Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.

(Antonio Machado)

Los últimos años de Antonio Machado fueron movidos y trágicos; murió en el exilio en Francia a los 63 años. Es uno de los tres poetas llamados de sacrificio junto con Federico García Lorca y Miguel Hernández. A continuación, les voy a dar unas pinceladas de su estancia en Valencia, Barcelona y Colliure (Francia).

Antonio Machado en Valencia

Antonio Machado Ruiz (1875-1939) y su familia residieron en Valencia durante la guerra civil por unos 15 meses, concretamente en la localidad de Rocafort en villa Amparo. El Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, instalado ya en Valencia, decidió evacuar desde Madrid a los «sabios e intelectuales» afines a la República, entre ellos a Antonio Machado, pero este insistió que iría acompañado de su familia. Salió la familia Machado el 24 de noviembre de 1936 en un coche escoltado por miembros de Quinto Regimiento del Partido Comunista (la madre, Ana Ruiz; los hermanos, José, Francisco y Joaquín; una cuñada, Matea Monedero, y dos sobrinas, Leonor y Eulalia).

Estaba previsto que llegaran a Valencia el mismo día 24 por la tarde, pero tuvieron un pequeño accidente en el Puerto de Contreras y llegaron un día después, el 25, según los diarios El Mercantil Valenciano y Fragua Social, que publicaron una reseña el día 26. En principio fueron alojados en el hoy desaparecido Palace Hotel, que estaba en la calle La Paz, 27, y luego en la Casa de Cultura, pero como eran muchos de familia y Machado necesitaba espacio y aislamiento para escribir, los trasladaron a Villa Amparo, un chalet con una huerta de naranjos en las afuera de Rocafort, sobre un altozano desde donde se divisaba el mar, entre pinos, naranjos y rosales. La villa había sido incautada por la República a la familia de los Báguena.

Amanecer en Valencia (Desde una torre, Villa Amparo)

Estas rachas de marzo, en los desvanes
hacia la mar- del tiempo; la paloma
de pluma tornasol, los tulipanes
gigantes del jardín, y el sol que asoma,
bola de fuego entre dorada bruma,
a iluminar la tierra valentina...
¡Hervor de leche y plata, añil y espuma,
y velas blancas en la mar latina!
Valencia de fecundas primaveras,
de floridas almunias y arrozales.

Por Villa Amparo pasaron muchos poetas e intelectuales para visitarlo, entre ellos el estudiante Rafael Ferrere (Valencia,1914-1981) que tenía entonces 22 años; la excusa para ir a verlo era el de llevarle tabaco, pues don Antonio eran un fumador empedernido. Otras veces, Ferrere fue acompañado por Vicente Gaos o por el poeta alcoyano, Juan Gil-Albert, para pedirle colaboraciones para la revista Hora de España, que Juan fundara junto con Rafael Dieste, Antonio Sánchez Barbudo, Ramón Gaya y Manuel Altolaguirre (Primera época). También le visitaron Rafael Alberti y María Teresa León y León Felipe.

En Rocafort, el autor de Soledades escribía por la noche en la torre de la villa hasta el amanecer para ver salir el sol. Escribió cartas, compuso artículos para revistas, el libro La Guerra (ilustrado por su hermano José) y poemas como Meditación y Amanecer en Valencia (desde mi torre. Estuvo, como presidente de honor, en el II Congreso de Escritores en Defensa de la Cultura, celebrado en el Paraninfo del Ayuntamiento de Valencia entre el 4 de julio y el 17, donde coincidiría con Miguel Hernández quien, al verlo, le preguntó: «¿Puedo darle la mano don Antonio?». Sin duda alguna Miguel había leído Campos de Castilla de 1912 y el poema dedicado al fusilamiento de Federico García Lorca titulado: «El crimen fue en Granada» Publicado inicialmente en 1937, en la revista Ayuda, durante el «Homenaje al gran poeta García Lorca» (asesinado en Granada el 19 de agosto del 36), con motivo de la inauguración de la «Tribuna de agitación y propaganda» instalada en medio de la plaza Castelar de Valencia, el 11 de diciembre de 1936, lo leyó de pie; existe una fotografía. Dio Machado el discurso de clausura de dicho congreso el 10 de julio titulado: «El poeta y el pueblo», el cual que se publicó en Hora de España en el número VIII de agosto del mismo año.

Antonio Machado en Barcelona

Debido a la ofensiva de Aragón y, en concreto, la batalla de Teruel por los Nacionales y repliegue del Ejército frente populista, con objeto de conquistar Valencia y cortar la comunicación del corredor entre Valencia y Barcelona, el gobierno de la República decidió, a finales de octubre de 1937, trasladarse a Barcelona. Valencia había dejado de ser la capital de España por nueve meses. Daría inicio de la cruenta batalla del Ebro. Debido a tal situación, Antonio Machado y su familia, decidieron partir a Barcelona, alojándose en el hotel Majestic del Paseo de Gracia, lugar en el que se encontrará con José Bergamín y León Felipe, entre otros intelectuales.

