según calculé, de gente que se había reunido a la celebración del cumpleaños; personas de todos los sectores políticos, empresariales, culturales, de los medios de comunicación. Era una muestra del respeto que se le tenía a José Vicente Rangel.

Su personalidad será evaluada en el tiempo con mayor rigurosidad, como sucede con los grandes personajes. De mi parte, yo había empezado a conocerle por mi padre, por sus libros y por el trato personal que establecimos, poco, pero de calidad, de gran respeto, como el hombre del consenso. Le admiré, le aprecié y le seguiré valorando.

Venezuela ha perdido un gran periodista, un gran comunicador, una gran persona. La política de Venezuela, y del continente, ha perdido a uno de sus principales y emblemáticos dirigentes, la izquierda venezolana y latinoamericana a uno de sus principales exponentes.

Desde el 11 de diciembre se rumoró su muerte, que fue hasta el 18. Días de pesadumbre para la sociedad venezolana el seguir día a día las noticias de su quebranto de salud, que ya era evidente porque había dejado de hacer su programa televisivo dominical desde hacía varias semanas.

José Vicente nos dejó otros libros, Tiempo de verdades, Caracas: Ediciones Centauro, 1973: compilación de sus artículos de prensa, en colaboración; Militares y política (una polémica inconclusa), Caracas: Ediciones Centauro, 1976; Seguridad, defensa, democracia: un tema para civiles y militares , Caracas: Ediciones Centauro, 1980; Tiempo de verdades: socialismo y democracia; La administración de justicia en Venezuela; Abril sin censura, relacionado con el intento y fracasado golpe de estado del 2002.

José Vicente será recordado como el gran luchador que fue, por su constancia y compromiso militante, como un sembrador de sueños y esperanzas, por su fortaleza laboral hasta casi sus últimos días, por su obra periodística, por su capacidad analítica, de investigador, por la agudeza de sus opiniones, por su capacidad e incisiva crítica, por su aguda y efectiva palabra, por su autenticidad, por su docencia política y profesional, será considerado y tratado como maestro, como líder, como guía. Para algunos un guerrero de la patria venezolana, un ícono de la Revolución bolivariana, un referente inevitable de la Historia reciente de Venezuela. Fue, sin lugar a duda, un personaje de una enorme, rica y fecunda trayectoria política, que vivió intensamente su vida. También, como un gran mediador o negociador político. De muy buen trato personal, al menos así lo traté.

A medida que José Vicente Rangel se identificó con el chavismo, y continuó asesorando a Nicolás Maduro, la oposición antichavista y antimadurista lo estigmatizó. Es parte de su historia personal.