Como en el hotel no había tranquilidad, sino constantes visitas y molestias, un mes más tarde, unos amigos le buscaron otro alojamiento en el que poder estar algo más calmoso, así fue acogido en la torre-palacete construida por Joaquim Castañer i Molet, que le dio nombre al edificio y a los terrenos que lo rodean, situado en el Paseo Sant Gervasi número 21, al pie del Tibidabo y desde donde se podía ver el mar y la ciudad de la Sagrada a Familia; un lugar de vistas privilegiadas, pero en precarias condiciones habitables.

Dicha torre-palacete, había sido incautada por el Gobierno de la Generalitat Catalana a la duquesa de Moragas (según el artículo de Felipe Sérvulo en esta revista de fecha 23-09-2020). Machado pudo reanudar su actividad literaria colaborando con La Vanguardia en una serie de artículos que tituló «Desde el Mirador de la guerra». Escribió prólogos para Ramón de Valle Inclán y otro para un libro de Manuel Azaña titulado Los españoles en guerra, que nunca se llegó a distribuir, puesto que la edición fue destruida por el régimen franquista a su entrada en Barcelona en los primeros meses de 1939. El estado de salud de Machado no era muy bueno y, además, fumaba como un «carretero» el tabaco que normalmente le llevaban de regalo sus amigos como Luis Capdevila. El doctor Puche, Director General de Sanidad, dice sobre Machado: «Pronto me di cuenta de que tenía ante mí a una máquina gastada».

La batalla del Ebro llegó a su fin tras 114 días de combates, entre el 25 de julio y el 15 de noviembre de 1938, con más de 100,000 bajas entre ambos bandos. Tras la derrota del bando republicano y la toma de Barcelona, el final de la guerra ya estaba sentenciado. Al amanecer del 26 de enero de 1939, las vanguardias del Cuerpo de Ejército Navarro y del Cuerpo Marroquí llegaban al Tibidabo. Barcelona se extendía a sus pies, exhausta y sin fuerzas militares que la defendieran. Los organismos oficiales de la República y la Generalitat de Cataluña habían sido evacuados el día 22, mientras los restos del Ejército republicano intentaban defender sin éxito la línea de Llobregat. Después, el grueso de las tropas de los generales Solchaga y Yagüe entró sin resistencia en la ciudad; bajaron hasta la plaza de Cataluña, las Ramblas y la plaza Sant Jaume.

La imprenta de Manuel Altolaguirre en Barcelona

Es interesante recordar la famosa imprenta del malagueño Manuel Altolaguirre. En la revista digital, Negritasycursivas, leemos:

Durante la guerra civil, convertido el monasterio [de Monserrat] en hospital y gestionado por la Generalitat de Catalunya, de sus imprentas salieron tres libros míticos con sello de las Ediciones Literarias del Comisariado del Ejército del Este gracias al tesón de Manuel Altolaguirre (1905-1959), que contó con la colaboración de Bernabé Fernández Canivell (1907-1990) y Juan Gil-Albert (1904-1994): quinientos ejemplares de España en el corazón. Himno a las glorias del pueblo en la guerra, de Pablo Neruda, Cancionero menor para el combatiente (1936-1938), de Emilio Prados, y España, aparta de mí ese cáliz, de César Vallejo, con un dibujo original de Picasso y un texto introductorio de Juan Larrea, del que se tiraron 1,100 ejemplares, 250 de ellos numerados, quedando pendiente un gran libro de Emilio Prados, de unas mil páginas, que ya estaba compuesto pero no pudo llegar a imprimirse.

Entre julio de 1938 y finales de enero del 1939, el grupo movilizado al servicio de la causa republicana —Altolaguirre, María Zambrano, Barbudo, Prados, Juan Gil-Abert y Fernández- Canivell— reparte la imprenta en tres lugares: Monasterio de Santa María de Gualter (Lérida), Sant Benet de Bages y el monasterio de Montserrat (Barcelona). El Estado Mayor encarga a estos escritores la edición del boletín diario del XI Cuerpo del Ejército del Este y, además, una hoja literaria semanal que ellos titulan, en recuerdo de Federico García Lorca, Granada de las letras y las armas.

Las autoridades francesas recibieron a más de medio millón de refugiados españoles en campos de concentración o internamiento en las playas. A los prisioneros apenas se les daba comida y nunca se les ofreció agua potable ni ropa de abrigo o para refugiarse del viento. Muchos murieron de desnutrición, enfermedades diversas, durante torturas o asesinados. Los más famosos cerca de la frontera española fueron los de Gurs, St Cyprient, Barcarès Argelès-Sur-Mer, Rivesalres, de los quince que hubo.

Muerte de Antonio Machado en Colliure (Francia)

Una semana antes de la toma de Barcelona, las autoridades anunciaron al poeta, ante la llegada inminente de las tropas franquistas, que debía prepararse para marchar al exilio en Francia con su madre, hermanos y sobrinas. La marcha definitiva del poeta sucedió el domingo 22 de enero. Partió en un coche enviado por el doctor Puche en el que sería su último viaje. La mañana del 23, llegó a Gerona y se encontró con una ciudad invadida de vehículos, por lo que tuvo que esperar varias horas con gran riesgo para su vida debido al incremento de los bombardeos. La frontera francesa estaba en condiciones espantosas, junto con miles y miles de personas, bajo la metralla de aviones alemanes e italianos matando a gente inocente mientras huía, caravanas y caravanas de exiliados, unas 500,000 personas. Unos coches los llevaron hasta la estación ferroviaria de Cerbère, donde, gracias a las influencias de Xirau, se les permitió pasar la noche en un vagón estacionado en vía muerta como si fueran sacas de harina o de patatas.

El ferroviario Jacques Baills les recomendó, por su economía, hospedarse en el hotel Bougnol-Quintana, cuyos dueños eran afines a la República. Caminaron bajo la gélida lluvia y el silbido a de las últimas balas perdidas de la guerra. El escritor Corpus Barga portaba en brazos a doña Ana Ruiz Hernández, quien preguntó: «¿Cuánto queda para llegar a Sevilla?». Pudieron superar la aduana francesa gracias a las gestiones de Corpus Barga (que disponía de un permiso de residencia en Francia), cuando le dijo a los de la gendarmería que Antonio Machado era para los españoles como Paul Valéry para los franceses, y los dejaron pasar. La mañana del 28 de enero de 1939, los Machado llegaron exhaustos al pueblo costero de Colliure. 20 días después falleció Antonio Machado en el Hotel Quintana, el 22 de febrero a los 63 años, en cuya fotografía se aprecia que está cubierto por una bandera republicana. Tres días después falleció doña Ana a los 85 años. Se empeñó en asegurar que le sobreviviría y así ocurrió por tres días.

Cuando José Machado metió su mano en el bolsillo de la chaqueta de su hermano, encontró dos papeles arrugados. En uno de ellos el poeta recordaba a Guiomar. En el otro dejó escrito un verso enigmático y solitario: «Estos días azules y este sol de la infancia…». Allí quedaron también sus maletas y un montón de cartas de su amor platónico, Guiomar (Pilar de Valderrama); le pusieron este nombre en clave, en recuerdo de Guiomar de Castañeda, que fuera la mujer del poeta Jorge Manrique, el autor de las Coplas a la muerte de su padre, Rodrigo Manrique.

Su epitafio es la estrofa final del poema «Retrato»:

Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.

Estos versos están escritos en un azulejo al pie de su tumba, donde siempre ondea una bandera republicana y hay claveles: rojos, amarillos y morados.

Pienso que los restos mortales de Antonio Machado y de su madre, deben permanecer en Francia, porque en España, actualmente, no se dan las condiciones políticas, para que venga a Soria, junto con su mujer Leonor Izquierdo Cuevas, fallecida el 1 de agosto de 1912, a los dieciocho años, y enterrada en el cementerio municipal de El Espino. Estuve en Soria en mayo de 2007, en el centenario de su llegada a la ciudad del Duero, y visité la tumba de Leonor; de la impresión que recibí escribí un libro, Buscando a Antonio Machado en Soria y Baeza. Quizá deban seguir los restos mortales de Machado, «el ilustre cadáver», en tierras napoleónicas como escarnio y recuerdo de una etapa de guerra civil que no debió suceder y que jamás debe repetirse. Allí está el olmo al que el poeta escribió «A un olmo seco», como símil entre la muerte de su mujer y la muerte del olmo que espera el milagro de la resurrección:

Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.

Es decir, espera inútilmente el retoño de las hojas verdes y la vuelta la vida de Leonor.

Pau Casals ante la tumba de Antonio Machado

Con motivo de la publicación, el 12 de octubre de 1957, en Le Figare Littéraire del artículo de Josep Maria Corredor «Un grand poète attend son tombeau» (Un gran poeta aguarda su tumba), que sirvió para promover esa suscripción popular, el ministro de Asuntos Exteriores de Franco, Fernando María Castiella, quiso repatriar los restos de Antonio Machado a España. Pero no se pudo llevar a efecto. Es preferible que sea un poeta en el exilio que un poeta más. Tras el fallecimiento de José Machado en 1958, el nuevo ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, retomó la idea del traslado, aunque tampoco triunfó.

Machado fue inhumado provisionalmente en un panteón de la vecina de Colliure, María Deboher, amiga de la señora Quintana, dueña del modesto hotel que sirvió de posada a don Antonio, su madre y hermanos. Muchos años después en 1957, el Comité de Amigos de Antonio Machado en Colliure decidió promover una suscripción a fin de construir una tumba en la que fueran enterrados los restos de don Antonio y su madre. En 1958 los restos fueron trasladados a una tumba propia, financiada mediante una suscripción popular a la que contribuyeron, entre otros, André Malraux, la editorial Gallimard, el sindicato UGT, el expresidente colombiano Eduardo Santos y Pau Casals. El famoso violonchelista catalán se ofreció para correr con todos los gastos, algo que el presidente del comité, Corredor, desestimó por preferir que la suscripción fuera popular. No obstante, Pau Casals fue a Colliure en 1958 y, en la soledad del cementerio, ante la tumba de Antonio Machado y de su madre tocó su conmovedor y hermosísimo Cant dels ocells (El canto de los pájaros).